28 ago 2014

Lucy, de Luc Besson

Miguel Cane.



¿Qué ocurriría si, en vez de utilizar el 10% de nuestro cerebro, utilizáramos el 50% o el 100%? Esa es la cuestión que plantea Luc Besson en su más reciente filme en el que mezcla el cine de acción con conceptos filosóficos más cercanos al cine experimental europeo, con un toque de ciencia ficción.



La trama es en apariencia simple: Lucy (Scarlett Johansson) es una joven americana que vive y estudia en Taipei, que es engañada y obligada por un cartel a llevar una droga sintética en su interior, que la transforma en un ser superpoderoso, casi un dios.



Scarlett Johansson es la razón de existir de la película, de la que se va apoderando en paralelo al aumento de la capacidad cerebral de su personaje, que multiplica su actividad mental y sus capacidades a ritmo vertiginoso. La bella combina sus probadas dotes como heroína de acción (Los Vengadores) con su notable desempeño dramático y emerge victoriosa del reto de interpretar en tiempo real la progresiva pérdida de humanidad de una criatura extraordinaria, que debe luchar por su vida, mientras puede fundirse con el mundo virtual (como en Matrix), y de este modo, modificar la materia y la voluntad de los demás.



La película no es aburrida, tiene buen ritmo (una de las virtudes del director) y si bien no es tan efectiva como La Femme Nikita o León el profesional, se sostiene por sí misma en una serie de secuencias muy bien coreografiadas.



Besson explora nuevos terrenos narrativos y hace guiños a lo metafísico que hace ecos de 2001: Una odisea del espacio (ese momento cara a cara con “la otra Lucy”, la homo erectus más antigua de la historia). El resultado, por supuesto, está lejos de Kubrick, pero la intención es honorable y la Johansson está espectacular.

La cinta no defrauda, aunque no es ninguna obra maestra, pero siempre es bueno ver a Besson volver en plena forma. Una película mediana suya, vale por diez buenas de algún director mediocre.



Lucy
Con Scarlett Johansson y Morgan Freeman
Dirige Luc Besson
EU/Francia 2014

Dwayne Johnson: “Si voy a ser el rey de algo, que sea en el cine”.

Miguel Cane.



Ocupando el trono que Stallone y Schwarzenegger dejaron vacante en el cine de acción, el californiano Dwayne Johnson (1972), tras una larga carrera en los cuadriláteros y siendo hijo y nieto de luchadores, aprovechó al máximo cada oportunidad, hasta superar nada menos que mil 500 millones de dólares en la taquilla de sus películas.

Jovial y sencillo, Johnson causó furor con un contrato de 5.5 millones de dólares por su primer trabajo, e incluso figura en el Libro Guiness de los Récords como el actor mejor pagado en su debut en The Mummy Returns, a la que seguirían, entre otras cintas, Doom, The Tooth Fairy, Planet 51 y más recientemente la saga de Rápido y furioso. Ahora encarna a un héroe de la antigua Grecia que bien podría ser un dios en Hércules, dirigida por Brett Ratner, uno de los directores especialistas en el género de acción.



¿Te gusta que el público te llame El Rey de las películas de acción?
El título suena bastante bien. Si voy a ser el rey de algo, que sea en el cine. La verdad es que me emociona la reacción del público a mi trabajo. Lo hago para ellos.

¿Es cierto que en tu infancia ya filmabas videos con diálogos de las grandes películas de acción?
Es verdad (ríe). Como era hijo único, cuando tenía nueve o 10 años, para entretenerme y que no le diera lata, mi mamá ponía una de esas viejas videocámaras y la dejaba grabando por horas y horas. Y ahí era donde yo practicaba los diálogos de mis películas favoritas, que en ese entonces eran las de Rocky e Indiana Jones y El arca perdida, además de algunas películas de Richard Pryor que no eran para nada apropiadas en aquel entonces.



¿A qué otras superestrellas de acción admirabas?
Clint Eastwood siempre fue una inspiración para mí. En mi juventud lo admiraba a él, también Harrison Ford y Sylvester Stallone. Eran verdaderos hombres para mí. Pero a Clint Eastwood es al que más admiré siempre, por su carrera.

Ahora interpretas a un personaje legendario, Hércules.
Cuando era niño sentía un gran aprecio y cariño por el mito de Hércules. Vi algunas de las películas clásicas con Steve Reeves y siempre fue una gran inspiración. Hércules es un proyecto que me ha apasionado durante mucho tiempo. De hecho es un proyecto que hace 10 años empezamos a desarrollar. Te digo, Hércules siempre fue un personaje que admiré desde que tengo memoria, en las diferentes versiones, hasta en el dibujo animado. Y tener esa conexión tan profunda, es genial. En la época cuando yo recién había entrado en Hollywood, Hércules era uno de los proyectos que siempre busqué. Pero en aquel entonces no tenía la posibilidad de decir “quiero hacer eso”. Por eso me pone tan feliz lograrlo.

Se puede decir que éste es un proyecto especial para ti.
Totalmente. Aunque te diré que hacerla no fue tan fácil. También es un desafío asombroso producir una versión tan especial de Hércules, respetando la mitología, trabajando con las bases de la novela gráfica de Steve Moore, donde él tampoco aceptaba su destino ni su fe, hasta el final. Es emocionante. Y me gusta que Brett decidiera trabajarlo así, como un hombre normal en situaciones extraordinarias, no como un semidiós todopoderoso. De este modo, se plantea un héroe de verdad y además se muestra todo su trabajo en equipo con sus amigos y aliados.

¿Habías pensado que podría ser como una película épica clásica?
¡Claro! ¡Me encantaban esas películas cuando niño! Y son muy importantes en la historia de Hollywood. Las cintas de espada y sandalia, que les llaman, es todo un género y un gran espectáculo en sí mismo. Hay grandes clásicos como Quo Vadis o Ben Hur o más recientemente, Gladiador. Y me gustaría que esta película pudiera llegar a ocupar un lugar con ellas.

Ahora bien, no eres un dios griego, pero los músculos no son de juguete ¿Cuánto entrenas por día para estar en forma?
Probablemente entre una hora y media y una hora 45 minutos, muy temprano por la mañana. Todos los días. Aunque a veces me doy un break. Pero con Hércules tuve que seguir un plan de 14 semanas de preparación. Fue muy intenso.

¿Sigues alguna dieta en particular?
La dieta que sigo es muy detallada, pero es necesaria. Y con supervisión. Yo como seis veces al día, todo está muy medido, entreno dos veces al día. Pero también cuando estoy filmando, hay que seguir modificaciones al plan. Siempre me tengo que preparar para algo. Y es un tema que los directores también tienen que soportar, porque si piden que todos los actores estén a las ocho de la mañana, les tengo que avisar que también calculen mis cuatro horas para entrenar. Para mí no es un sacrificio, estoy acostumbrado. Y ellos me ayudan mucho. He tenido muy buenas experiencias con los directores con los que he trabajado.

¿Más allá de las películas de acción o las comedias que has hecho, alguna vez pensaste en hacer algo más dramático?
Por supuesto, y te diré que me encantaría. Y supongo que tuve una oportunidad con películas como Pain and Gain o Southland Tales. Cuando las veas, vas a entender lo que digo. Son películas que haces por gusto, que son arriesgadas. Siempre pienso que me encantaría hacer algo completamente diferente, dependiendo del material también. Supongo que el estilo de cine que hago refleja muy bien quién soy. Yo encantado haría Shakespeare si me lo propusieran... aunque no soy el primero que llaman los ejecutivos del estudio de cine cuando piensan en algo así.

¿Qué tienes en perspectiva para tu futuro? No descansas nunca…
Sí descanso. Solo parece que hago muchas películas al mismo tiempo, pero no es así. Moriría de cansancio, si no me tomara vacaciones. Aunque sea unos días, lo hago. Te explicaré cómo trabajo. Los estudios estrenan sus películas dependiendo lo que se tenga planeado a lo largo del año. Yo puedo hacer un par de películas en una parte del año y luego otras dos, y de pronto se estrenan muy seguido. Esto hace que parezca que no descanso, pero créeme, también sé cuidarme. Tengo muchos planes a futuro, propuestas para hacer películas, y si consigo que todo se realice como se debe, pues qué mejor. Esta carrera para mí es un sueño. Y me ha costado mucho. Así que leo las propuestas que me hacen y veo lo que mejor funciona o lo que más me gusta. Y si es un proyecto como esta cinta, que me llevó a viajar y a trabajar con estupendos actores y con un gran director, ¡pues aún mejor!

21 ago 2014

Bérénice Bejo: Mi prioridad es darle placer al espectador

Miguel Cane.


A raíz del estreno de la muy popular El artista, dirigida por su marido, Michel Hazanavicius, el nombre de esta joven intérprete comenzó a sonar por todas partes. Lo cierto es que Bérénice Bejo —Buenos Aires, 1976—, quien a los tres años se exilió con su familia en Francia (su padre es el documentalista Miguel Bejo), ya tenía más de una década de carrera como actriz en cine antes de aquella cinta. Apareció en títulos como Les soeurs Hamlet, 24 horas en la vida de una mujer, Como un avión y alcanzó un rol breve en la hollywoodense Corazón de caballero junto al desaparecido Heath Ledger.


Su actuación en la premiada cinta francesa le valió múltiples reconocimientos internacionales. También la ayudó a conseguir el papel protagónico en El pasado la nueva película del director Asghar Farhadi, quien por primera vez rodó un filme en Europa luego de haber ganado el Oscar a la mejor cinta en idioma extranjero en 2011 con Una separación.



En principio el rol de Marie Brisson, una francesa que pide a su ex marido que regrese de Irán para tramitar el divorcio, le fue ofrecido a Marion Cotillard, pero cuando ésta no pudo hacerlo, Bérénice se encontró con el papel que llama “el reto más grande que he encontrado en 15 años de carrera. El personaje más complejo que he interpretado hasta ahora y que me cimbró hasta la entraña”.

¿Esperabas llegar a tener un papel así después de El artista?
La verdad es que no me lo esperaba. Pero así es esto. Tú haces una película y nunca sabes bien cuál va a ser la siguiente en la que te ofrezcan un papel. Este es un personaje muy especial y la verdad es que no creí que lo fuera a hacer. Después de leer el guión tuve que esperar un mes, más o menos, hasta que Farhadi se puso en contacto y me dijo que sí, que yo sería su Marie.


¿Cómo fue tu encuentro con el director, y el proceso para crear a los personajes?
Muy interesante. La primera vez que nos conocimos me delineó al personaje y me dijo que ella era una mujer con dos hijas de dos hombres distintos, que debía obtener el divorcio de un tercer hombre porque estaba enamorada de otro hombre, que tenía un hijo y del que estaba embarazada. Me preguntó si en la vida real yo tenía hijos, y le contesté que dos, y que mi pareja también tenía dos de una relación anterior, como para que sintiera que podía encontrar algo en mi vida de lo que él quería expresar. Esto nos ayudó a establecer una confianza y eso, para una historia como la que queríamos contar, es algo muy importante. Me sorprendió mucho su esquema de producción; de alguna forma fue casi como prepararse para hacer teatro. Ensayamos dos meses antes de empezar a rodar, con sesiones de cuatro a cinco horas por día, cuatro veces por semana. Alguna vez hasta los sábados. Durante media hora nos hacía hacer ejercicios: caminábamos alrededor de la sala de ensayos, corríamos. Esto me maravilló, porque fue una experiencia completamente novedosa para mí.



Pero además, para comunicarse con ustedes el director utilizaba un intérprete simultáneo.
¡Sí! ¿Te das cuenta? Fue algo único. Alucinante. Nunca había trabajado así. Es decir, hablo español, hablo francés, también inglés. Pero no farsi. Es un idioma muy complejo, completamente ajeno; sin embargo, él consiguió establecer una cercanía entre nosotros, equipo y actores. Fue algo muy cálido, aunque no pudiésemos hablar el mismo idioma, estábamos en contacto constante. A veces, alguna reacción le llamaba la atención y la explorábamos antes de repetir la toma. Esto nos dio una naturalidad que es perfecta para esta historia. Así es como la gente vive en la vida real. No hay exageraciones ni melodrama. Es la historia de cualquiera, en cualquier idioma.



Por El pasado obtuviste el premio a la mejor actriz en Cannes, todo un logro.
No sabes, estoy muy orgullosa con este premio, pero pienso que un actor debe mucho a su director, al guionista y a fin de cuentas a los otros actores y al equipo... Yo había admirado Una separación, así que es un logro entre todos. Verás, para mí este premio no es una revancha por no haber conseguido el Oscar por El artista. No soy una persona rencorosa y no haces una película para ver si vas a ganar premios con ella. O plata. La haces, idealmente, porque estás enamorada de la historia, del proyecto. Me considero afortunada por esta profesión que elegí y mi primer sentimiento es dar placer al espectador, esa es mi prioridad. Te digo, para mí lo importante no son los premios, es participar en un proyecto en el que una cree. Cualquier otra cosa que venga es un valor agregado. Un extra. No es lo que defina mi carrera. Al menos, hablo por mí.

¿Te imaginabas que El artista iba a abrirte tantas puertas?
No, no. Es algo muy raro, porque la verdad es que no se podía empezar más abajo de lo que empezamos. Nadie, pero nadie, quería financiarle a Michel una película muda. Los productores son en general de la televisión europea y piensan en las ventas posteriores de los derechos, cuando termina la corrida de exhibición en cines, que es como muchos recuperan su inversión y a veces hasta una ganancia. Todos decían que nadie iba a querer ver una película así. Pero el hijo del productor Claude Berri, que es un loco maravilloso y le encanta el cine de Michel, puso capital de su bolsillo y así empezó. Eso no pasa nunca en otras partes. Y terminamos filmando en Hollywood. El resto, ya lo has visto. Sí, nos abrió muchas puertas, pero nadie lo esperaba. La película encontró su público. Como espero que suceda con El pasado. Las reacciones de los espectadores son impredecibles, y para mí, son además muy valiosas. Se trata de dos películas que no podrían ser más distintas. Una es una fantasía linda sobre el cine, una historia de amor. La otra es más bien, no sé, como una historia de terror pero en el mundo real, ¿me explico? De desamor. De lo que nos lleva a hacer, a ocultar, lo indecible. ¿Quién sabe qué sombras existen en el corazón del hombre? Ashgar Farhadi habla de eso.

Naciste en Argentina, creciste en Francia. ¿Cómo explicas esta particularidad en tu .vida?
Pues mira, yo me siento francoargentina. Toda mi familia es argentina. Yo tengo hijos franceses, que son los primeros de mi familia que no son argentinos. Mis padres y yo nos hablamos en español, si bien yo tengo un poco de acento francés (risas). Cuando la gente en Estados Unidos se enteró que era argentina y hablaba en español, no me creían. Yo me siento muy orgullosa de ser argentina, me siento tan argentina como francesa. Mi hermana, igual, me dice que soy una francesa típica (risas), pero yo les hablo a mis hijos en español y el mayor (tiene dos, Lucien, de cinco años y Gloria, de un año) me entiende perfecto, aunque me contesta en francés. Yo hacía lo mismo con mis padres. Creo que somos de donde sentimos que pertenecemos.

¿Qué es lo que más te apasiona del cine?
Todo. Hacerlo y verlo. Mi padre es un cinéfilo tremendo y Michel también. Preparando El artista vimos 200 películas mudas o más: Murnau, Borzage, Lang. Me encantaron. Pero para el personaje me inspiré más en Joan Crawford, que empezó como bailarina en el cine mudo y pasó al sonoro. Leí muchos libros de cómo era filmar en esa época, biografías, cosas así. Para El pasado, me inspiré mucho en el cine de Bergman de los sesenta: Liv Ullmann y Bibi Andersson. Esas actuaciones tan intensas sin perder jamás los estribos. ¡Qué grandes eran!

¿Seguirás trabajando con tu marido?
¡Claro! Cuando trabajamos juntos vivimos algo como pareja que es muy especial. Le da una dimensión romántica a nuestro trabajo. Es algo mágico y extraordinario poder vivir esto con alguien que amas y admiras. Siempre, mientras el proyecto lo permita, trabajaré con él. Es un gran director y un hombre extraordinario.

Hércules, de Bret Rattner

De dioses y hombres

Miguel Cane.



El tema y personaje de Hércules ha sido recurrente en la historia de cine desde hace décadas. Están las famosas cintas del musculoso Steve Reeves — que datan de los años 50 y son todo un fenómeno de culto —, las protagonizadas por Lou Ferrigno en los años 80, la versión animada de la casa Disney y más recientemente, una cinta italiana de muy poca fortuna.



Así pues, la duda salta al estrenarse una versión más, ahora protagonizada por Dwayne Johnson, el heredero de Schwarzenegger, Willis y Stallone al título de rey de la cinta de acción; dirigida por Bret Rattner, que ha probado desde hace más de una década — cuando era un “niño prodigio” de la generación de Nolan y Anderson — que tiene un estilo funcional, efectivo y eficiente para realizar este género cinematográfico. ¿Otra de Hércules? ¿Para qué?



La duda no debería de pesar mucho. Basada en una novela gráfica creada por Steve Moore, que despoja al personaje de sus orígenes mitológicos, para convertirlo en una especie de héroe mercenario, con un grupo de desadaptados que lo siguen de misión en misión, Rattner humaniza a Hércules y Johnson lo interpreta con gracia y carisma. ¿Sorprendente? No tanto. Johnson sabe que no es exactamente el tipo de actor que la gente asocia con otros proyectos, así que realiza este con entrega, porque se sabe en territorio propio. Se apoya en un reparto que incluye rostros familiares como Rufus Sewell (que, contrario a la costumbre, no interpreta a un villano, sino a un aliado), Joseph Fiennes y el enorme John Hurt — que ha heredado la posición de gran actor de carácter, y lo desempeña con gusto.



La trama es una aventura convencional, que no obstante, se permite incorporar algunos elementos de (¡sorpresa!) el film-noir: aquí Hércules es una versión del detective clásico de este tipo de historias, llamado para auxiliar a una mujer en apuros, con un secreto a cuestas, que a su vez trata no sólo de ayudarla, sino que desea resolver un terrible misterio trágico de su pasado.


Este giro argumental, junto con la revelación de la verdadera identidad de los enemigos y la ambigüedad acerca de los elementos sobrenaturales y la superstición, funciona bastante bien y hace que lo que sería una película rutinaria, se deje ver con más interés. Los efectos especiales en 3D funcionan para llamar la atención y el deseo de rendir homenaje a los antiguos épicos de estudio es palpable y logrado.

La cinta no es una obra maestra, ni de lejos, no obstante no se halla exenta de interés; Johnson toma el personaje, se adueña de él y cumple. La trama satisface y el resultado son dos horas de solaz, con buen sabor de boca que no sólo es el de las palomitas.

Hércules
Con Dwayne Johnson, Rufus Sewell, Joseph Fiennes y John Hurt
Dirige Bret Rattner
EU 2014

15 ago 2014

Lauren Bacall. In Memoriam. Por Miguel Cane

Nos adorábamos tanto, Lauren Bacall

Miguel Cane.




Betty Joan Perske, nacida en pleno Bronx de Nueva York en septiembre de 1924 era tan solo una adolescente de 17 años cuando su voluntariosa madre, Natalie, la llevó a hacerse un reportaje fotográfico que le daría celebridad instantánea. De la mano de la incomparable Diana Vreeland, editora de modas extraordinaire, visionaria de la alta costura y madre del concepto del Diablo vestido de Prada, esta rubia debilidad estableció lo que se llamó el 'look': una mezcla de esa mirada de chiquilla altanera y un mohín desdeñoso que era irresistible incitación a pecar.




Esto la llevó a actuar en Broadway como damita joven. Al principio, no se lo tomaba muy en serio, pero la seducción de las tablas fue más fuerte que su escepticismo y empezó una carrera de actriz, alternándolo con desfiles de modas y sesiones fotográficas a manos de grandes de la lente como Irving Penn y, entonces, cuenta la leyenda que, cuando el productor Howard Hawks la vio en Harper's Bazaar la hizo traer a Hollywood de inmediato para reinventarla como Lauren Bacall y ponerla frente a frente con Bogart en Tener y no tener.

 

Las proverbiales chispas saltaron por doquier y el incendio no se hizo esperar. El resto de la historia, todo mundo la conoce: de la noche a la mañana, Bogie abandonó a su conflictiva esposa, Mayo Methot (con la que a lo largo de su matrimonio protagonizó plétora de grescas y reyertas públicas, algunas incluso a punta de pistola, estando ambos hasta la peineta) y 18 meses después de conocerla, se casó con ella.


Además de otras cintas que realizó junto a Bogie – El Sueño Eterno, La Senda Tenebrosa y Cayo Largo -, Betty (como le gustaba que la llamaran los cuates) brilló con luz propia en varios filmes, de los que quizá el más destacado sea Cómo casarse con un millonario (1953) en el que compartió pantalla – y derrochó encanto – con Betty Grable y Marilyn Monroe; su rol como la sexy cazafortunas Schatze Page le valió tanta fama, que hasta en las Looney Tunes el Pato Lucas se disfrazó de ella para cantar The Latin Quarter.


Tras la repentina muerte de Bogart, al que acompañó mientras rodaba La reina africana (John Huston) en locación, al lado de Katharine Hepburn, aguantándolo todo, hasta el insoportable calor del continente negro, quedó viudita suculenta con dos hijos pequeños. Esto no la detuvo, aunque estaba muy deprimida. La rubia protagonizó un espectacular melodrama de Douglas Sirk, Escrito en el viento, al lado del muy viril y engañoso Rock Hudson, y también tuvo un ardoroso affair con Frank Sinatra — que la dejó de manos a boca con un palmo de narices al rehusar casarse con ella, por querer darle otra vuelta al tiovivo con la despampanante Ava Gardner — y luego pasó la década de los 60 en el tálamo nupcial con el enormísimo actor Jason Robards, con quien tuvo otro hijo y al que dejó por ser un incorregible borrachales.


Antes de tener que verse obligada a aceptar papeles segundones en cine como esposa o madre de alguien, prefirió refugiarse de nuevo en Broadway, donde gracias a su trabajo en obras de gran éxito como Flor de Cactus — al lado de Walter Matthau— y Aplauso, versión musicalizada de Eva al desnudo, en el que dio vida a Margo Channing, alcanzó estatus de diva de la escena rápidamente, y el respeto de una industria que ya no la veía solo como un cuerpo tentador y una voz cautivadora (el efecto de fumar como chacuaco desde muy jovencita: esa dicción perfecta con un toque rasposón e inimitable).


De hecho, fue hasta que pasaba de los cincuenta, en 1981, que volvió ante las cámaras, en The Fan, en la que encarnaba a una rutilante estrella teatral acosada por un fanático de buen aspecto pero enfermizas intenciones (el güero Michael Biehn, algunos años antes de Terminator). Gracias a su frescura tan singular, se negó a ser una old lady y adquirió pronto calidad de mostre sacré y actriz fetiche para algunos directores iconoclastas como Robert Altman (que en 1994 la llevó en Prèt-á-porter haciendo una versión precisamente de Mrs. Vreeland, con gracia infinita), Lars von Trier — que la colocó en Dogville como la avarienta y cruel Mamá Ginger, matriarca de ese pueblo infernal perdido en las montañas — y Jonathan Glazer, que le dio un gran papel como la astuta y empática madre de Nicole Kidman en la injustamente infravalorada (y hermosamente realizada) Reencarnación, cuando ya había llegado a los 80.


Residente por décadas en el famoso edificio Dakota de Manhattan (donde fue vecina de John Lennon y Yoko Ono, que le caían mal por jipis y pachecotes), Betty no tenía pelos en la lengua y vivió desprovista de falsa modestia o pudor. Así aireó toda su ropa sucia en dos autobiografías y se mantuvo hasta su deceso esta semana, a consecuencia de una embolia, como una de las muy escasas leyendas que le quedaban a Hollywood (ahora ya sólo queda Olivia de Havilland, a cuya muerte el Hollywood de la edad de oro estará oficialmente muerto), un lugar al que ella misma siempre llamó con menosprecio “ese poblacho idiota”.

Robin Williams. In Memoriam. Por Miguel Cane.

Robin y la sonrisa triste

Miguel Cane.


Seguramente habrá muchas notas estos días que hablen de Robin Williams. De su deslumbrante carisma o su manera casi innata de hacer reír a los demás, de su filmografía, que en años recientes había decaído casi totalmente en la autoparodia y la complacencia, en la película hecha con el único fin de ganar dinero — algo que también hacen desde hace años DeNiro, Pacino y Nicholson, sin que nadie realmente les lea la cartilla por lo mismo —. Esta no pretende ser una nota periodística, ni un recuento de sus personajes (aunque algo habrá de ello). Tampoco es mi intención aventarme una diatriba acerca de por qué los comediantes combaten la depresión por dentro, mientras sueltan la carcajada por fuera, y cómo este hombre finalmente perdió la batalla contra sus demonios personales.


Para los de mi generación — los que ya dejamos atrás los treinta — Williams siempre será Mork de Ork, el extraterrestre que exclamaba “¡Na Nu! ¡Na Nu!” y nos contagiaba con su excentricidad entrañable. Esa es la primera imagen indeleble que dejó en el mundo entero. Después de esa extravagancia insólita en la pantalla chica, tuvo su debut en cine encarnando a Garp, el personaje creado por John Irving, en la versión cinematográfica de El mundo según Garp — de George Roy Hill, 1982 —, donde al lado de Glenn Close (como su poco ortodoxa madre), John Lithgow (como un ex futbolista de la NFL convertido en dulce y sensible mujer trans) y Mary Beth Hurt (una de esas grandes actrices que injustamente han ido evaporándose en el olvido) presenta lo que sería su vena más brillante en el terreno histriónico: el hombre simpático, de humor estrafalario y cándida humanidad salpicada de patetismo; un doloroso y a un mismo tiempo, sonriente espejo de nosotros mismos.


La fama es algo inevitable cuando se tiene un talento tan crudo, tan eléctrico. Finalmente, acaba encontrándolo a uno y escapar de su abrazo, tanto cálido como maldito, es imposible. Así lo vimos hacer tantas cosas delirantes — darle su merecido a una odiosa Sally Field en Mrs. Doubtfire, para poder seguir cerca de sus hijos, recurriendo al travestismo, encarnar con una gracia insondable al genio de Aladdin —, si bien la sensación que queda, es que Williams todo lo que quería, más allá de la hiperlalia y la hiperquinesia, de los ademanes característicos, las múltiples voces y la (a veces insoportable) genialidad neurasténica — era que alguien le hiciera caso. El exhibicionismo en él no era meramente tal cosa, tenía un objetivo perentorio: ser querido por alguien y lo lograba casi siempre.


Por supuesto, es recordado por su variopinta filmografía, y en un caso de sutil ironía, casi todas las películas que se recitan ahora —Sociedad de los Poetas Muertos y Good Will Hunting, ambas indigestas en sus mensajes positivistas y de superación personal; Hook y Flubber, que le iluminaron la infancia a los que fueron chicos en los 90, pese a ser bastante malitas; la sensiblera Más allá de los sueños, la infame Patch Adams, tan sobrevalorada en su ramplonería abyecta, Despertares o la ya mencionada Papá por siempre— comprenden una parte rutilante, en una carrera tan ecléctica como su propio intérprete. A Robin Williams, personalmente, lo tengo presente entre mis afectos por otras menos populares entre la tropa: The Fisher King (lastrada con el estúpido título de Pescador de Ilusiones), magistral trabajo de Terry Gilliam, con esa fabulosa secuencia coreografiada en la Grand Central Station de Manhattan; Insomnia, de Christopher Nolan, filme menor — mas no por ello menos interesante —, en que encarnaba por primera vez a un amoral asesino en serie (y de paso, le daba una revolcada a Pacino); la perturbadora Jumanji, que de manera subversiva se vendió como película para niños, pero en realidad es una fábula siniestra sobre la infancia perdida y el caos; también Las aventuras del Barón Münchausen, la ácida y amarga ¿Quién mató a Smoochy? (dirigida por Danny DeVito) en la que se burla de la industria de la TV para niños a los que trata como imbéciles; su intrigante trabajo en Retrato de una obsesión (de Mark Romanek) y esto sin dejar de lado su aparición como el doctor Cozy Carlisle, psicoanalista de incógnito que trabaja en un supermercado y es pieza clave para ayudar a un detective privado (Kenneth Branagh) a resolver el misterio de una hermosa amnésica (Santa Emma Thompson) en la neo-hitchcokiana Volver a morir.


En años recientes, la imagen pública de Williams era de alguien medio insoportable por intenso y sus últimos filmes fueron — con la excepción de World’s Greatest Dad, otra comedia cruel — innegables churros. Pero reducirlo a sólo eso es algo simplista. Era alguien atormentado, sí, pero no renunció a su humor pese al precio de la depresión. Se lleva acaso, la última carcajada en el humor negro (que era el que más le gustaba); lástima de tanto esfuerzo, Gwyneth Paltrow. La interpretación definitiva y más convincente de Sylvia Plath es la que hizo Robin Williams al irse de este mundo.

Megan Fox: Con las Tortugas Ninja vuelves a ser niño

Miguel Cane.


Es considerada una de las mujeres más bellas del mundo, pero esto no ha llevado a Megan Fox (Tennessee, 1986) a ser vanidosa. Es sencilla y amena, por completo alejada de la noción de “estrella de cine”. Desde su debut en Confesiones de una adolescente (con Lindsay Lohan), hace 10 años, no ha dejado de trabajar. Se volvió más conocida como Mikaela en las dos primeras cintas de Transformers y aunque había dicho que no volvería a colaborar con Michael Bay, hizo a un lado sus diferencias con el director y productor para llevar el papel principal como la reportera April O’Neil en la nueva versión de Las Tortugas Ninja, cinta dirigida por Jonathan Liebesman, que vino a promover en México.


¿Eras fan de las Tortugas Ninja antes de involucrarte en el proyecto?
Desde pequeña; me volví fan cuando vi la película de 1991 y me enamoré de las tortugas y de la franquicia. Les pedí a mis papás que me compraran los juguetes. “¡Pero son juguetes de niño!”, decía mi mamá. No me importó. Yo quería tener a todas las tortugas y a la Rata Splinter y a April y a Shredder y veía la serie animada. Me hicieron muy feliz de pequeña, por eso, hacer esta película para mí es como un sueño hecho realidad.


¿Cómo fue que te involucraste en este nuevo lanzamiento?
Leí en el periódico que planeaban hacer una nueva película de acción viva sobre las tortugas, sabía que se había hablado de ella por años. Fui a Platinum Dunes, la productora de Michael Bay y tuve suerte de que me abrieran las puertas. Todas nuestras diferencias las habíamos sepultado, aprendí mi lección y pedí una audición. De verdad quería ser parte del proyecto, así que peleé por un papel y escribí muchos correos electrónicos. Michael fue comprensivo y me dio la oportunidad. Es que en verdad quería estar en esta película. Creo que nunca estuve tan entusiasmada con ser parte de un proyecto por lo que representa precisamente, ya que me llevó a mi infancia.


¿Cuál de todas era tu tortuga favorita?
¡Michelangelo! (carcajadas). Cuando eres una niñita te puedes enamorar de un personaje de caricatura, aunque suene ridículo. También era mi favorito porque ponía el toque de humor al grupo, es el que nunca toma las cosas en serio. Como adulta, me di cuenta de que su personalidad se parecía a la de mi padre, así que también pudo gustarme por esa razón.


¿Te sentiste identificada con el personaje de April O’Neil?
Cuando la miras por primera vez parece una entrevistadora de las que ves en las alfombras rojas, que hace trabajos tediosos para su cadena de televisión, pero aspira a que se le tome más en serio. Desea algo más, así es que te das cuenta de que es infeliz y trata de encontrar una historia real para ascender. Su vida cambia cuando se cruza con las tortugas y se involucra profundamente en su historia, al grado que se pregunta qué tanto quiere contar la historia y convertirse en una periodista renombrada, o proteger a esta nueva familia de la que se ha convertido en miembro a lo largo de todo el proceso.


¿Crees que tú misma serías una buena reportera en la vida real?
No sé. Es algo que respeto mucho porque es un trabajo agotador y a veces ingrato. Creo que no prosperaría en esa industria porque no me gustaría cubrir eventos frívolos como las noticias de celebridades y con esto no quiero ofender a quienes se dedican a hacer entrevistas con gente como yo, es solo que creo que es demasiado tener que hablar siempre con gente que puede ser muy difícil, y yo no sé si tengo la paciencia y disciplina. Al mismo tiempo, mi mente es muy sensible y las noticias de lo que ocurre realmente en el mundo me abruman un poco. Así que ningún extremo del espectro es bueno para mí. Creo que los reporteros tienen un nivel de compromiso enorme, y los que cubren fuentes como las guerras o la política son personas valientes.


Trabajaste con Bay en las primeras dos cintas de Transformers, ¿en qué fue diferente ésta?
Hubo menos explosiones y acrobacias en esta película que en Transformers. También la forma en que interactué con las tortugas fue diferente de como lo hice con los robots gigantes. Aquí interactué con actores reales que encarnaban a las tortugas por medio de la tecnología de captura de movimiento, en lugar de robots gigantes que jamás estuvieron allí. Además, el tener un diálogo con alguien que está físicamente frente a ti y que dice sus parlamentos cambia todo lo que haces, lo facilita. Me sentí mucho más implicada y creo que eso también se nota en el trabajo actoral.

¿Son estas tortugas distintas a las de antes?
Creo que son similares. No son tan camp como las caricaturas, pero son muy fieles a los cómics y caricaturas originales. La gente quiere ver a las tortugas con las que creció, y las nuestras son tan cómicas, chistosas y ridículas como ellas. Creo que los fans, y hay muchos, van a estar felices con el resultado. Jonathan por encima de todo, quiso hacer una buena película. Siempre está dispuesto a oír opiniones para mejorar lo que ocurre. Así que éramos un verdadero equipo.

¿Por qué piensas que las Tortugas Ninja son tan queridas en todo el mundo?
Mi teoría es que cada una de ellas está basada en nuestros temperamentos, así que podemos vernos a nosotros mismos en cada una de ellas. No sé si está fórmula fue intencional pero es perfecta para atraernos a todos. Michelangelo es con el que más nos identificamos, aunque Leonardo puede ser un poco melancólico, y yo también tengo algo de eso. Cuando ves a las tortugas, sientes que vuelves a ser un niño de nuevo, sin pretextos o excusas. Y a veces eso es necesario también.

Eres mamá de dos niños, ¿con esta película les mostrarás a qué se dedica mamá?
Tengo tres hijos, pues mi esposo Brian (el actor Brian Austin Green) tiene un hijo de 11 años, Cassius, y tenemos una buena relación y es hermano de mis hijos, Noah y Bodhi, que son aún muy bebés. Pero él vio la película y le gustó, así que me siento muy contenta. Es una gran satisfacción que no conocía y es verdad, me gustaría que un día mis bebés crezcan y vean la película y digan: “¡Wow, mamá está con las Tortugas Ninja!”, es parte de dedicarte a esto. Y es una recompensa muy bonita.

Las vidas de Grace / Short term 12, de Destin Daniel Cretton. Por Claudi Etcheverry

Claudi Etcheverry.


El director es un hawaiano que se trasladó a California al acabar el instituto, donde trabajó en un hogar de acogida para adolescentes en situación de riesgo. Es evidente que muchos elementos de la cinta trasladan seguramente esas experiencias, y se narra la historia de Grace, una cuidadora en una institución privada para adolescentes conflictivos sin causas penales. En su trabajo de ayudar a los internos acaba por enfrentar su propio universo de fantasmas personales.



Aquí voy a hacer una aclaración inicial: siempre pienso que el orden de los dos términos que relaciona la palabra “pero” sí altera el producto. Si digo “Pedro es desordenado, pero es bueno”, resalto su cualidad positiva; y si digo “Pedro es bueno pero muy desordenado”, el razonamiento es sustractivo, y tan completamente bueno no resulta el bueno de Pedro. Por eso, voy a detallar de esta producción lo que me parece que tiene de bueno; y completamente aparte, lo que no me ha parecido bueno en absoluto, y que sea quien vaya a verla el que ponga ambos términos en el orden que mejor le parezca.



Al director se le ve la construcción de la trama desde muy temprano en la cinta. No porque el factor sorpresa haya de ser absolutamente necesario siempre: la historia de la serie “Breaking bad”, por ejemplo, es el detalle descarnado de una deriva moral que se adivina ya desde el primer instante, y la pretensión de la serie no es sorprender sino detallar con ánimo meticuloso, figurativo –y siempre morboso– el universo amoral del protagonista. En “Las vidas de Grace” creo que esto resulta accidental, y no se trata ni de lo uno ni de lo otro, porque Cretton ni disecciona ni sorprende. Visto así, lo entiendo como un fallo del mecanismo dramático, que no se decide por ir a repicar o quedarse dando misa.



Por otra parte, hay un aspecto en que Cretton (director y también guionista) peca de rigidez en un afán de darle la marca indie a su producto. Sin llegar a ser en ningún momento políticamente incorrecta, la cinta se desliza por un terreno muy resbaladizo porque Cretton aborda la locura con una cierta mirada bohemia. Casi todas las miradas bohemias y burguesas de los trastornos mentales pecan de ingenuidad porque resaltan los aspectos libres y creativos del delirio pero desatienden la inmensa carga de angustia que suponen. Con más mesura que esto, el director-guionista no llega tan lejos pero no se sabe bien si su copa trae chicha o si es limonada. No pude dejar de pensar en otra cinta, “One flew over the cuckoo’s nest” (“Alguien voló sobre el nido del cuco”, o “Atrapado sin salida” en Latinoamérica, de Milos Forman) que a pesar de estar mucho más encajada en los típicos moldes made-in-Hollywood, muestra una institución psiquiátrica con rigor, tal como es; en la institución de Grace, todo está por hacerse y uno se hace cruces de pensar que ese sea el protocolo de actuación en una casa de acogida como ésta, con cuidadores laxos, en pleno descubrimiento de su propia personalidad, y sin contención ni supervisión más que la de un Gerente cuya única virtud y consistencia parece ser la edad. Aquello de que el Diablo sabe por viejo está por verse en bretes como éste. Desde esta perspectiva, el desenlace de la cinta es casi un milagro porque las cosas podrían haber ido infinitamente peor y todo se hace poco verosímil.

El protocolo de este hogar colectivo es un caos metódico. De solo imaginar una institución que funcionara así uno entiende que necesariamente el director moraliza y encarga a una empatía errática y mágica que los vínculos entre cuidadores e internados se sellen o que los individuos se curen. Mejor no entrar en la fábula psicoanalítica de esta película porque no hay por dónde pillarla y se abusa de los primeros planos de una buena actriz expresiva, pero el aura de Grace no le alcanza ni para santa ni para líder. En la fábula psicoanalítica de Cretton, el trasiego de Grace por los andurriales de los dramas ajenos la arrastran al abismo de su propia condición, y el intercambio de roles entre Grace y sus internos resulta francamente risible porque entonces el aura la tienen ellos. Hay que ser un titán de la lucidez y del afán de salud mental para dar semejante salto sin red, y caer de pie.

Sin embargo (aquí está el “pero” para que ponga usted esa primera parte antes o después de ésta si le parece) prefiero esta película desigual pero valiosa y no un producto impecable que cumpla con todos los signos del cine comme il faut y no se trate de apenas nada. Me parece que el día que el Director haga una terapia en serio todo esto le va a sonar a cuentos de hadas. Aun así, prefiero los tropiezos de “Las vidas de Grace”, a la desgracia de tantas otras películas que nos muestran vidas en historias en las que todo va sobre cintas de terciopelo. Película desigual, sí, con virtudes reales y errores insalvables, pero que al menos transita un espacio para ensayar otra manera de mostrar el cine.

Director: Destin Daniel Cretton; con Brie Larson (Grace), John Gallagher Jr. (Mason), Stephanie Beatriz. (Jessica), Rami Malek (Nate), Alex Calloway (Sammy), Kevin Hernandez (Luis), Lydia Du Veaux (Kendra), Lakeith Lee Stanfield (Marcus), Frantz Turner (Jack), Kaitlyn Dever (Jayden), Diana Maria Riva (enfermera Beth).

Golpe de Talento, Un / Million Dollar Arm, de Craig Gillespie

Miguel Cane.



Para cerrar el verano, la casa Disney estrena un filme ligero, familiar y positivo, basado en hechos reales. Un Golpe de Talento es el debut como protagonista de Jon Hamm, que se despoja de su imagen como el complejo Don Draper para encarnar al JB Bernstein, un agente deportivo que ha visto pasar su mejor momento, hasta que le encomiendan la búsqueda de nuevos talentos para el béisbol en el amplio mercado de jugadores de cricket de la India.



Así es como conoce a dos jovenes, Rinku Singh (Suraj Sharman) y Dinesh Patel (Madhur Mittal), que tienen un gran talento como pitchers. Así, son entrenados para ver si sirven o no en las grandes ligas. Por supuesto, el espectador con experiencia — o que sigue las noticias deportivas — sabe el resultado de esta proeza, pero quien no tenga idea, se encuentra ante un filme realizado de manera competente por Craig Gillespie, y aunque está muy lejos de ser tan significativa como Moneyball — la notable cinta de Bennett Miller —, es una historia que no pierde ritmo, que invita a seguir a sus personajes en constante movimiento y se ampara en el clásico tema de los contrastes y el shock cultural — principalmente al extrapolar con humor un poco absurdo, pero bien intencionado y políticamente correcto las “tribulaciones” de Bernstein en su viaje exploratorio a la India y más tarde cuando este junto al par de jugadores regresa a los Estados Unidos, con la intención de hacerlos estrellas y, naturalmente, salvar su pellejo.



La relación entre JB y su esposa Brenda (Lake Bell), sirve como complemento a la trama, si bien es inevitable la comparación con el trabajo (superior, huelga decir) de Tom Cruise y Renée Zellweger en Jerry Maguire (Crowe, 1996), que era una historia ficticia y no obstante se siente más honesta que esta, que ostensiblemente se centra en personajes que realmente existen — y que obviamente colaboraron con la producción —.



Esta subtrama amorosa es la contraparte sentimental y obligatoria a la de acción deportiva, que tiene momentos de adrenalina necesarios para mantener la atención, sobre todo si contamos que al durar dos horas, a veces se siente que al producto le sobran por lo menos cuarenta minutos y que esta indulgencia en tiempo es innecesaria. El balance se da correctamente y la película funciona por lo que es. Ni obra maestra, ni paradigma de la naturaleza humana. Todo preadolescente necesita una película para ir al cine con su padre un sábado en la tarde y recordarlo con gusto cuando sea mayor. Esta es exactamente esa clase de cinta. Ni más, ni menos.

Million Dollar Arm / Un Golpe de Talento
Con Jon Hamm, Lake Bell, Bill Paxton, Madhur Mittal y Suraj Sharman
Dirige Craig Gillespie
EU 2014

7 ago 2014

El pasado / Le Passé, de Asghar Farhadi

Miguel Cane.



Después de cuatro años de separación, Ahmad (Tahar Rahim) llega a París desde Teherán, a expresa solicitud de Marie (Berénice Bejo), su esposa francesa, para proceder a finalizar las formalidades de su divorcio. Durante su corta estadía, Ahmad descubre la relación conflictiva que Marie mantiene con la hija de ambos, Lucie. Sus esfuerzos por intentar mejorar esta relación dejarán al descubierto un secreto del pasado.



El más reciente filme de Farhadi (Una separación, Oscar a la mejor película extranjera en 2012), es el retorno a temas conocidos, pero con un nuevo matiz: un melodrama familiar estructurado con delicadeza, en el que el final de un matrimonio es en realidad el pretexto para el comienzo de algo más. Un lienzo en el que plasma crudas revelaciones sobre la naturaleza humana, de un modo tan impactante y sutil como Secretos y mentiras, de Mike Leigh (1996). Esta primera incursión en el terreno europeo por parte de Asghar Farhadi supone, por irónico que parezca, un nuevo brote de ideas narrativas en el terreno cinematográfico occidental y deja patente su talento particular.



Esta es una película que plantea preguntas y obliga al espectador a pensar en las posibles respuestas. Esto puede quedar visto como “hilos sueltos”, pero Farhadi reflexiona sobre la insistencia por parte de los personajes en rascar y rascar heridas que muy bien podrían estar cerradas, en indagar sin descanso en hechos pasados, en un acto de abrirlas de nuevo. El director en ningún momento juzga a los personajes, así muestra tanto su parte más humana como su lado más perverso, obteniendo de sus actores principales actuaciones desgarradoras (algo que sorprende especialmente en el caso de la Bejo, que por culpa de El Artista, parecía ser solo una cara bonita, sin embargo aquí demuestra una autoridad interpretativa cruda y notable, obviamente, mano de la dirección). Así todos ellos demuestran encontrarse en una posición comprensible al mismo tiempo que a todos les es permitido, en determinado momento, sufrir su propio colapso moral. A ello ayuda el estilo de Fahradi: pausado, controlado, casi Bergmaniano en su forma.

Este filme es una de las mejores cintas del año, muestra una manera de contar un melodrama convencional desde un ángulo completamente distinto y lo consigue gracias a la genialidad de Asghar Farhadi uno de los cineastas jóvenes más destacados de nuestra era.

El pasado / Le Passé
Con Berénice Bejo, Tahar Rahim, Babak Karimi, Ali Mosaffa y Pauline Burlet
Dirige: Asghar Farhadi
Francia/Irán 2013

Freddie Highmore: en la serie no se sabe en quién confiar

Miguel Cane.



Tras alcanzar el estrellato aún niño en filmes como En busca de nunca jamás, Charlie y la fábrica de chocolate o la trilogía de Luc Besson Arthur y los Minimoys, Freddie Highmore (Londres, 1992) da un giro radical a su carrera para encarnar al protagonista de la teleserie Bates Motel, Norman Bates (personaje inmortalizado por Anthony Perkins para Alfred Hitchcock en Psicosis en 1960).



El guión toma elementos de la novela original de Robert Bloch y los traslada a nuestra época, para mostrar la enfermiza dinámica familiar entre este adolescente y su madre Norma (la aclamada actriz Vera Farmiga), en un pueblo donde no todo es lo que parece. Creada por Carlton Cuse (uno de los responsables de Lost) la serie ha tenido éxito internacional y ya Universal estrena su segunda temporada en América Latina.



¿Cómo llegaste a ser Norman Bates?
Durante mis primeros dos años de estudios en Cambridge no había tenido realmente deseos de actuar. Me concentraba en los estudios, porque estar en la universidad es una experiencia única, es un lugar tan extraordinario que hubiera sido una tontería no haberlo disfrutado. Pero también hubiere sido una pena involucrarme en la serie cuando se dio esa oportunidad. Es impresionante que a uno le toque interpretar un papel como Norman. Nos arreglamos para encontrar la mejor manera de combinar todo.



¿Qué sabías acerca de la historia? ¿Viste Psicosis?
Sí, claro que la había visto. Lo interesante, lo que me pregunté cuando me la ofrecieron fue, ¿qué hace que Norman Bates sea como es? Esta serie explora eso de manera muy interesante. Estamos hablando un poco del tema de lo innato y lo adquirido. ¿Estaba destinado a convertirse en un asesino o fue su madre y ese pueblo sospechoso los que lo llevaron a la locura? Y si es lo segundo, si fue su crianza lo que lo condicionó e hizo posible que terminara como sabemos que terminó, ¿qué dice eso de nosotros? Si a nosotros nos hubieran criado así, ¿seríamos distintos de lo que somos? Todos nos ponemos un poco locos de vez en cuando. ¿Seríamos parecidos a él? Es fascinante hacerse estos cuestionamientos.



¿Qué es lo más difícil de interpretar un papel emblemático?
Uno quiere hacerle justicia al personaje. Hay quizás cierta presión por la gran interpretación de Anthony Perkins, pero yo sentí más presión por hacerle justicia al personaje y la historia, sentir que la serie es justamente especial. Es su propia historia. Que esté ambientada en la época actual nos da flexibilidad, así el arco narrativo es único. Nunca hice televisión antes y aprecio mucho el tiempo que uno tiene para trabajar en el personaje y mostrar cambios. No tiene por qué ser obvio desde el primer episodio que Norman Bates va a ser un asesino. En las dos temporadas hemos mostrado el desarrollo del personaje y acabó de firmar para hacer una tercera. El personaje se desarrolla lentamente a medida que transcurre la serie.

¿Cómo se establece la relación entre Norman y su madre?
Todos los días son Día de la Madre en casa de los Bates (se ríe). Uno influye en el otro de manera negativa, pero al mismo tiempo no pueden vivir el uno sin el otro. Es una simbiosis fascinante. También son cómplices hasta cierto punto porque los vemos deshaciéndose de un cadáver al principio de la serie. Es una relación obsesiva pero también, sin duda, de amor. Norman tiene ciertos complejos pero, para mí, se trata más del deseo de un hijo por su madre, aunque no es necesariamente un deseo sexual. Creo que muchas de las cosas importantes en Bates Motel no se dicen, se sugieren. No se sabe en quién confiar, no se sabe quién está diciendo la verdad, y eso lo hace muy interesante.

¿Cómo verá el público a Norman esta temporada?
Es importante que el público sienta empatía o simpatice con Norman desde el principio a pesar de saber cómo va a terminar. Es la esperanza que todos tenemos, pensando que tal vez no tiene que terminar así. Es una buena persona, no tiene por qué tomar ese camino. Es un fenómeno en el cual el público apuesta por él a pesar de la tragedia que sabemos que se va a producir, porque no podrá escapar del destino que ya está escrito desde el comienzo. Hay que construir el personaje desde el comienzo para que cuando mate a su primera víctima sea creíble. Debe haber un grado de credibilidad, no puede ser una persona totalmente normal. Pero al mismo tiempo hay personas de la vida real que hicieron el tipo de cosas que hizo Norman y que actúan de una manera normal, algo que es horrible pensar.

Se insinúa que se podría descartar la historia anterior para que Norman no termine como un asesino.
Al final de la primera temporada sabemos que Norman ya mató a alguien por primera vez; en esta temporada comprendemos cada vez más la dinámica entre Norman y su madre, cómo depende uno del otro. Se insinúa la posibilidad de que haya problemas mentales que puedan comenzar a desarrollarse a esa edad y que podrían explicar mucho en el futuro.

¿Cómo es tu dinámica con Vera fuera del set?
Vera es adorable. A diferencia de como es Norma con Norman, en la vida ella es una madre increíble para sus hijos y ellos tienen suerte de tenerla. Si Norman tiene suerte de tener a Norma como madre o no, es otra historia. En cuanto a su actuación, parece que no hiciera ningún esfuerzo, es tan natural, pero estoy seguro de que es mucho esfuerzo llegar al punto en donde ella puede liberarse y actuar desde las emociones. Creo que su interpretación de Norma la hace tan llena de matices y contradicciones que uno no está seguro de cuál es la verdad, y eso es atrayente.

Fuiste actor infantil y luego a la universidad, ¿estás tomando la actuación como carrera ahora?
Llegará el momento en el que tendré que elegir un camino. Pero seguí con los estudios, hice algunas películas y ahora esta serie. Uno aprende a medida que crece y no hay por qué dedicarse a una sola cosa. No tiene por qué ser que uno deje la universidad y se dedique a algo por el resto de la vida, inexorablemente. Se puede tener una carrera y eso me da la posibilidad de hacer otra cosa si quisiera. Por el momento, es genial. Tengo mucha suerte de estar en esta serie. Uno trabaja con gente maravillosa haciendo algo estupendo, los guiones son extraordinarios, y espero que haya más. No podría estar más feliz.

¿Es posible tener una vida normal siendo actor?
Sí, claro, muy normal. Siempre hay gente que te reconoce y te dice que te vio en el cine. Pero hay maneras de atraer ese tipo de atención si uno quiere y, como yo nunca quise hacerlo, evito ser reconocido lo más posible. También me han reconocido como Norman, y eso está bien. Eso habla de que estoy haciendo bien mi trabajo.

Fuente: Milenio Semanal.