29 ago 2013

Maribel Verdú: He hecho de puta, monja, aristócrata, criadita, de todo…

Miguel Cane. 


Esbelta y vivaz, de expresivos y oscuros ojos y con una extensa carrera en el cine de ambos lados del Atlántico, María Isabel Verdú Rollán (Madrid, 1970), bien conocida como Maribel, es una de las actrices más celebradas de su generación. Inició su carrera a los 15 años y desde entonces ha trabajado para algunos de los directores más distinguidos en cintas de habla española, como Fernando Trueba (Belle Epoque), Vicente Aranda (Amantes), Alfonso Cuarón (Y tu mamá también), José Luis Cuerda (Los girasoles ciegos) y hasta con Francis Ford Coppola (en Tetro, filmada en Argentina).


Su presencia resalta en pantalla y la ha llevado además a ser miembro de tres academias de las artes y ciencias cinematográficas: la de España, la de México (tiene un premio Ariel por El laberinto del fauno) y la de Hollywood. Por su participación como la apasionada madrastra en Blancanieves, la cinta vanguardista de Pablo Berger —que se estrena en México esta semana— obtuvo su segundo premio Goya como mejor actriz (así como virtualmente todos los premios en España este año), en una interpretación que asegura es de las más excepcionales que podría realizar una actriz en esta época.

¿EN QUÉ MOMENTO SE DA EL PASO DE BLANCANIEVES A MADRASTRA MALVADA?

A ver, en todos estos años he hecho de puta, de monja, de aristócrata, de criadita, yo qué sé, de todo, pero con la edad se pasa por que se pasa. Si se filmara hoy Amantes no sería Trini sino Luisa (Victoria Abril); yo ya nunca podría interpretar a Blancanieves. Soy una madrastra. Afortunadamente, porque, dime, ¿quién querría quedarse para siempre con trenzas y calcetas? ¡Yo no!


AUNQUE BERGER SE BASA EN EL CUENTO DE LOS HERMANOS GRIMM, ÉSTA ES UNA VERSIÓN SUI GENERIS...

Desde luego. Me encanta. Y me gusta que se origine del cuento. La verdad es que yo creo que los cuentos son aterradores, pobres niños. Son muy tremendos, muy crueles. Pero esta es una locura maravillosa que Pablo trabajó con mucho mimo, por mucho tiempo. Es una verdadera obra de arte, porque no solo tiene el cuento, también tiene todas estas referencias al cine mudo, al toreo, a la España de los años veinte, es decir, es como un cuento de hadas dentro de un cuento de hadas, solo que Pablo lo hace más preciosista y elitista, sin los típicos lugares comunes.

¿CÓMO FUE LA EXPERIENCIA DE TRABAJAR CINE MUDO?

Cuando estudias interpretación aprendes algo muy importante: que con gestos se puede decir absolutamente todo. Blancanieves se entendería perfectamente sin intercalar líneas de diálogo. Es más, si tú a mí vienes y me dices que todas las películas que voy a hacer van a ser mudas a partir de ahora, yo te diré “¿dónde hay que firmar?”. Ahora bien, ojito aquí, que mi personaje habla, lo puedes comprobar si ves la película con un lector de labios. Tuve que aprenderme los diálogos como en cualquier otra película y decirlos con la misma inflexión que en una película sonora. Fue algo impresionante, porque todo el proceso es distinto; tienes que exagerar todo, para que parezca tan sutil como se ve en pantalla.



¿SIENTES QUE EL ARTISTA VINO A OPACAR UN POCO EL IMPACTO DE BLANCANIEVES?

Uf, sí. Qué rabia, y qué injusto. Pero qué puedo decirte, son de esas cosas pues que suceden de repente, ¿sabes? Estas coincidencias que a veces pasan, sobre todo en Hollywood, donde se hacen dos o tres películas sobre un meteoro, o sobre el Titanic, o lo que sea. Pero esto para nosotros fue un palo tremendo. Pablo, el director. llevaba nueve años metido en el proyecto, y yo siete, desde que me lo propuso por primera vez y me volví loca cuando me habló de él y le dije que sí, que no importaba cómo, pero haríamos esa película. Cuando por fin ya tenemos el dinero para hacerlo —y financiar un proyecto como éste es increíblemente difícil— y estamos rodando, de repente, sale otra película muda y en blanco y negro. Pero Pablo no se quebró, siguió filmando como si nada. Sin embargo, el éxito de esa película, que ganara un Oscar y todo eso, finalmente nos ayudó; es más, yo me atrevería a decir que en cierta forma ha surgido un nuevo género, o que ha resucitado.



¿CONSIDERAS QUE PODRÍAS SER TAN MALA COMO LA MADRASTRA?

¿Yo? No, no. Sería incapaz, no entiendo cómo personas así logran dormir con la conciencia tranquila. No me gusta la gente mala. No puedo con ella. Y esta es mala, mala de solemnidad. Mala perversa. Creo que nunca había hecho algo así en mi vida y en parte es por lo que quise hacerlo, me dije, voy a ser la mala del cuento para saber lo que se siente, para soltarme el pelo en esta ocasión. A veces necesitas hacer algo así para ti, como una manera de probar hasta dónde puedes llegar. Fue un poco como cuando, en teatro, hicimos Aitana Sánchez Gijón, Antonio Molero y Pere Ponce Un dios salvaje, la obra que luego filmó Polanski. Haces este tipo de personajes enloquecidos y neuróticos porque en cierta forma te liberan de cosas que tienes dentro, te purgan y te curan, podría haber hecho una gira permanente con esa obra, qué felices éramos. No nos peleábamos, éramos unos mentirosos estupendos. En Blancanieves me pasó más o menos lo mismo. Hacer esta mala fue maravilloso y fue un rodaje estupendo.

¿ALGUNA VEZ TE OLVIDAS DE TI MISMA AL ESTAR TRABAJANDO?

No, no. Como te decía ahora, nunca me olvido de que finalmente soy una actriz que solo está interpretando un papel. En esta profesión se trata de engañar lo mejor posible, con la honestidad más absoluta, por lo que no se me va la cabeza ni aplico técnicas. Actúo con la intuición y con la emoción, aunque me agote muchas veces. La cosa es así, porque creo que el arte se hace no solo con arte y técnica, ¿sabes? También se hace con un golpe de entraña.

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EN ESE SENTIDO, QUÉ OPINAS: ¿BELLEZA CONTRA INTELIGENCIA O AMBAS JUNTAS?

En absoluto, hay una inteligencia emocional que te ayuda a sobrevivir. Como esas personas que no han tenido oportunidades pero a quienes la vida les ha dado todo, grandes sabios en pueblos y pequeñas ciudades. Y también he conocido a individuos inteligentísimos que no hay quien los aguante en una cena, y gente hermosa que de tan hermosa cansa. Supongo que es cosa de encontrar el punto medio. Pablo aquí hizo un trabajo hermoso e inteligente. No siempre es posible conjuntar ambas cosas.

PARA TU GENERACIÓN TAMBIÉN HAS SIDO UN SÍMBOLO SEXUAL.

Qué cosas, sí. ¿Te das cuenta? Yo a veces, todavía hoy, me pregunto, y bueno, ¿dónde tengo lo sexy? Digo, sé que lo soy y que mi marido lo piensa, pero no deja de hacerme mucha gracia.

DOS GOYA MÁS LOS PREMIOS QUE TE HAS LLEVADO CON ESTA PELÍCULA ¿QUÉ TAL?

¡Imagínate! El Goya es un deseo hecho realidad. Por fin lo conseguí a la quinta, y el segundo no tardó mucho. Y luego, todas las nominaciones de Blancanieves. Me fui de espaldas. No lo podía creer. Y además, que llegara el reconocimiento, no tanto de los premios, sino de la gente que se acerca en la calle y me dice que les ha gustado la película, que los emociona. Y yo también me emociono con eso. Es increíble, te digo. Amo a esta madrastra.




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Chicas armadas y peligrosas / The Heat, de Paul Feig

Señoras con pistolas

Miguel Cane.



Paul Feig, director de la astuta La boda de mi mejor amiga (Bridesmaids, 2011), regresa con su segundo, decepcionante filme: una estridente comedia de temática policial protagonizada por Sandra Bullock y Melissa McCarthy, que busca agresivamente arrancar la risa a los espectadores con resultados a veces fallidos.



Sarah Ashburn (la Bullock) es una agente del FBI que despierta la envidia de sus colegas. Es una experta en atrapar malhechores, y aunque se merece un ascenso, su jefe (Demián Bichir) piensa que no es conveniente lo mal que le cae al resto de sus compañeros, por lo que la despacha a Boston, donde tendrá que desbaratar una operación de tráfico de drogas junto a la grosera y muy dura Shannon Mullins (la McCarthy).



Los enredos no se hacen esperar y finalmente, se salen con la suya, demostrando que sus tácticas burdas, son efectivas y que deben ser respetadas por los machos, porque no se dejan humillar por ellos (un mensaje que la película transmite a golpes de mazo).

Armadas y peligrosas es una película rutinaria, que sigue la tónica de películas como ¿Qué pasó anoche?, y los filmes de los hermanos Farrelly. No escatima en lenguaje soez o situaciones cómico-escatológicas, que a algunos agradará y a otros causará indigestión. Así, por ejemplo, no falta una plétora de chistoretes discriminatorios y crueles.

Si bien es cuestión de gustos y de lo que cada uno considere desagradable, pero lo cierto es que muchas veces los gags no funcionan del todo. Si la película satisface las expectativas es porque son muy bajas; básicamente no hay trama y solo el carisma (eso sí, abundante) de las intérpretes principales y su aplomo con los diálogos tan carentes de gracia.

En una semana de panorama muy pobre en carteleras, este estreno es del montón y seguramente pasará al olvido antes de un mes. No tiene gran cosa qué ofrecer, básicamente le habla al mínimo común denominador y eso no es una razón para estar orgulloso.

Chicas armadas y peligrosas / The Heat
Con Sandra Bullock, Melissa McCarthy, Demián Bichir y Tom Wilson
Dirige Paul Feig
EU 2013




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22 ago 2013

Visiones de... Angélica Ponce y Miguel Cane sobre BLANCANIEVES, de Pablo Berger

Hoy l@s invitamos a compartir con nosotros las visiones críticas de Angélica Ponce y Miguel Cane sobre la cinta española BLANCANIEVES, de Pablo Berger. Recientemente la cinta ganó varios Goya -el premio más importante del Cine Español-, en medio de la polémica entre taurófilos y taurófobos en la cual también se involucraron los críticos cinematográficos.

Ambas visiones les servirán muy bien para normar el propio criterio ante una película polémica, pero de indudable factura artística.

Visión de Angélica Ponce sobre BLANCANIEVES.

Visión de Miguel Cane sobre BLANCANIEVES.








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Blancanieves, de Pablo Berger (01). Por Angélica Ponce.

Blancanieves y los toros en tiempos políticamente correctos

Angélica Ponce.


Blancanieves, de Pablo Berger, pudo ser una gran película. La fotografía (Kiko de la Rica) y la música (Alfonso Vilallonga) son bellísimas. Las actuaciones magistrales. El ritmo impecable. Todo es perfecto hasta que el director decide traicionar su historia.

Como una adaptación libre del cuento de los hermanos Grimm, el filme de Berger está ambientado en la España de los años 20 del siglo XX, donde el flamenco y las corridas de toros son el pan de cada día. Con pinceladas de misticismo y horror, la magia se humaniza y se vuelve verosímil. Los ritos y las supersticiones redondean esa atmósfera lúgubre y perversa que encierra la historia, harto conocida, de la madrastra que odia e intenta matar a su hijastra.



Todo comienza con una encerrona. Antonio Villalta (Daniel Giménez Cacho), tras su ofrenda a la virgen, impecablemente vestido de luces desafía la tarde lidiando seis astados. Su embarazadísima musa, la bailaora Carmen de Triana (Inma Cuesta) lo acompaña desde la barrera.

 

Capote, muleta y espada se convierten en una extensión del diestro, para mostrar toda la belleza y arte que caben en el toreo. Cinco toros magníficos, bien puestos y nobles, más un sexto que, no por ser mal bicho, su nombre anuncia tragedia: Lucifer… Y ahí está. Un flash ciega a la bestia, cabecea y con sus astas ensarta el cuerpo de Villalta para convertirlo en guiñapo. La histeria se apodera de los tendidos. Carmen se ofusca. Se adelanta el parto. Torero y amante son llevados a la enfermería. Angustiosas horas. Nace Carmencita (Sofía Oria, niña / Macarena García, adulta). Muere la madre. El padre tetrapléjico renuncia a su cría. Doña Concha (Ángela Molina), la adopta. Y Encarna (Maribel Verdú), la guapa y ambiciosa enfermera, consigue marido.


La infancia de Carmencita es buena, junto a su abuela crece feliz. Las ausencias apenas importan. Igual ama al padre que casi no conoce y se comunica con su madre a través del flamenco. Mientras un simpático gallo, llamado Pepe, la hace de su compinche. Viene entonces la muerte de doña Concha. Carmencita es reintegrada al seno paterno, donde Encarna, como dueña y señora de la residencia Villalta, somete a la pequeña a todas las vejaciones de las que ya fue víctima don Antonio, desde el aislamiento hasta la tortura psicológica. Sin embargo, es aquí donde la niña se hace torera cuando a hurtadillas aprende de su padre el arte de Cúchares y entrene los lances que lo consagraron en los ruedos.


Siguiendo los cánones del cine mudo, la fotografía en blanco y negro enfatiza el dramatismo de las escenas mientras se rinde al fashionismo de la época. El universo flapper con un toque flamenco, se mimetiza en la silueta de Encarna y la vemos posar ante la cámara y los pinceles. Plumas, cortes rectos o silueteados, sombreros y un maquillaje profundo la transforman en la femme fatale capaz de hacer que Genaro, su amante (Pere Ponce), mate por ella y redondee la obra que ella misma inicia con el sacrificio de su marido.


Tras “caer” de las escaleras, Antonio Villalta vuelve a vestirse de luces para grabar, ante la lente mortuoria, el tétrico desfile de personajes que quieren guardar una estampa del acompañamiento que dan a su cuerpo inerte.


Con el duelo acuestas, Carmencita es llevada a campo abierto por Genaro para terminar con su vida. Ahí la lascivia del chófer deja en intentona la muerte de la joven. Tras un forcejeo en el río, ella pierde la conciencia y él abandona el cuerpo que será rescatado por Rafita (Sergio Dorado), miembro de la troupe de toreros enanos que la adoptará como la Blancanieves española. Josefa (Alberto Martínez), Jesusín (Emilio Gavira), Manolín (Michal Lagosz), Victorino (Jimmy Muñoz) y Juanín (Jinson Añazco) completarán el cuadro de seis, que en un juego con la historia popularizada por Disney, elevarán a siete en el cartel de presentaciones taurinas.


Entre idas y venidas por cosos provincianos, donde vaquillas y becerros hacen la suerte de lides de comedia de la compañía, un día Blancanieves debuta y se convierte en todo un fenómeno taurino que se extiende rápidamente por España. Lo que se augura como éxito, la sucumbe a los oscuros intereses del apoderado don Carlos (José María Pou), ante su analfabetismo, y al odio renovado de Encarna, que la descubre viva. Ya para entonces se respira un sutil ánimo romántico entre Rafita y Carmencita.


Bajo la promesa cumplida de partir plaza en la Real Maestranza de Sevilla, Blancanieves toma los trastos para enfrentar una vaquilla, sin saber que Jesusín, maldiciendo su suerte, opta por aleccionarla enfrentándola a un astado. Poco antes de abandonar el túnel, vestida de luces y con la cuadrilla a sus espaldas, es descubierta por don Martín (Ramón Barea) quien le reconoce como la hija del maese Antonio Villalta.

Mientras el rumor se propaga por los tendidos, la diestra experimenta en flashblack su vida antes de la troupe. El toro en franca carrera se detiene para plantarle cara, en un cuadro irreal donde Villalta, como el Carmelo del pasodoble de Agustín Lara, se asoma desde el cielo para verle torear. Con desazón y lacrimosa, Blancanieves parece renunciar. Da la espalda al bicho y se encamina a tablas, entonces recuerda una de las máximas del toreo, dichas por su padre: jamás apartes la vista del toro. Un instinto compartido hace que el astado y ella vuelvan a encararse. Carmencita toma el capote y sujetándolo con las dos manos provoca al bicho. Se queda inmóvil y espera el embiste. Agita lentamente el trapo y hace pasar las astas junto a su cuerpo. La euforia cimbra el coso. Se cambian los trastos, llega la muleta y la espada. Y entonces la historia se jode.


Si bien es cierto que la ficción se toma licencias para contar una historia, nunca será válido traicionar los principios que la hacen verosímil o refuerzan un contexto.

En el toreo español no puede existir mayor encumbramiento que la muerte del toro, sobre todo si habla de esa férrea y fiel taurómaca de los años 20 que, durante siglos, siempre se opuso a la prohibición o modificaciones en las lidias por acuerdos reales, bulas papales o intereses políticos.

Aunque el toreo ha eliminado algunos elementos de su fiesta, como la muerte de los caballos por el choque directo con los toros durante la suerte de varas, el indulto es una adopción más o menos reciente, de hecho el primero en realizarse en la Maestranza de Sevilla fue el 12 de octubre de 1965, así que pensarlo 40 años antes es imposible.

Una corrida de toros es una tragedia, en la que aparece inevitablemente la muerte del astado. Nunca un combate igualitario entre hombre y bestia. Si el diestro no puede matar al bicho en los 15 minutos que dura la lidia, se aleja al astado del ruedo, escoltado por cabestros –como un deshonor para el torero–, para concluir con su vida en los corrales.

Luego entonces, si lo más importante en una faena es entrar a matar ¿por qué crear una Blancanieves torera de los años 20, del siglo XX, que no se encumbra con la suerte máxima?


Tras este tropiezo, la cinta corre hacia su final con la manzana envenenada que sumerge a Carmencita en el sueño casi mortuorio, mientras Encarna muere en los corrales del coso sevillano. Sin declarar abiertamente que Rafita sea el príncipe azul de la doncella, será bajo su cobijo que Blancanieves reviva, cada noche, en espera del beso que la saque de su letargo.


Blancanieves, escrita y dirigida por Pablo Berger.
Fotografía: Kiko de la Rica.
Música: Alfonso Vilallonga.
Duración: 90 min.
Obtuvo 10 Goya de los 18, en 2012, que da la Academia de Cine Español a lo mejor de su cinematografía.



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Blancanieves, de Pablo Berger (02). Por Miguel Cane.

Fantasía a la Española.

Miguel Cane.



El cuento de Blancanieves, la célebre trama de los hermanos Grimm se puso de moda el año pasado, con tres versiones cinematográficas: una visualmente exquisita y extravagante de Tarsem Sing, otra pedestre y violenta, con la chica esa de Crepúsculo, y la española, que llega casi un año después de su estreno a México, y llega precedida por una reputación lograda por romper los esquemas: la cinta está realizada en blanco y negro y es muda.



Se sitúa en la Andalucía de los años 20, donde tauromaquia y flamenco son el ambiente natural. Esta es una película en la que Pablo Berger fusiona lo clásico del estilo con lo más característico y profundo de esa España para crear una atmósfera deslumbrante, casi hipnótica, con soberbios momentos, como los que acontecen en La Colosal -inspirada en la mítica plaza de toros Monumental de Sevilla-, y secuencias acompañadas al compás de la música de Alfonso de Villalonga, hecha básicamente con las palmas. Con una esencia basada en el arte del toro, en el folclor español de las bailaoras y la feria de abril, que se plasman a la perfección.



Aunque la anécdota es de todo el mundo conocida, la manera en que se narra es insólita, rebuscada y sumamente satisfactoria; aquí no hay princesa, hay una joven que lleva en las venas la sangre taurina: la madrastra es perversa y de mal corazón, hay crimen y drama, pero también absurdo, magia, enanos --y sí, son siete--, toro, milagro, baile por soleares.



El reparto es fabuloso: Macarena García es el descubrimiento, un rostro virgen en celuloide que se transforma en Carmencita, tal es el apelativo de esta Blancanieves, de sonrisa luminosa y mirada arrolladora. Ella es la desdichada hija de un Daniel Giménez Cacho que está soberbio como un matador clásico, que sucumbe a la tragedia encarnada por supuesto, por la madrastra malvada de siempre: Maribel Verdú, que hace una auténtica creación de su papel, con atuendos estrafalarios y chic, con cada gesticulación cuidadosamente medida, con una entrega a hacer cine del modo más básico y a la vez, delirante.



Blancanieves es un cuento que todos conocen, pero poco ha preparado –ni siquiera la repugnante y sobrevalorada El Artista– al espectador actual para ver un espectáculo tan peculiar como éste: una película hermosa y notable, que deja huella precisamente por su individualidad, más allá de los recursos de los que se vale para hacerlo.

Blancanieves
Con Maribel Verdú, Macarena García y Daniel Giménez Cacho
Dirige Pablo Berger
España 2012




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Bryan Cranston. Breaking Bad, ¿un final violento y desastroso?

Miguel Cane.



La teleserie Breaking Bad se ha convertido en uno de los fenómenos más grandes del medio en lo que va de la década, según la crítica y el público. El estreno de su última temporada ha sido esperado con expectación por seguidores alrededor del mundo, que desean saber qué será del personaje de Walter White, que ha cambiado mucho durante los cinco años que lleva emitiéndose la serie. El antihéroe favorito de millones de espectadores ha alterado drásticamente su vida y lo mismo le ha sucedido a Bryan Cranston (Canoga Park, California, 1956), que por su interpretación ha ganado tres premios Emmy consecutivos y ha visto su estatus como actor de carácter subir como la espuma. Por fortuna para él, lejos quedaron ya los años en que era un histrión itinerante que acudía a infinidad de audiciones sin obtener papeles; ahora tiene participaciones en proyectos de prestigio —como las cintas Drive, Contagio o la oscarizada Argo— y se ha convertido en una figura de respeto en una industria que él mismo ha reconocido como “terriblemente competitiva”, pero donde ha logrado salir triunfante con su encarnación de uno de los personajes más polémicos que han aparecido en la pantalla doméstica.



¿CUÁL HA SIDO LA RESPUESTA DEL PÚBLICO DESDE QUE SE TRANSMITE BREAKING BAD?
Pues verás, es muy curioso cómo han cambiado las cosas. Cuando la gente me conocía solo de hacer Malcolm in the Middle (comedia en el que trabajó entre 2000 y 2006) se me acercaban en plan “¡Hola! ¿Puedo hacerme una foto con usted?”. Ahora es un poco más en plan “¿Le importa si yo... ummm...”. Parecen un poco más asustados cuando se me acercan... Y eso me gusta (risas). No, ya en serio. Creo que al público le ha gustado mucho la serie, así que estoy muy satisfecho con la recepción que ha tenido.



¿TUVISTE QUE REALIZAR MUCHA INVESTIGACIÓN ACERCA DEL MUNDO DE LA METANFETAMINA PARA ENCARNAR A WALTER?
Pues sí. Quisimos apegarnos a la realidad lo más posible. Los químicos de la DEA nos asesoraron desde el principio y nos enseñaron cómo hacer "cristal" con la precisión que el personaje de Walter White requería. El proceso es muy delicado, y tienes que ser muy cuidadoso para hacerlo bien. Obviamente, dejamos pasos del proceso fuera para que no fuera instructivo para el público, no fuera a ser que le diéramos ideas, pero sigue siendo muy peligroso, solo hay que ver la cantidad de gente que pasa en las noticias que ha salido volando por hacer las cosas mal. Pero, ¿te digo algo? La verdad es que he olvidado ya por completo cómo hacerlo (risas). En cuanto a la investigación previa que hice para Breaking Bad fue básicamente acerca de química, que nunca fue uno de mis fuertes, pero eso fue así ya que al principio de la serie, Walter no sabía nada del mundo de la metanfetamina, y yo quería descubrirlo a medida que él lo fuera haciendo. Era algo más realista.



SUPE QUE TE GUSTA SUBIR LOS ÁNIMOS CON BROMAS MIENTRAS HACEN LAS GRABACIONES DE LOS CAPÍTULOS.
¡Ya me delataron! Sí que soy bromista. Me gusta que haya un ambiente distendido entre tomas, porque lo que rodamos es muy violento, ¿sabes? Es bueno tener algunas risas cuando se trabaja. Lo que yo hago, es que a veces suelo ponerme fruta, ya sabes, bananas o naranjas, en los calzoncillos y entrar en el set como si nada. También, en un episodio en el que tenía que ir a casa de Jesse (Aaron Paul) y decirle “encárgate de esto” mientras le daba una pistola, tomé una pistola de agua con forma de pene y le dije el mismo parlamento, y en seguida pues le disparé. Hubieras visto qué cara puso el pobre. Aprovecho cualquier oportunidad para sacarle unas risas.

EN VISTA DE QUE TE HAS VUELTO TAN POPULAR, ¿QUÉ ES LO MÁS EXTRAÑO QUE TE HA MANDADO UN FAN?
Me pasa de todo. Por ejemplo, un día, y de verdad no te miento, una señora muy educada me mandó una carta. Decía: “Nunca me han diagnosticado problemas mentales y tengo una maestría en psicología clínica, soy divorciada y tengo cuatro nietos adultos. No sé qué me pasa, pero ahora he visto Breaking Bad y estoy empezando a tener fantasías con acostarme con Aaron Paul”. Y claro, yo me quedé en plan “¿y por qué me la manda a mí?”. Pero seguí leyendo: “Quiero que estés allí, Bryan. No sé todavía exactamente qué quiero que hagas, pero quiero que estés ahí mirándonos”. Genial. Les gusto a las señoras octogenarias. Si tienen más de 75 años hasta me mandan sus pantaletas tamaño XXL. ¿Qué te parece eso? ¡Bendita popularidad!

MENCIONABAS QUE SE CUIDABAN DE QUE EL PROCESO EN LA TELE NO FUERA INSTRUCTIVO. ¿HAS OÍDO ALGO DE QUE LA SERIE HUBIERA INFLUENCIADO A NARCOTRAFICANTES?
Pues te diré que alguna cosa he oído. Por ejemplo, supe de unos profesores de química de escuelas superiores que han comenzado a fabricar metanfetamina, aunque creo que eso más bien influenció a Vince Gilligan (el creador del programa). También vi un reportaje sobre metanfetamina entintada de azul, lo cual es un invento nuestro, es decir, nosotros lo hicimos primero. En el artículo decían que era conocido por todos que la metanfetamina, si era azul, significaba que era de una calidad muy superior. Obviamente eso salió en nuestro programa, así que supongo que los traficantes estaban poniéndole a su "cristal" un colorante alimenticio azul, porque lo vieron ahí.

ÉSTA LA ÚLTIMA TEMPORADA DE LA SERIE. ¿ES DIFÍCIL LLEGAR A LA CONCLUSIÓN DE UN PROGRAMA CON TANTO ÉXITO?
Creo que sí, pues sí tenemos cierta responsabilidad al concluir un programa que la gente ha seguido de esta manera. Para mí, Los Soprano tuvo un final muy “normal”, aun si estaba abierto a interpretaciones, muchos pensamos que termina con la muerte de Tony Soprano, aunque no lo veamos a cuadro, pero era de esperarse. En cambio, me parece que no es eso lo que va a pasar con Breaking Bad. Creo, y esto es lo que yo pienso, no lo que está escrito, que conste, que un programa como el nuestro tiene que terminar mal, con un final violento y desastroso, y creo que toda la audiencia lo sabe. No puede ser de otra manera. Nuestra historia es así. Es todo lo que realmente puedo decir, y la verdad, así, claramente, es que yo no soy el “capitán de la nave”, sino que lo es Vince, y es el encargado de crear el final que siempre ha querido. Yo solo lo sigo a donde me indique, porque el personaje de Walter White es el regalo más grande que he recibido como actor, que podría recibir cualquier actor. Me ha dado más satisfacciones de lo que es posible imaginar, y siempre tendrá un lugar en mi memoria, como un gran reto y una gran alegría. Y lo más importante es el público. Y espero que esta temporada final los sacuda, los impacte y los conmueva tanto o más que las anteriores.




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15 ago 2013

Kick-Ass 2, de Jeff Wadlow

Miguel Cane.




Jeff Wadlow (que tuvo un debut con la cinta de artes marciales Rompiendo las reglas) dirige esta película basada en el cómic de Mark Millar, a su vez secuela de un filme de Matthew Vaughn y retoma la acción establecida en la primera parte con estilo, brío y siguiendo el precepto de que la segunda parte debe ser más espectacular, ruidosa y en este caso, violenta.



Porque eso debe quedarle claro al espectador, si bien esta es una película que parodia el género de los superhéroes, con un humor vitriólico y salvaje, también es cierto que se trata de una película brutal y perturbadora en algunas secuencias, por lo que no es recomendable para niños pequeños ni gente demasiado sensible, pero para aquél que quiera entrarle a la trama se divertirá bastante.



Ha pasado un año desde que Dave Lizewski (Aaron Taylor-Johnson) se convirtió en el superhéroe Kick-Ass y venció al mafioso Frank D'Amico. Desde entonces, otros han seguido su ejemplo, y en la ciudad de Nueva York pululan los héroes con capas e ingeniosos artefactos para hacer el bien, aunque también hay supervillanos, como es natural. Entre tanto, Mindy/Hit-Girl (Chloë Moretz) intentará retirarse de su carrera secreta ya que su padre adoptivo quiere que lleve la vida de una adolescente normal.



Kick-Ass ha formado un equipo liderado por el Coronel Stars (Jim Carrey) y su perrita, Sophia. Una noche, el grupo planea su nuevo objetivo: desmantelar una red de prostitución infantil liderada por el "Sr. Kim". Este malvado proxeneta tiene secuestradas a un grupo de jóvenes latinoamericanas, pero Kick-Ass, Battle Guy y el resto de compañeros harán lo posible por rescatarlas, aunque este es el menor de sus problemas. El MotherFucker (Christopher Mintz-Plasse), hijo de D'Amico quiere venganza y no se detendrá hasta que haya acabado con toda la gente que le importa al héroe.



Esto deviene en batallas campales, las proverbiales golpizas – donde el director no escatima en mostrarlo todo – y algunos asesinatos realmente impactantes. Pero más allá de la acción y la sangre, hay guiños al universo de los superhéroes y de sus fans, existe una creíble vinculación emocional entre los personajes – que finalmente, debajo de las capas, antifaces y pelucas, son gente como uno, por lo que se experimenta sufrimiento y pérdida, igual que el derrame de adrenalina – que hacen de la película no solo un espectáculo de pirotecnia, también ofrece una trama que le habla al espectador, y eso en cintas de este tipo es algo que se agradece.

Tan satisfactoria como la original, que vino a burlarse del último grito de la moda en cine veraniego, esta película es, sorprendentemente, muy recomendable.

Kick-Ass 2
Con Aaron Taylor-Johnson, Chlöe Moretz, Christopher Mintz-Plasse y Jim Carrey
Dirige Jeff Wadlow
EU 2013




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Los ilusionistas - Ahora me ves / Now you see me, de Louis Leterrier

Claudi Etcheverry.

(Un consejo: si tiene ganas de que muchas imágenes pasen por sus ojos sin entrar hasta su cerebro, es una cinta genial para pasar un rato en off. Ahora si lo que quiere es al menos una historia mínimamente verosímil, ni se le ocurra pasar por el cine.)



Un grupo de magos se recorta como justicieros entre el ataque a la banca y el robo a lo Rififí. Un magnate de los seguros (el invariante Michael Caine) convoca a un especialista en desmontar los trucos de magia de quien se tercie (Morgan Freeman, consistente como siempre) para evitar que los desmanes contra sus empresas sigan adelante. El resto de ingredientes son un agente del FBI (el siempre agradable Mark Ruffalo) en consonancia con una agente invitada de la Interpol (la preciosa Mélanie Laurent, haciendo sus primeros pases en tierra americana con bastante soltura).



Con estos ingredientes, el director Louis Leterrier se lanza a una producción que tiene muchos buenos ingredientes. Buen ritmo, buena acción, roles muy solventes de todos los actores, un guiño a la opinión ciudadana actual de tirria hacia las entidades bancarias y las aseguradoras, el furor de las masas ávidas de espectáculo, y tomas urbanas y de frenesí en coches de gran precisión visual. Pero como pasa tantas veces en la industria visual norteamericana, la película tiene todo para ser buena o al menos coherente y casi no se trata de nada, es tramposa, y cansa que quieran meterte la mano en el bolsillo.



Uno no sabe si ponerse a ver una de fantasía en toda regla, o una de acción en toda regla, o una de espías en toda regla, o si es una de orfebrería delictiva a lo “Misión imposible” o “Italian job”, porque Leterrier cambia de tercio sin norte, sin orden ni concierto, y sin avisar, y al final el espectador no sabe a qué atenerse.

Si la película fuera toda de fantasía y justicieros con poderes especiales, todo colaría: nadie cuestiona sus poderes a los “X-men”; pero como a la vuelta de la esquina el guión vira de pronto de contexto a una de Tom Cruise entrando a una bóveda de banco de una manera imposible con cables, lectores y láseres high-tech, la fantasía del otro relato simplemente pierde fuelle y la trama se deshilacha. Si en cambio la nota fuera la magia pura y dura, nadie cuestionaría una trama a lo Harry Potter, pero no lo pondríamos a robar bancos en Wall Street...



Por paradójico que resulte, parece que lo verdaderamente malo en esta película es todo lo bueno con que contaba el director: sabe montar un ritmo que no decaiga, tiene precisión visual, aprovecha bien a los actores con que cuenta, pero se excede en su propio placer de desplegarlo todo sin una estructura creíble. La música –permanentemente fuerte y trepidante– hace de lubricante para que la purga pase sin que nos demos demasiada cuenta, pero hasta este recurso es tramposo: no me aturdas, Leterrier, si me dices que quieres darme solamente entretenimiento.



A menudo me gusta centrifugarme el cerebro con cintas del tipo “Transporter”, que no se tratan casi de nada pero no pretenden mucho más que persecuciones, y persecuciones, y más persecuciones en plena calle poniendo en riesgo a todo ser viviente en la ciudad o las autopistas y también la taquicardia del espectador mientras el prota (con su cara gris acerada de barba rasada de una lija 400) pega bandazos con cálculos de funámbulo de sangre fría al volante. O cintas que dan ese toque de vértigo pero que además siguen un guión más consistente, como “Bourne”. Los flecos de la cinta acaban por enredar a los propios guionistas de manos y pies y el barquinazo final barnizado de pretendida sorpresa genial de los guionistas, aburre. En esta cinta el director Louis Leterrier es como un mono con un revólver: verlo quizá resulte gracioso, pero realmente puede causar un estropicio.

Director: Louis Leterrier, con Mark Ruffalo, Dave Franco, Woody Harrelson, Mélanie Laurent, Isla Fisher, Jesse Eisenberg, Michael Caine, Morgan Freeman.



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La mejor oferta / The best offer, de Giuseppe Tornatore

Claudi Etcheverry.



El Sr. Oldman (un impecable Geoffrey Rush) es un subastador de piezas antiguas y obras de arte que conoce su oficio y destaca: un pícaro elegante e hipnótico que juega sus cartas entre el dinero y hacer un espectáculo de su estilo. Por su prestigio le llega un caso en que hay que tasar todo el contenido de una villa, si bien la pieza que más le sorprenderá de esa casa es precisamente algo que se le resiste a ser inspeccionado: se trata de Claire, la dueña misma del lote a subastar (la relativamente poco convincente Sylvia Hoeks), una joven que evita ser vista y que no quiere salir de su enclaustramiento por lo cual vive recluida en unas dependencias de ese caserón de sus ahora fallecidos padres.



Oldman es un coleccionista fascinado por una colección de retratos que ha conseguido reunir durante años y a los que admira con verdadero embeleso. Un rasgo de los coleccionistas es ser obsesivos, y en ocasiones el deseo perentorio de lograr una pieza más para la colección hace que el coleccionista no mida riesgos ni costes en pos de la siguiente conquista.



En realidad es harto frecuente que sean las colecciones las que tengan atrapados y encerrados a los coleccionistas y no al revés. Llevado por ese espíritu de anhelos imposibles, Oldman cae en la fascinación de querer ver en persona a la joven Claire, con quien se comunica por teléfono o detrás de una puerta. Un giro inesperado al final de la cinta le enfrentará a una realidad que Mister Oldman no esperaba... aunque es posible que muchos de los espectadores sí.

Podemos sospechar que a Tornatore se le ocurrió este script bajo el influjo cruzado a medio camino entre “El código Da Vinci” y “La invención de Hugo”, con un pellizco de “Nueve reinas”. En estas influencias no se permitió pincelar un meollo que a este argumento le hubiese venido como anillo al dedo, y que es la metáfora de Internet: lo que creemos por no ver. O mejor: como por Internet a veces no podemos ver al otro, acabamos por creer en aquello que no hemos podido dejar de crear.



Como casi siempre en sus filmes, el director de “La mejor oferta” se balancea peligrosamente entre un contenido de emociones muy universal mientras confía en unas triquiñuelas de muy buena factura para que el espectador caiga en ellas sin darse cuenta y sin empalagar. Tornatore no pone música de violines para indicar que en un momento que hay que emocionarse, pero es fácil que la butaca se haga demasiado dura cuando llevamos tres cuartos de hora de abalorios, ardides y vidrios de colores que se hacen demasiado evidentes.

Tiene oficio, diseña algunos planos de manera perfecta (la estantería de los guantes del Sr. Oldman; una toma magnífica del protagonista detrás de una verja; la escena de Claire dándose un baño) y lleva bastante controlado el ritmo hasta bien entrada la mitad de la película, pero al final urde una sorpresa para hacer pasar de carril toda la trama: toda la estructura del argumento chirría y al dire se le ve el plumero. Lo chirridos provienen del rastro de señuelos que ha ido dejando a lo largo del argumento y tratar de darles sentido al final en un esfuerzo espurio y obvio. Claire dice a Oldman al principio: “Pase lo que pase al final, que sepas que te he querido”. No era necesario salpicar toda la trama de pruebas indiciarias porque a la postre el espectador no está seguro de si se trata de ingenio... o si es que le toman por tonto. El problema es que la exageración de Giuseppe Tornatore hace que al inicio del desarrollo del guión algunos rasgos sean poco creíbles (como la construcción de las obsesiones de Oldman) y lo que el director trata de mostrar como mentiras verdaderas acaba estrellándose como verdaderas mentiras.



Es una película que resulta brillante por fuera, eso es innegable, pero que con una mirada mínimamente crítica no resulta brillante por dentro. Lo malo de Giuseppe Tornatore es que confía demasiado en los malabares que le dieron tanta gloria en “Cinema Paradiso” y parte de su madurez debería reflejarse en nuevos recursos expresivos y dramáticos como rodear a actores como Geoffrey Rush con otros de la misma escala para que muestren los sentimientos con tensión dramática y no con indicaciones pobres. Aunque esta película lo muestra muchísimo más maduro que en sus cintas anteriores, repite su mismísima ecuación hasta saciar. Es duro superar los fracasos, pero aquí se ve que a veces lo tiene mucho peor quien no consigue reponerse de sus éxitos.

Director: Giuseppe Tornatore; con Geoffrey Rush, Donald Sutherland, Sylvia Hoeks, Dermot Crowley, Jim Sturgess, Liya Kebede.





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Vera Farmiga: El cine de terror, reto espiritual.

Miguel Cane.



Es versátil y camaleónica. Eso le ha servido por partes iguales para ser aclamada por público y crítica en una inmensa cantidad de roles, y también para retener el anonimato en su vida privada, algo que asegura atesorar. Lo cierto es que en relativamente pocos años, Vera Farmiga (Nueva Jersey, 1973) se ha ganado un sitio como una de las actrices más trabajadoras y con mayor demanda en la industria del cine. Esto, señala, en parte se debe a que no le tiene realmente miedo a nada que el trabajo pueda exigirle. Nominada al Oscar por su trabajo en Up in the air, ha incursionado en la dirección y es muy conocida ahora como la encarnación moderna de la temible Norma Bates —la madre de uno de los asesinos más famosos en la historia de la cultura popular, el inefable Norman— en la muy elogiada teleserie Bates Motel, además de encabezar el reparto de El conjuro, la cinta sorpresa de este verano, un filme de terror y suspenso basado en hechos reales acontecidos en Nueva Inglaterra a principios de la década de los setenta.



La película no solo recibió buena crítica, fue también un éxito al duplicar con las entradas sus costos de producción en tan solo un fin de semana de exhibición, y desbancar así a películas más costosas y publicitadas como Pacific Rim, a la que metió una proverbial paliza en taquilla. Vera interpreta a un personaje real, la célebre investigadora paranormal Lorraine Warren, que junto con su marido Ed (Patrick Wilson) acude en auxilio de una familia cuyo hogar está poseído por espíritus del mal, por lo que tuvieron que realizar un exorcismo, un de por sí polémico acontecimiento que aún sigue dando de qué hablar.



EL CONJURO ES UN FILME QUE CUENTA ACONTECIMIENTOS QUE SÍ OCURRIERON REALMENTE. ¿CREÍSTE EN LA AUTENTICIDAD E LOS HECHOS QUE RELATA?

Lo cierto es que sí creo, no me importa admitirlo. Siempre he creído que existen fuerzas sobrenaturales y hechos paranormales. Por eso acepté la película cuando me la ofrecieron, me interesó mucho el tema y no tuve ningún problema en hacerla. Aunque en realidad lo que yo crea no afecta en nada el trabajo que yo haga, si la historia me interesa, la hago.



NO ES MUY COMÚN QUE UN INTÉRPRETE ACEPTE UNA PELÍCULA DE TERROR DE ESTAS CARACTERÍSTICAS...

Yo estoy muy orgullosa de la película. A mi modo de ver, tiene cosas en común con clásicos del género como El exorcista que me gusta mucho. En ella no se abusa de la sangre, ni hay grandes efectos visuales, ni sustos fáciles ni tácticas baratas para obtener una reacción del espectador. Es una historia aterradora que reta espiritualmente al espectador. Pone a prueba su fe en Dios o incluso, por qué no, su ausencia de fe.

¿CÓMO FUE QUE LLEGASTE A INCORPORARTE AL PROYECTO?

Los productores pensaron en mí, cosa que se agradece siempre, y me hablaron de Lorraine y del trabajo de su vida. La verdad es que yo no sabía nada de ella. Me fascinó descubrir a esa mujer tan inteligente, con tanto bagaje, es alguien a quien las autoridades religiosas han llamado para controlar algunos de los brotes más profanos relacionados con fenómenos diabólicos y además es una mujer encantadora. Tiene 86 años y sigue tan alerta como en su juventud. Es un papel que atrajo a mi ego (risas) y también algo que me atrajo de la historia fue la compasión y el vínculo tan estrecho que existía en la relación real entre Ed y Lorraine Warren. No dudaron en ponerse en primera línea de fuego, sacrificando su bienestar y paz interior para hacer frente al mal y ayudar a los demás.



¿TE GUSTAN LAS PELÍCULAS DE TERROR?

¿Como espectadora, dices? ¡Claro! Me gusta pasar miedo, igual que me gusta que me hagan reír o llorar. Desde niña me gustaron El exorcista, El bebé de Rosemary, La profecía, todos los clásicos del género. Y creo, como te decía, que la película, no sé si por el periodo al que pertenece, cómo está ambientada, o por cómo está hecha, no le pide nada a esas películas.

ESO COMO ESPECTADORA, ¿QUÉ TAL COMO INTÉRPRETE?

También. Son un reto, ¿sabes? Me encanta tener reacciones sinceras y viscerales, que lleguen a mi espíritu y mi conciencia. Disfruto con las películas que me retan, que me hacen conectar con los personajes. El terror puede ser un género muy poderoso para cualquier actor. Te lleva a los lugares más oscuros de tu personalidad, los que habitualmente no visitas en tu vida real. Y actuar en películas como esta te confronta con eso, con tus temores, con tus angustias. Es algo que enriquece a todo actor, porque en cierta forma es también una experiencia que te libera a la larga.

HE OÍDO QUE DURANTE EL RODAJE HUBO ALGUNOS ACONTECIMIENTOS INEXPLICABLES... ¿ES VERDAD?

Bueno (sonríe), me imagino que en todos los rodajes de películas de esta temática pasarán cosas así, no sé, son cositas que se prestan para dar color a la leyenda de lo que hacemos. Tuve unos moretones que se me hicieron mientras filmábamos, pero no recuerdo cómo me los hice. Cosas así, nada de importancia. Lo cierto es que fue un rodaje estupendo y me lo pasé muy bien con Patrick, con Lili Taylor y con Ron Livingston, mis compañeros, que fueron estupendos y juntos tuvimos una muy buena experiencia. Eso también gracias a James Wan (el director). En realidad no hubo nada espeluznante tampoco. No hay que darle fuerza a lo que nos asusta, creo yo.

¿TE CONSIDERAS UNA PERSONA ESPIRITUAL?

Supongo que sí. Sí puedo decir que creo en el misticismo positivo y negativo. Mi definición de la espiritualidad sigue intacta. Lo que significa Dios para mí sigue ahí y acaso fortalecida. Pero claro, eso es algo muy personal, que en realidad no tiene relevancia para el trabajo que hago; el haber participado en una película que plantea dilemas morales profundos no me ha hecho cambiar mis creencias ni mi fe. Al contrario.

ESTE AÑO CUMPLES 40 AÑOS. ¿QUÉ BALANCE HACES AL RESPECTO?

Estoy muy contenta, con mi carrera, con mi familia. Tengo dos hijos pequeños que son maravillosos, están descubriendo el mundo y para mí verlos es fascinante. La verdad es que 40 solo es un número. Solo es una vela más en mi pastel. Con la madurez viene la iluminación. Espero que mi trabajo sea cada vez más profundo y siga teniendo significado. Te digo, soy mamá antes que ser actriz, y cada movimiento que haga, de un modo u otro, afecta al tipo de personas que serán mis pequeños. Sé que el tiempo es muy valioso, así que cada elección que tome espero que sea para vivir una experiencia rica y original.





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