25 ago 2012

Amigos / Intocable / Intouchables, de Olivier Nakache y Eric Toledano

Insólita amistad

Miguel Cane



Philippe (François Cluzet) es un millonario que a raíz de un accidente queda cuadraplégico y confinado a una silla de ruedas. A partir de ese momento, necesitará ayuda de una persona que haga todo por él ya que sus circunstancias no le permiten valerse por sí mismo. Así es como conoce a Driss (Omar Sy), hijo de inmigrantes africanos, que proviene de un barrio pobre, acaba de salir de la cárcel y no tiene casa. Él será quien ocupe el puesto de ayudante de Philippe y aunque ambos pertenecen a mundos obviamente distintos y contra toda expectativa, descubren que encajan a la perfección.




La diferencia de Driss con respecto a cualquier otra persona que pueda cuidar de Philippe es que no le tiene compasión ni lástima, no lo trata como a un inválido y esto hace que su empleador no solo lo aprecie, si no que empiece a sentir afecto por él, llegando a ser un dúo inseparable.



Ostensiblemente basada en una historia real, la cinta dirigida por Olivier Nakache y Eric Toledano, que ha roto récords de taquilla en Europa, evita caer en los clichés de las tramas similares (como el caso de El Chofer y la Señora Daisy, de Beresford); así, se permite ofrecer franca diversión y humanidad al mismo tiempo, lo cual es muy difícil de conseguir. Cluzet y Sy tienen una estuenda química y colaboran de una manera muy elegante y efectiva: los problemas de Philippe son tratados de forma directa, certera, y en algunos momentos cruel por Driss, que en todo momento mantiene su tono de broma y esboza una sonrisa por desgraciada que sea la situación.



Philippe entiende que ha llegado un punto en su vida en que no necesita ser tratado como un mueble delicado, y prefiere recibir el mismo trato que cualquier otro ser humano, aún cuando ese trato incluya bromas pesadas. La aparición de una posible relación amorosa en el horizonte de Philippe, es otra de las líneas argumentales interesantes del film, que acerca al personaje a la semblanza de normalidad que tanto necesita.

Toledano y Nakache no apelan a la lástima del espectador, divierten con las situaciones de humor negro y políticamente incorrecto que viven sus personajes y al mismo tiempo logran tocar la fibra del espectador, un ejemplo de esto, en una escena donde Driss baila y Philippe lo observa con rostro nostálgico.

En resumen, esta es una película que tiene un ritmo ameno, pese a que el tiempo en que la historia transcurre no sea muy largo (la historia transcurre en, supuestamente, unos 3-4 meses) y una solidez narrativa compacta y sorprendente. Es un film muy recomendable, que vale la pena buscar en la cartelera, sepultado ente los grandes y más vistosos estrenos de Hollywood.

Amigos/Intocables
Con François Cluzet, Omar Sy, Anne Le Ny, Audrey Fleurot, Clotilde Mollet
Dirigen Olivier Nakache y Eric Toledano
Francia, 2011

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Visiones de Amigos / Intocable, de Olivier Nakache y Eric Toledano

En esta ocasión l@s invitamos a compartir las apreciaciones que generan las Visiones de... Miguel Cane y Claudi Etcheverry. En la suma de las diferentes visiones, l@s lector@s van construyendo su propia su visíón personal...

Cine Visiones reafirma la esencia de su nombre en esta edición de Visiones de... AMIGOS / INTOCABLE, con textos de Miguel Cane y Claudi Etcheverry.

The Untouchables


¡Que los disfruten!

AMIGOS / INTOCABLE, por Miguel Cane.

AMIGOS / INTOCABLE, por Claudi Etcheverry.



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Daniel Craig: "Bond tiene fans hasta en Buckingham Palace"

En el cincuentenario de la célebre saga derivada de las novelas de Ian Fleming, el actor inglés presenta Skyfall, su tercera cinta como el agente 007.

Miguel Cane



Cuando se anunció en 2005 que Pierce Brosnan dejaría el rol de James Bond, el icónico agente 007 del M15 creado por Ian Fleming, y que lo sutituiría el rubio y atlético Daniel Craig (Londres, 1968), se armó un escándalo: los fans clamaron que no era el actor indicado, que no se parecía a James Bond y que boicotearían Casino Royale en 2006.

Pero el filme sirvió para relanzar la serie y el éxito de taquilla y crítica convirtió a Craig en el mejor Bond desde que Sean Connery lo encarnara en la primera cinta de 1962, El Satánico Doctor No. Su instinto de superación, su trabajo y constancia, nos han hecho ignorar pequeños detalles como su frialdad o su excesiva virilidad y hasta el supuesto color de cabello del Bond original.



Entrevistamos a Craig en los estudios Pinewood, durante un descanso del rodaje de Skyfall, dirigida por Sam Mendes, que llegará a los cines en octubre para celebrar los 50 años de la primera cinta de Bond, un hecho determinante para todos los miembros del equipo de esta nueva era del agente británico. Esta es la vigésimo tercera aventura del 007 y promete, en boca de su protagonista, ser mejor que sus antecesoras.

Skyfall es tu tercera película como James Bond. Te sentirás más cómodo ahora.
La verdad es que... no (risas). Siento como si aún estuviese descubriendo todo esto por primera vez. Quizá suene extraño, pero para mí esta es una experiencia totalmente nueva y estoy tan nervioso como cuando me llamaron para la primera prueba. Esa es la ventaja de trabajar con un equipo como éste.

¿Qué elementos hacen de ésta una nueva experiencia? Es el mismo James Bond, ¿no?
Desde luego, pero yo interpreto este personaje desde mi propia visión. Además, contar con Sam Mendes como director y tener el guión completo nos permitió trabajar mucho los detalles de la película que antes no habríamos ni considerado. ¿Me explico? Eso nos ha dado un rodaje mucho más cómodo.

Quantum of Solace se estrenó en 2008. ¿desde entonces trabajaron en Skyfall?
Sí, han pasado cuatro años, pero Skyfall la preparamos por dos años. Todo ese tiempo hemos tenido reuniones con Sam, hemos seleccionado a un gran elenco, como Ralph Fiennes y Judi Dench, porque es imposible imaginar la serie sin ella: Rodamos algunas secuencias en locaciones como Estambul para ganar tiempo, mientras se construían los sets aquí... La verdad, teníamos ganas de que avanzara el tiempo. Creo que este es el rodaje de Bond que más he disfrutado.

Ser una franquicia exitosa les permitió rodar en lugares emblemáticos de Londres...
Por supuesto. Hemos tenido la suerte de filmar en la abadía de Westminster y en el Metro de Londres, lugares donde por lo regular es imposible conseguir los permisos. Parece que James Bond es capaz de convencer a cualquiera para llegar a sitios que a otros les están vedados. Supongo que es parte de su encanto (risas). Bond tiene una fama que le precede y tiene fans donde menos te imaginas. Hasta en Buckingham Palace. (La entrevista es previa a la ceremonia inaugural de los Trigésimos Juegos Olímpicos de Londres, para la cual Craig filmó un segmento especial como Bond al lado de la Reina Isabel II).



¿Qué diferencias existen entre el James Bond de Quantum of Solace y el de Skyfall?
Bueno, que estoy más viejo (risas). Sólo te puedo adelantar que tenemos un espléndido guión y cuando hay una buena base sólo puedes hacerlo más grande y mejor. Y creo personalmente que ésta es la mejor que he hecho en la serie.

¿Qué puedes decir del guión?
Quiero hacer un Bond que quede para la posteridad. Un Bond con letras mayúsculas. Y estoy orgulloso de ser parte de este grupo que está de acuerdo en hacerlo conmigo; sé que con su ayuda lo podremos conseguir. El guión es la espina dorsal de todo y está cuidadosamente escrito. John Logan y Neal Purvis han hecho un gran trabajo y es ahí donde me baso. El guión es maravilloso pero como sabes, aún no puedo decir nada más.



Javier Bardem se une como villano a la franquicia, ¿qué aporta él a James Bond?
Conocí a Bardem hace ya varios años y desde entonces admiró su trabajo. La verdad es que es un actor maravilloso y entregado, pero sobre todo sabe cómo divertirse con lo que hace. Es una persona que tiene muy claro lo que quiere transmitir y trabajar con él resulta fascinante. Gracias a él estoy de buenas todo el tiempo en el set. En este caso, la relación de Bond y Silva, su personaje, es muy importante en la trama de la película, le brinda un contenido más rico. Para mí es importante que Bardem esté aquí, porque tengo una buena relación con él y cuando trabajo me gusta sentirme relajado con la gente. No quiero estar preocupado pensando qué puede pasar, me gusta tenerlo todo siempre bajo control porque eso me permite estar concentrado en el trabajo y disfrutar.

Decías que tienes tu propia visión de lo que es James Bond, ¿a qué te referías?
En realidad, no es una visión, es una idea. Creo que tenemos la oportunidad de hacer algo grande con esto, porque hay el dinero necesario para hacer una gran película. La gente quiere ver las historias de Bond, está pendiente de ellas y espera que llegue la fecha del estreno. ¡Por Dios! Estamos hablando de James Bond. Es un nombre conocido alrededor del mundo, y para un actor es una gran oportunidad para hacer algo bueno. Mi única ambición con este filme es dar lo mejor, por eso contamos con el mejor guión, los mejores actores y el mejor director.

¿Sientes presión por todas las miradas y esperanzas puestas en las cintas de Bond?
Al final del día solo soy un actor al que le gusta trabajar, no pienso mucho en eso y estoy realmente contento de hacer algunos papeles que he interpretado... Te mentiría si te dijera que éste no me encanta, porque de verdad es uno de mis favoritos. ¿Presión? Puede que al principio sí. Ahora lo que siento es otra cosa. La gente se acerca y me dice que les gusta Bond. Eso es probablemente lo que más compensa.

Tu contrato original era por tres cintas. ¿Hasta cuándo te gustaría seguir encarnando a James Bond?
Por mí, hasta que me obliguen a parar (risas). Tengo intención de hacer más, pero aún es prematuro hablar de ello. Mira, lo que sí sé, es que un día vendrá alguien después de mí y esperemos que alguien también después de él. Solo quiero que sigan las películas de Bond cincuenta años más.

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El legado de Bourne / The Bourne legacy, de Tony Gilroy

Claudi Etcheverry



Las diferentes agencias en las altas esferas de la inteligencia y el espionaje americanos no van en una única dirección, no son ni mucho menos transparentes, ni todas tienen los sentimientos patrióticos asociados a unos mismos objetivos. Cruce de intereses, superposición de cometidos o antagonismos más o menos visibles entre todas ellas trazan una trama siniestra en la que los agentes a veces se transforman en piezas de recambio sin la menor consideración moral, todo a oscuras y de espaldas a los contribuyentes a cuya fidelidad dicen deberse los políticos mientras borran con el codo lo que firman con la mano en las campañas políticas. Si Estados Unidos tiene todo un país en el cielo por la cantidad de aviones que están en el aire en cada momento, tiene todo otro país subterráneo y secreto al margen de la opinión pública y que esta cinta trata de mostrar sin ninguna convicción. En esa vorágine de detección, delación y señales de alarma, no todos ocupan un mismo nivel de seguridad, ni conocen qué piensan hacer con ellos sin que los participantes sepan a ciencia cierta qué papel tienen en la organización. Actúan a ciegas cumpliendo órdenes, mientras desconocen incluso con quiénes trabajan. Parece que para mantener las agencias de inteligencia, no hay nada mejor que contar con espías que actúen como idiotas y cobren como genios hasta que sus superiores sospechen que piensan y entonces los tiren de un tren en marcha con documentos falsos que hagan imposible reconocer el cadáver. Es cuando se envía una bandera a la viuda y se los rotula como héroes.



Pero dos agentes llegan a despertar y se dan cuenta del riesgo de muerte o de supresión como factores de la trama –la científica Martha Shearing en una excelente Rachel Weisz, y el agente Aaron Cross en un convincente Jeremy Renner– y juntos inician una huida inverosímil pero entretenida. El director Tony Gilroy ha entendido que Bourne es una marca y que ser fiel a la franquicia supone incluir algunas concesiones. Que Bourne es una marca se ratifica con el dato de que para mantener el ligamen con las anteriores cintas de esta serie, presentar la foto del otro Bourne previo –Matt Damon– supuso a la productora desembolsar 115.000 dólares por derechos de imagen al actor. Pero parece que era necesario que este capítulo recogiera algunos de los mojones que plantaron las anteriores para seguir tejiendo desenlaces.



Para continuar con la marca, se cumplen tres premisas claras, y se cumplen bien: buenos actores, buen rodaje... y una persecución interminable. Lo que en la anterior se llevó por París con un Mini de los viejos que te cortaba el hipo, en ésta es una moto relativamente pequeña en una ciudad que de por sí es un riesgo por lo imprevisible de su tránsito (Manila). Cómo hace Bourne-Cross para escabullirse entre balaceras y misiles es más que inverosímil, pero uno sabe que Bourne, es Bourne... No tiene la solera de 007 ni su British humour, ni la fuerza bruta de la cara de pómez de Jason Statham en Transporter, pero las Bourne anteriores ya algo suenan y al menos uno se imagina a lo que va al cine.



Lo que enfada no es a lo que va, sino precisamente lo que viene, porque si bien esta película no es demasiado subsidiaria de las anteriores más que en sus lineamientos generales y en la continuidad de su temática neo-ética en una administración sin escrúpulos, la cinta se queda colgada a la espera de la continuación de manera descarada. El legado de Bourne queda directamente sin resolver, y propone un final tan diet que uno duda de si efectivamente se ha acabado o si el operador se ha quedado dormido y ha desparramado café sobre el proyector. Si a esta entrega la hubieran llamado “Primera parte”, al menos tendríamos el gusanillo de ver qué ha pasado con los dos héroes en la siguiente. Pero no: ni “Primera parte”, ni “To be continued...”

No cuento el final, porque en definitiva, no es una mala película. Pero que no tenga final, molesta, de modo que sepan los incautos que habrá otra de Bourne que resuelva ésta. O no, quién sabe...

Quien avisa, no es traidor. Yo, de puro rabietas, no pienso dar ni un paso para ver la siguiente. Ahí se quedan.

El legado de Bourne / The Bourne legacy.
EUA, 2012
Director: Tony Gilroy.
on Jeremy Renner, Rachel Weisz, Edward Norton.

Opiniones y pareceres a c.etcheverry@coac.es

© 2012 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España.



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16 ago 2012

Emily Blunt, en busca del equilibrio perfecto

Casi sin proponérselo esta belleza inglesa, protagonista de la comedia Eternamente comprometidos, se ha convertido en una gran actriz que, aunque vive y trabaja en Los Ángeles, no sueña con ser estrella de cine, sino en trabajar con la mayor libertad posible.

Miguel Cane



Hija de una profesora y un abogado, Emily Blunt (Londres, 1983) comenzó a actuar en teatro en su adolescencia y tras aparecer en la película El diablo viste a la moda (2006), en la que compartió créditos con Meryl Streep y Anne Hathaway, se hizo conocida. A esta cinta siguieron La joven Victoria —donde interpretó a la legendaria monarca británica en su adolescencia—, Desafiando al destino (basada en un relato de Philip K. Dick), La pesca del salmón en Yemen y Sunshine cleaning. Desde que se casó con John Krasinski (actor de la versión estadunidense de The Office), reside en Los Ángeles y recibe más y mejores ofertas cinematográficas.



Emily es la protagonista de Eternamente comprometidos, una comedia romántica producida por Judd Apatow, en la que comparte cartel con Jason Segel (Cómo conocí a tu madre) e interpreta a una estudiante de doctorado comprometida con un chef, cuya boda se aplaza y se aplaza, conforme la vida profesional de ambos toma rumbos inesperados, poniendo a prueba todo, desde su bolsillo hasta su paciencia.

Durante la promoción de El diablo viste a la moda, Meryl Streep dijo que, junto con Anne Hathaway, eres “una de las mejores actrices jóvenes con las que nunca había trabajado”.
Sí, ¿te imaginas que alguien como Meryl diga eso? Me deja sin palabras. Soy su gran admiradora. Antes de empezar a rodar, tras una lectura de guión, nos dijo a Annie y a mí que es un placer trabajar con nosotras, que somos maravillosas, y que eso era la última cosa amable que nos iba a decir hasta que hubiésemos terminado la película (risas).



¿Te gustaría ser como ella?
¿A quién no? Lo cierto es que me maravilla cómo separa su faceta pública de su vida privada pese a llevar tantos años en primera línea, recibiendo premios y premios. Ha sabido encontrar el equilibrio perfecto. No creo tener que decirte qué tipo de actriz quiero ser. Me gusta mi oficio, soy de naturaleza curiosa y quiero explorar terrenos nuevos. Además, intento estar fuera del alcance del radar mediático. Eso me quita presión y me permite trabajar en lo que realmente me gusta, sin miedo a encasillarme.

De ahí que hagas un poco de todo: ciencia-ficción, terror, melodrama, y ahora comedia... y no todo mundo puede hacer comedia.
¡Exacto! ¡Es muy difícil! De verdad no te imaginas lo difícil que es. Tienes que tener un timing muy peculiar. Cuando me ofrecieron esta película me gustó por eso; es una comedia, pero es muy sutil, no es solo slapstick —que no tiene nada de malo, pero aquí hay más matices. Recuerdo que empecé leer y me reí. No es común que encuentres guiones así.



Ahora que mencionas el guión, el autor es Jason Segel, que también es tu compañero en la película...
Me encanta el hecho de que sea una persona tan observadora e imaginativa. Es un hombre al que le gustan mucho las mujeres. Jason disfruta mucho de la compañía femenina, parece entenderse muy bien con nosotras. Eso le da una idea de cómo somos y los personajes femeninos en esta comedia están muy bien escritos. Eso me encantó; ya sabes que, casi siempre, las mujeres en una comedia sólo son atractivo extra o no tienen mucha sustancia y aquí Violet, mi personaje, es una maravilla: es una chica de verdad, con ideas y emociones genuinas. Cuando ya estaba contratada, Jason pasó un par de días hablando conmigo de Violet, preguntándome si había alguna aportación que quisiera hacer al personaje. Eso no lo hace cualquiera. Fue un placer enorme trabajar con él.

Uno de los temas de la película es cómo, al seguir nuestros sueños, podemos afectar nuestras relaciones amorosas. ¿Crees que es egoísta intentar alcanzar tus sueños?
Por supuesto que no. Creo que se debe intentar. Seguir los sueños de uno es algo positivo y uno debe buscar a alguien que también tenga sus propios objetivos en la vida. No se debe nunca hacer que la pareja no persiga sus sueños, coartar su derecho a hacerlo, porque entonces va a haber resentimiento. Y eso deriva en amargura.

Con una profesión como la tuya, ¿te has visto en esa posición? ¿Has tenido que adaptar tus objetivos profesionales por motivos sentimentales?
En absoluto. Todo lo contrario. De hecho desde que conocí a John, mi esposo, ha sido todo lo contrario. Tengo menos limitaciones y mucho más comprensión que con cualquiera de mis parejas anteriores. John y yo hacemos lo mismo, así que hay un mejor entendimiento. También lo que aprendes, es que muchas veces hay que ser más espontáneo.

¿Eres espontánea?
Creo que sí. No tiendo a darle muchas vueltas a las cosas. Aunque creo que es diferente para cada persona. Algunas parecen ser felices cultivando el drama (risas). Yo, sin embargo, intento alejarme lo más posible y hacer las cosas más sencillas. Si funciona, muy bien; si no, hay que buscarle arreglo. ¿No hay arreglo? Ok, gracias, bye. Así es como tiene que ser. Nada de sufrir.

Acabas de rodar una película con Tom Cruise... ¿sientes que ya eres una estrella de cine, o es algo que no ha sucedido aún?
En realidad me sentí muy nerviosa por tener que formar parte del equipo de uno de los mejores soldados del mundo (risas). Tom fue encantador y un gran compañero. Pero, ¿la verdad? No sé si de verdad existe esto de ser “una estrella de cine” o si me interesa tener ese estilo de vida. Estoy muy a gusto porque la gente no me reconoce en la calle, o si lo hacen, son amables y sonrientes pero en general me dejan en paz. Creo que prefiero eso. Y tener la libertad de hacer los proyectos que yo quiero, o aquellos a los que me obligue un contrato.


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Ted, de Seth MacFarlane

Claudi Etcheverry.





En su infancia, un acto mágico confiere vida al osito de peluche de un niño. Que se transforme en un ser vivo es lo de menos, porque el muñeco muta en una sombra de su dueño con una fidelidad que va bastante más allá de la infancia de su dueño. Es su compañero de adulto y se incorpora a su vida con todas las cargas y vicios de la sociedad en que vive. Si algo hay realmente anormal es mantener las fantasías infantiles más allá de lo que corresponde porque el Ratón Pérez, la cigüeña o Papá Noël quedan en algún recodo del camino entre los seis y los diez años. La única fantasía incomprobable que atraviesa esa barrera es la religión, y se insiste en los dioses aunque nadie los haya visto nunca. O será que dios está en todas partes y por eso no se lo ve en ninguna.

Esta película propone lo contrario a lo habitual: ¿Qué pasaría si las fantasías infantiles se hicieran realidad, y además, fueran una presencia permanente? Pues que llamaríamos a una desratizadora para fumigar al Ratón Pérez considerado plaga en campañas promovidas por las asociaciones odontológicas; habría espantadores electrónicos para ahuyentar a las cigüeñas y así controlar la natalidad; o enviaríamos a Papá Noël a un buen psicoanalista para que trabaje en terapia su obsesión obsequiosa para ser aceptado a pesar de su obesidad mórbida mientras los ecologistas tratarían de frenarlo con piquetes para que deje de contaminar el planeta con toneladas de plásticos en juguetes para niños y miles de pilas que acaben envenenando acuíferos y mares. Ted da carta de naturaleza a esa anormalidad y el osito de mentas se mete en la vida del protagonista, en su sofá, en su cama y en sus relaciones adultas.



Ha habido varias películas con distinto mérito que han presentado cosas semejantes o han puesto en pantalla otros muñecos de peluche. Gremlins, de 1984, dirigida por Joe Dante, contaba con un puñado de peluches de bazar chino y era capaz de mantener nuestra atención con ingenio durante casi dos horas a muy buen ritmo. El Rey Midas del cine, ese Spielberg capaz de transformar en oro todo lo que toca, ya lo consiguió con la memorable ET en la que el muñecote aquél te ablandaba el corazón con un guión simple y consistente que era un canto a la tolerancia y contra cualquier racismo. Stuart Little forzaba bastante más la máquina y no lo conseguía del todo, pero uno se acomodaba en la butaca aunque la lógica del ratoncito en una familia humana chirriara un poco, que al final salía más o menos airosa especialmente apoyada en dos buenos actores como Hugh Laurie y Geena Davis. Ésta no: Ted es un bodrio de cabo a rabo, con esa fórmula tan nefasta del juego de espejos y de reflejos de los reflejos. La cinta hace humor del humor en constantes indicaciones zafias con gags y chistes que hacen mención al ingenio sin serlo creyendo que vamos a reírnos de lo que el director pone sin talento ninguno para que el público se ría. Ted es como un espectáculo en el que indican con carteles de “Applause” o “Laugh” a un público abúlico que haga lo que le mandan como si no hubiera sabido en qué perder la tarde. Ya estamos mayorcitos para que los productores sigan perdiendo el tiempo creyendo que decir “pedo” o “caquita” nos va a arrancar una sonrisa. Durante toda la cinta tuve el músculo llamado risorio de Santorini (responsable de la sonrisa, precisamente) aterido como en una parálisis facial. Lo único bueno es la música de Walter Murphy, que afortunadamente, ofrece el remanso para que los actores callen siquiera por momentos. Pero para ir al cine a oír música prefiero poner la radio y quedarme en casa leyendo.

Norah Jones se mete en esta cinta invitada a algo más que un cameo. Cuando la oí por primera vez era una debutante en la música de jazz tratando de hacerse un hueco junto a figuras de ese momento como Diana Krall. Compré su primer disco y me pareció claramente una intrusa de estilo: después de oírlo pensé que no conseguiría hacer lo que parecía que se proponía y el tiempo me ha dado la razón. En aquel momento sentí que nunca podría dejar de ser una cantante country y así ha sido aunque después de la lamentable intervención en esta película, la cosa ha ido a muchísimo peor que lo que pude imaginarme. La realidad siempre supera a la peor de todas las ficciones posibles, porque ser un poco natural no da para presentarse en pantalla. Una cosa es la naturalidad, y otra la desfachatez y la Jones podía ahorrarse este esperpento en el que ni siquiera interviene como tirón. Su presencia es tan inefable como si hubiera intervenido Montserrat Caballé disfrazada de oso para calentar una taquilla que por supuesto, ha nacido muerta. Por lo general, es imposible reanimar a los muertos para que resuciten.

Al salir, quise volver al vestíbulo de entrada pero el acomodador me cortó el paso en esta nueva amabilidad de multicine en que te invitan a entrar por el hall gastando en palomitas y nos empujan como basura a un callejón por la puerta de atrás como despojos. No me dejó pasar porque yo quería ver si había una consigna como a la entrada de los supermercados en que uno deja atado el carrito de la compra. Me imaginaba si habría frascos estériles para aparcar los cerebros, porque si mi risorio de Santorini estuvo en parálisis facial durante 106 minutos interminables, Ted consiguió ponerme en parálisis cerebral durante todos y cada uno de sus fotogramas.

Mucho peor que espantosa.

Ted.
EUA, 2012.
Director: Seth MacFarlane.

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© 2012 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España.


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Dictador, El / The Dictator, de Larry Charles

Miguel Cane



Aunque Sacha Baron Cohen es un muy buen actor, tiene una desventaja que le pesa: es de ese tipo de comediantes que siempre hacen variaciones de lo mismo. Cambia el personaje y maquilla las situaciones para parecer ligeramente distintas a lo anteriormente mostrado, pero es difícil no ver en El Dictador las similitudes con Borat y Brüno en las aventuras de un personaje extranjero en Estados Unidos y el importante contraste de culturas, y es que se limita a seguir exactamente la misma fórmula, aunque en esta ocasión la haga completamente actuada, en vez del documental fingido. Aquí presenta las peripecias de un tirano dictador de un país de Oriente Medio que viaja a Nueva York una cumbre de la ONU, y ahí tratarán de suplantarlo (ecos de El Prisionero de Zenda) para derrocarlo.



De hecho, Cohen consigue ser mucho más divertido al promocionar la película, como el numerito que montó en Cannes, que en pantalla con un guión. La frescura se esfuma con una saturación que acaba siendo abrumadora.



Falta brillo en los chistes de la película, cae en la extrema provocación y su afán de impactar al espectador se le va de las manos cayendo en el mal gusto, como sucede con la escena del helicóptero en que se burla del 11 de septiembre, que puede llegar a resultar molesto e incluso ofensivo para ciertas personas y es que ni siquiera es sutil o ácido, todo lo hace de forma vulgar, burda. La razón de ser de la película parece ser molestar, satirizar torpemente y buscar la risa con el chistorete fácil, únicamente haciendo que el espectador desee que termine, haciendo eternos los ochenta minutos que dura. Está claro que los fans de Cohen estarán satisfechos, pero no hay nada que permita recomendar esta última cinta en el formato habitual. Cohen tiene un talento que le permite destacar en otro tipo de productos (en Hugo está muy bien). Su fórmula con el director Larry Charles ya se agotó y este es hasta hoy, un punto bajo que se debería evitar.

El Dictador/The Dictator
Con Sacha Baron Cohen, John C. Reilly y Ana Faris
Dirige: Larry Charles
EEUU 2012

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Pacto, El / Fuera de la ley / Seeking justice, de Roger Donaldson

Claudi Etcheverry



Will Gerard es un correctísimo profesor de arte dramático que lleva una vida normal entre su casa y su instituto, pero un brutal ataque a su mujer cambia su percepción de la vida. Durante la convalecencia de su esposa y con el impacto fresco de semejante atrocidad –que parece todo un fresco en cara de la chica gracias a un maquillador de aúpa– el profesor Gerard recibe la visita de una persona extraña que se ofrece a saldar aquella barbarie fuera de los canales de la justicia ordinaria, asegurándole que la impunidad será regla otra vez gracias a la ligereza con que jueces y policías juzgan este tipo de delincuentes, y que el sistema devolverá al agresor a las calles para que siga cometiendo más actos de esa especie. Aunque duda, su deseo de venganza se impone frente a su sensatez como ciudadano, y da las pistas para que esa acción que le prometen se lleve a cabo a cambio de alguna contraparte en el futuro. No le aclaran cuál será esa contraprestación ni cuándo, ni tampoco en qué consiste el correctivo que aplicarán para el violador de su mujer. Como es dable, la trama se adivina de entrada.



En general, podemos decir que hay dos clases de mentiras: las cosas que no son ciertas, y las estadísticas. En cine, en cambio, hay tres clases de películas: las buenas, las malas, y las de Nicholas Cage Coppola.



Este sobrino de Francis Ford Coppola tiene un rasgo raro que al final te hace disculparle tanto si mete demasiadas chispas (recordemos la verbena final incendiaria de Cara a cara (Face / Off) con un John Travolta haciendo de malo malísimo); disculparle demasiadas angustias (así era de agobiado su papel en El señor de la guerra); demasiada sangre (como en el archipiélago de coágulos en Vampire’s kiss); o cuando opta por verdaderos ríos de almíbar (encharcados hasta la diabetes con Bridget Fonda en It could happen to you). Nicholas Cage tiene una clara tendencia al desborde y la exageración, y no se conforma con pequeñas pinceladas. Necesita que quede claro que para sufrir, él y solamente él, y siempre se mete en papeles a brochazos que son una mezcla de héroe involuntario, sufridor impenitente, y derrotado sentimental a quien después de todas sus desgracias en la cinta, el espectador no puede sino disculparle con todos sus excesos o por todas sus heridas y alargarle una venda si sangra, una manta de prefectura marítima si está mojado, o una taza de caldo si lo ves aterido de frío. En las de acción, es de puro milagro que no quede para el banco de órganos. Si fuera argentino, Cage sería un galán de tangos dejándose la piel en cada verso.



El pacto está cortada con esa misma tijera, y un apacible profesor se ve arrastrado a un vórtice de violencia por una especie de secta justiciera que al final se revela con sus propios objetivos, por supuesto, nada altruistas. Tras algunas cavilaciones, Cage se sacude el compromiso y emerge entre el bien y el mal donde corresponde como adalid del lado que toca. Uno ve la construcción, descubre la trama, disculpa las manipulaciones, entiende que es una de entretenimiento, agradece la buena iluminación y montaje, sabe que sus mohines tristones con carita de cocker son de catálogo y se va a casa con el saldo a cero, porque nadie entra a buscar una obra maestra sino una de Nicholas Cage, que no da más de lo que ofrece en taquilla, pero al menos no falla. No hace filosofía, no trascendentaliza, no se pone ni beato ni cabrón, y deja conformes a dioses y a diablos. Al final, te saca por la puerta sin dejarte nada atrás después de cumplir con lo que uno sabía que iba a encontrar, ni más, ni menos. Las cintas de Nicholas Cage dan cero grado en el termómetro del alma, a lo cual podríamos entender como ni frío, ni calor. Pero en esta época de tantas promesas incumplidas, es casi para dar gracias al cielo.

Pacto, El / Fuera de la ley / Seeking justice.
Director: Roger Donaldson.
País: Estados Unidos.
Año: 2011.
Con Nicholas Cage, January Jones y Guy Pearce.

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© 2012 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España.


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12 ago 2012

Toda una vida / Another Year, de Mike Leigh

Gente como uno

Miguel Cane



Mike Leigh abre y cierra su vigésimo cuarto filme con dos plano sostenidos de dos mujeres tristes, las dos caras de la infelicidad separadas por un año de desconsuelo: la primera que vemos es, Janet (Imelda Staunton), quien está furiosa con el mundo, se odia a sí misma tanto como a los demás; la segunda es Mary (Leslie Manville), queexhibe su infelicidad como un collar en torno al cuello, y toma mucho vino blanco y se siente perdida en su mediana edad.

Ellas son parte de la gama de personajes que rodean a Tom y Gerri Hepple (claro que la referencia es intencional) – Jim Broadbent y Ruth Sheen --, un matrimonio bien avenido y profesional quienes cuentan, a manera de satélites, con un grupo de amigos y familiares todos al borde del abismo. De hecho, podríamos decir que la protagonista secreta del filme es Mary, la única que figura en las cuatro estaciones.



Es en torno a ella que Leigh articula, con un hábil uso de la narrativa eliptica, una trama que sacude, subvierte finalmente destruye el status quo. A Leigh no le importa hacerle una vivisección a la ostensible felicidad de Tom y Gerri, por eso les hace existir en un clima de complicidad engañosa. Su amabilidad tiene un tono subterráneo, como si necesitaran enfrentarse, desde la condescendencia y el sarcasmo, a la desesperación de sus visitas para corroborar su dicha. De las ruinas de ese sadismo nace Mary, que la portentosa Manville encarna sin miedo a parecer ridícula o desesperada.

Leigh la observa sin hacer concesiones: es tan capaz de ponerse en evidencia coqueteando a lo Mrs. Robinson con el hijo de sus amigos como de humillar al pobre infeliz que se interesa por ella, solo por considerarlo obeso y feo. Es un personaje tan hostil como conmovedor, el corazón fracturado de una película donde Leigh parece reforzar los lazos primarios de la vida social como elementos que hacen sostenible la vida y enriquecen un mundo que sigue su ciclo natural de cuatro estaciones y sin embargo, explora un mundo abrumador, crudo y gris.



Se muestra la rutina, el ritmo de productividad impuesto por una vida de trabajo que no deja lugar a la realización personal de los sueños. La construcción de los personajes responde a ciertos estereotipos y valores atribuidos a ser “felices/infelices”. Mientras los amigos de la pareja padecen depresión, vicios y frustración, los protagonistas capitalizan lo opuesto, quizá como espejos distorsionados. Las actuaciones son formidables (pero esto, viniendo de un filme de Leigh no debe sorprender a nadie). Esto se debe en parte, a la técnica que impone, permitiendo a sus actores improvisar con libertad (como Robert Altman). Esto contribuye al clima de cotidianeidad creado en el film que se siente genuina y absorbente.

Another year / Toda una vida tardó casi dos años en llegar a las pantallas de México y obviamente merece una oportunidad: su realización es excelente y está sostenida por un guión brillante, acompañado por actuaciones que cumplen de forma cla estrategia de representar la vida misma. Hay que hacer un esfuerzo por buscarla en cartelera y verla. La satisfacción está garantizada.

Toda una vida / Another Year
Con Leslie Manville, Jim Broadbent, Ruth Sheen e Imelda Staunton
Dirige: Mike Leigh
Reino Unido 2010


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Colin Farrell va al futuro

El actor irlandés protagoniza, 22 años después, una nueva versión de la exitosa cinta de ciencia ficción El vengador del futuro.

Miguel Cane.



Desde su debut hace poco más de una década, este actor irlandés (Cork, 1976) ha demostrado ser muy versátil y bastante ecléctico en la elección de sus filmes. Si a eso agregamos que no suele dar importancia en absoluto a lo que los medios digan de él para hacer lo que le dé la gana con su vida, se confirma que es una figura poco común: un rebelde genuino.

Esto no le ha restado oportunidades de trabajo; al contrario, le ha dado una mayor libertad. Es así que se permite trabajar con cineastas de renombre como Terence Malick o Neil Jordan, sin descuidar algunos proyectos que le dan imagen y taquilla, como es la nueva versión de El vengador del futuro, que, curiosamente, no constituye un remake de la película del mismo título, protagonizada en 1990 por Arnold Schwarzenegger y Sharon Stone y dirigida por Paul Verhoeven.



MC: Entonces... ¿El vengador del futuro no es un remake?
CF: No, no realmente. Len Wiseman (el director) le otorgó a la historia cambios de estructura y de forma. La película sólo se basa en el cuento original de Philip K. Dick, que muestra a Quaid como un obrero común y corriente cuya fantasía es viajar a Marte. Mi personaje se construyó de forma diferente. También es un tipo ordinario, pero enfrenta un problema mucho más complejo: tiene una pesadilla recurrente que le trae recuerdos que no cree haber vivido, algo así como flashbacks de un pasado incierto, una suerte de vida pasada, ¿me explico? De repente siente que el mundo que conoce no es el real, y por eso decide recurrir a la técnica del implante de memoria. No dispara la acción de la película por un simple viaje turístico, como sucede originalmente.

MC: Y no tiene el tono de la primera versión...
CF: Por supuesto que Paul Verhoeven (el director holandés de la primera versión) tenía otra intención: quiso mezclar acción, ficción, suspenso y algo de humor, algo que le sentó muy bien a su película. El guión se desarrolló en torno a la figura que era Schwarzenegger cuando estaba en su mejor momento. Pero tuvimos claro desde un principio que esta versión sería diferente, más dramática, quizás en un ambiente más oscuro, dándole una gran importancia narrativa y visual a las escenas de acción, y con una magnífica panorámica visual, con una escenografía compleja y muy elaborada. Es otra historia, completamente, aunque provengan ambas de la misma fuente.

MC: ¿Cómo te sentiste cuando te la ofrecieron?
CF: Soy un gran admirador de la cinta original. De niño era fan de todo lo que hacía Schwarzenegger, es decir, Red Heat, Commando, Terminator y Predator, hasta de sus películas malas. Pero gracias a Dios no sentí presión por retomar el papel que hizo ni por competir con la habilidad que demostró. Al principio dudé de hacer este nuevo Vengador del futuro hasta que leí el guión y comprendí la gran diferencia narrativa e incluso de género con respecto a su predecesora. A pesar de ser una superproducción, la sentí más íntima que algunas pequeñas películas independientes que he rodado.

MC: Hiciste todas tus secuencias de acción sin doble, y eso es algo muy dificil.
CF: Desde que supe que haría esta película me dediqué a una exigente preparación física. Levanté pesas durante cuatro meses, seis días por semana. Me levantaba muy temprano para correr todas las mañanas. Cuando me sentía exhausto, recordaba que mi personaje tiene un entrenamiento más que militar, como superagente de gran fortaleza física, así que entonces me esforzaba más.

En cuanto a mi forma artística, me siento realizado: ahora puedo hacer películas grandes y pequeñas (cine independiente). Algún día quizás sólo haga pequeñas (risas). La verdad es que me gustan más.

MC: Sin embargo, debes haber quedado magullado, al igual que las actrices...
CF: Totalmente... Mucha gente puede creer que no somos los actores en estas escenas, pero en realidad sí lo somos. Kate, Jessica y yo quedamos con moretones, algunos bastante dolorosos. Cada mañana, durante los cinco meses que duró el rodaje, me costaba mucho trabajo levantarme por los dolores en la espalda, el pecho, los brazos. Kate y Jessica me sorprendieron muchísimo con su entrega incondicional en los combates. Un día llegué al set y escuché ruidos fuertes, y resulta que era Jessica, que ensayaba las coreografías desde la madrugada. Son muy dedicadas estas chicas y por eso uno debe estar a la altura.

MC: Este filme te devuelve a la superproducción. ¿Las echabas de menos?
CF: Todo depende de las ofertas que reciba; por mí, encantado de ir de un género a otro, y del comercial al independiente. Sin embargo, hay un detalle curioso, y es que me sentí como en familia rodando El vengador del futuro. Pude acercarme de forma muy personal al director y los otros actores; llegamos a tenernos una gran empatía y confianza. Fue emocionante y formativo pertenecer a este equipo. Por eso la describo como una experiencia tan íntima que me parecía que estuviera trabajando en una película de pequeño presupuesto, aunque sabíamos que la inversión sobrepasaba los 100 millones de dólares.

MC: ¿Ya conocías la obra de Philip K. Dick?
CF: Tengo un hermano que es fanático de la ficción y de Dick, pero yo no me puedo considerar un auténtico conocedor. Admiro su trabajo porque tras la ficción hay una serie de elementos sociológicos muy interesantes, el temor de gran parte de la humanidad ante el creciente abuso de poder de muchos gobernantes. Y no sólo en su cuento, sino en otras novelas. Es como una advertencia de lo que podría pasar si seguimos dejando que los poderosos decidan el rumbo de todos. Al margen de los avances monstruosos de la tecnología, resulta alarmante lo que hacemos los humanos. También estuve en Minority report, basada en otro cuento de Dick, una visión similar a Total recall, aunque menos oscura.

MC: ¿Qué fue lo más difícil del rodaje, además de las secuencias de acción?
CF: Besar a Kate (Beckinsale, que es esposa del director Len Wiseman) fue muy difícil, pero golpearla fue más sencillo (risas). Es broma. Pero me estremezco de recordar las escenas de combate con ella, que interpreta a Lori Quaid, la esposa de Douglas en su vida implantada, y que me golpeaba más fuerte en las contiendas. A veces, me miraba como pidiéndome perdón y luego me daba otro golpe más duro (risas).

MC: Hablando de cine independiente, después de El vengador del futuro, rodaste Seven Psychopaths, dirigido por Martin McDonagh (In Bruges).
CF: Adoro a Martin. Haría cualquier cosa con él, lo que me pidiera, lo que sea. Su trabajo tiene aspectos absurdos y sombríos, pero también llenos de ternura y esperanza. La película sucede en Estados Unidos, soy el único personaje irlandés en ella; hago de un escritor que busca inspiración para una novela y se topa con el secuestro del perro de un mafioso hasta acabar involucrándose en el asunto. Me acompañan en la cinta Abbie Cornish, Sam Rockwell y dos hombres que para mí son dioses: Christopher Walken y Tom Waits. Se estrenará en noviembre.

MC: ¿Y después qué sigue?
CF: Empiezo el rodaje de Dead Man Down, escrita por Joe Wyman y dirigida por Niels Arden Oplev. Es sobre un inmigrante húngaro que pierde a su familia y decide infiltrarse en la banda responsable de la muerte de su hija. El guión es muy oscuro. Las dos películas son muy fuertes en realidad, ¡pero al menos no tengo que golpear ni besar a la esposa del director! Eso me da más tranquilidad (risas).


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Visiones de... PROMETHEUS

Nuevamente l@s invitamos a compartir las apreciaciones que generan las Visiones de... Miguel Cane y Claudi Etcheverry. En la suma de las diferentes visiones, l@s lector@s van construyendo su propia su visíón personal...

Cine Visiones reafirma la esencia de su nombre en esta edición de Visiones de... PROMETHEUS, con textos de Miguel Cane y Claudi Etcheverry. En cartelera en España.




¡Que los disfruten!

PROMETHEUS, por Miguel Cane.

PROMETHEUS, por Claudi Etcheverry.


ENTREVISTAS DE MIGUEL CANE con:

Noomi Rapace.

Ridley Scott.


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Prometheus, de Ridley Scott (02), por Claudi Etcheverry

Claudi Etcheverry.



En la mitología griega, el semidiós Prometeo roba a Zeus el fuego para los hombres, por lo cual los dioses lo encadenan a una piedra para que los buitres le coman el hígado cada día y éste se le regenere cada noche. Una afrenta semejante necesitaba un castigo eterno, según parece. En esta película la metáfora es otra, aunque parecida: para conocer a nuestros creadores, una expedición científica (como en Alien) viaja a un planeta desconocido enviados por una empresa sin escrúpulos (como en Alien) hasta dar con un bicho sumamente hostil (como en Alien) que desova en unos huevos verticales (como en Alien) plantados en una gruta que no es lo que parece (como en Alien) sino una nave para dispersión de esa colonia de semejantes en ciernes (como en Alien) más allá de las fronteras de sus cielos. Una científica desolada por lo que finalmente entiende como motivo de la expedición que la incluye (como en Alien) se da cuenta de que el destino de aquellos huevos será la Tierra (como en Alien) y se decide a parar aquella posible diáspora. Advierte que en la tripulación viaja un robot que parece plenamente humano (como en Alien) que lleva en su programación los verdaderos planes de la empresa (como en Alien), aunque al final su cabeza cortada (como en Alien) revela para qué ha sido incluido en la tripulación mientras babea leche por el costado de la boca (como en Alien). La heroína se encuentra cara a cara con el bicho malo en la nave de escape (como en Alien) y el bichejo tiene la cabeza como un pepino igual que el otro. En Prometheus no hay un ordenador central lapidario en sus afirmaciones como Mother, en Alien, que diga a la capitana sin paños tibios que la tripulación fue calificada como “expendable” (prescindible) ya de buen principio por la empresa que los envió, pero al final en Prometheus lo entendimos todos. Igual que en Alien, también de Scott.



En general, hago mis reseñas con un primer párrafo que exponga la trama general sin revelar el final, para comentar la cinta en las líneas siguientes. Pero los guionistas Jon Spaihts y Damon Lindelof no dejan nada de margen porque la película carece de interés y en un primer párrafo ya cabe todo: es pomposa en sus aspiraciones a obra maestra, y se pierde finalmente en los arenales de un planeta de “quiero y no puedo”. Con infinitos recursos menos, “2001, una odisea espacial” consigue una trascendencia metafísica brutal que dura todavía hoy, cuarenta y cinco años después. Prometheus empieza por el final y se propone abrazarlo todo tanto, que no aprieta nada. Recuerdo una anécdota personal cuando comencé a estudiar piano, a los veintitantos años. Al conocerla, le dije excitado a la maestra con quien empezaba las clases “¡Quiero ser un gran pianista!”, a lo cual ella contestó: “Solo puedo enseñarte a tocar el piano...”. Dejaba claro que lo otro dependía únicamente de mí.



En esta película, las pretensiones se dan de cara contra los resultados de manera parecida, como si en una mesa de café demasiado entusiasta productores, director, actores y guionistas se hubieran propuesto hacer una gran obra maestra. Pero la cinta toda ella es una secuencia de propuestas frustradas proponiéndose todo y cumpliendo con nada, desde un robot a quien no puede señalarse como un traidor porque está claro que no tiene sentimientos y ha sido simplemente programado para ello; la eterna pregunta humana sobre el devenir entre dónde venimos y adónde vamos; o la reconciliación con la naturaleza de nuestra especie cuando nos enfrentemos a un bicho cósmico malo de veras y nos damos cuenta de que tan malos no somos. El conflicto edípico insulso de la Theron con un padre abismado a la muerte y ansioso de eternidad completa esta obra tan centrífuga como inconsistente. Todo ya ha sido visto decenas de veces en la historia del cine. A 2001 podemos disculparle aquellos planos de colores quizá arbitrarios si entendemos que se filmó en plena época psicodélico-lisérgica, pero su tensión dramática no decae en ningún momento y lo hace con la centésima parte de recursos menos que ésta. La metáfora de la escultura que encuentran en la cueva de esta cinta (detallista, metálica, figurativa, enorme) se opone término a término con la sobriedad conceptual del prisma negro puro en 2001. Por el otro lado, Alien es una zozobra permanente con escenas salvajes como la muerte del mecánico negro o la subida de un tentáculo casi seductor por la pierna de una rubia tonta que se desvanece de pánico ante su muerte segura. En ambas hay muchísimo más, con muchísimo menos. Ridley Scott podría haber sido un moderador de esas falencias, pero no. Traicionado por sus propios recuerdos, repite e insiste en aquellos moldes que en Alien iban llenos de mérito y que aquí naufragan en flecos gastados. Hasta la atmósfera del planeta anfitrión se acerca peligrosamente al entorno de un parque de atracciones en vez de hacernos sentir en serio que el aire fuera irrespirable. Con un palmo menos de altura, Noomi Rapace parece un subproducto de Cher, como un clon suyo en plan hermanita menor feúcha o con menos pasta para bisturí de belleza.



Esta producción se propuso demasiadas líneas: la eternidad, la vejez, el reemplazo generacional, el hombre como dios creando a los robots como hombres, la distancia, la ética de la ciencia, la soledad en el universo. Pero la memoria es implacable: así como recordaremos siempre a las otras dos películas, esta Prometheus ya se estrella contra un frío glacial en taquillas y en muy pocos meses nadie la recordará en absoluto. La etimología de Pro-meteo comparte origen con la palabra promesa, pero aquí ni siquiera las cumplen. El director tendrá que refugiarse en recordar su otra cinta, la genial Alien, con el dolor enorme que le causará no este fracaso sino no haber conseguido superar aquel éxito.


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10 ago 2012

Vengador del futuro, El / Total recall, de Len Wiseman

Volver a otro mundo

Miguel Cane



Autor prolífico pese haber muerto joven, Philip K. Dick es uno de los escritores de ciencia-ficción más adaptados al cine, aunque con resultados muy irregulares: lo mismo hay obras maestras (Blade Runner) que cintas buenas (Minority Report) que terribles (Paycheck) basadas en sus cuentos y novelas. La que hoy nos ocupa, El vengador del futuro, es en sí, una “nueva versión” -- aunque no propiamente un remake – de la cinta Total Recall, que Arnold Schwarzenegger protagonizara dirigido por Paul Verhoeven en 1990, que es célebre en México por tener algunas locaciones realizadas en el Distrito Federal.



Donde la primera cinta era una estilizada película de aventuras con dosis de acción y hasta de humor, con los excesos visuales de Verhoeven – un cineasta que nunca le hizo ascos a lo vulgar en su trabajo – como parte integral, ésta nueva versión, dirigida por Len Wiseman (Underworld) es una película de acción bastante convencional, bien realizada y con buenos efectos, pero con un guión plagado de huecos e inconsistencias, con espectaculares peleas que de lo coreografiadas se sienten ascépticas – no hay sangre, no hay heridas – y un ritmo vertiginoso que a la larga, se carga la trama.

Esto es una pena, porque los tres protagonistas, Colin Farrell (como Douglas Quaid, que ha vivido virtualmente engañado por un largo tiempo), Kate Beckinsale (como una villana calculadora) y Jessica Biel, hacen un buen trabajo con lo que tienen y aunque son carismáticos y valientes (ellos mismos realizaron todas sus secuencias de acción), es muy flaco el favor que el guión o que la dirección indiferente les hace.

Innecesaria en su concepto – nada de lo que propone es algo que no hayamos visto antes – y ahogada por su propio derroche de espectacularidad, que le quita toda la sustancia que Dick aplica en su narrativa subversiva e inteligente, la película no pasa de ser un mediocre ejercicio en el regodeo visual y una pobre excusa por parte de su estudio, para entrar en la carrera de cintas del verano, que evidentemente, eclipsada por Los Vengadores, Batman y Spiderman, ha perdido aún desde antes de su estreno.

Una lástima, pero Wiseman no es ni de lejos el director que esta trama necesita (se echa de menos la procacidad de Verhoeven) y esto hace que aunque ofrezca un paquete muy vistoso, en realidad sólo sea una caja vacía.

El vengador del futuro/Total Recall
Con Colin Farrell, Kate Beckinsale y Jessica Biel
Dirige Len Wiseman
EEUU 2012

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5 ago 2012

Cincuenta años de la muerte de Marilyn Monroe

Claudi Etcheverry.



Norma Jean Baker nació en la ciudad de Los Ángeles en 1926 inscrita oficialmente como Norma Jean Mortensen para que no fuera ilegítima, hija de Gladys Pearl Baker, aunque el supuesto padre abandonó a la madre antes del parto. No está claro si el padre fue Stanley Gifford –otro empleado de la empresa de cine en que trabajaba Gladys como montadora de películas– o bien Edward Mortensen, un noruego emigrado a los Estados Unidos. A las seis semanas de vida del bebé, Gladys fue diagnosticada de esquizofrenia paranoide, y estuvo recluida en institutos psiquiátricos hasta que tras siete años, volvió a hacerse cargo de la niña. Pero sus constantes recaídas obligaron a que volviera a dejarla, y ya nunca más pudo ejercer como madre de Norma Jean hasta su muerte, en 1984.



Norma Jean fue dada en adopción a la mejor amiga de su madre, Grace McKee, quien al casarse se trasladó a la costa oeste y tuvo que dejar provisionalmente en tutela a la niña. Tras su solicitud, la Sra.McKee consiguió recuperarla aunque eso duró poco pues su esposo la violó a los ocho años. Así, Norma Jean pasó a vivir con Olive Brunnings, otra amiga de su madre; uno de sus hijos la forzó cuando Norma Jean tenía doce años. Pasó a vivir con los Bolender, una nueva familia de acogida próxima a la casa de su abuela materna, quienes al mudarse lejos por una oferta de trabajo decidieron no llevarla, por lo cual Norma Jean decidió casarse con el hijo de una vecina para evitar regresar a alguna otra institución de menores. Su esposo era el joven James Dougherty, de 21 años, aspirante a policía; por entonces Norma Jean tenía 16. James se alistó en la Marina y fue enviado a Australia. Norma Jean fue a vivir con su suegra y empezó a trabajar en una fábrica de munición, donde la fotografiaron como una de las empleadas de la planta para la campaña de colaboración civil en la industria de la guerra. Allí comenzó su vínculo con la imagen, primero como modelo para calendarios de una agencia menor, la Blue Book, y luego con un primer contrato para cintas de bajo presupuesto en la 20th Century Fox.


Marilyn lee Ulises, de James Joyce.

Toda la vida de Marilyn Monroe fue una continua paradoja tratando de ser una persona normal atrapada en un cuerpo anormalmente atractivo. Dougherty no estaba de acuerdo con que su mujer se mostrara en fotografías, y por otro lado, la Century le ofrecía su primer contrato a condición de que estuviera soltera: llegó el primer divorcio. Años después, se casó con el beisbolista Joe Di Maggio, en quien buscó la vida familiar que Di Maggio no podía ofrecerle por el modelo de mujer que tenía como ideal, incompatible con Marilyn y su creciente vida artística: otro divorcio. Más tarde, se unió a Arthur Miller, un escritor a quien ella sentía que no le bastaba y para quien el cuerpo de ella no era estímulo suficiente contra la apatía de un escritor que se refugiaba en otros fantasmas: otro divorcio más...



Quienes lograron sortear el impacto visual de esta hermosa mujer consiguieron ver a una persona sumamente frágil e inestable, extraordinariamente insegura de sí misma. La psicología barata llama neurótico a toda persona demasiado sensible, a quien ama demasiado, o a quien se busca permanentemente. Marilyn recordó en sus sesiones de análisis con el Dr. Greenson que de pequeña iba al Paseo de la Fama de Los Ángeles y colocaba sus pies y sus manos en las losas del pavimento en las que grandes artistas habían dejado sus huellas para la posteridad. Quizá en ese entonces forjó un deseo por ser parte de un mundo cuyos peligros ella misma no acabó de calibrar, y se sumió cada vez más en otra paradoja de un pozo de destrucción a causa del sitial que deseaba en medio de ese mundo con garras. En la rubia tonta muy pocos consiguieron ver a una persona extraordinariamente emotiva que murió aturdida y devastada buscándose a sí misma. Su inseguridad la empujó a cultivarse leyendo clásicos y contemporáneos, y entró al Actors’ Studio del judío ucraniano Israel Lee Strasberg Strassberg. Él, potente observador del alma humana, decía de ella que la Monroe era a la vez vasta e insondable. Strasberg se había formado en la línea de exploración personal del ruso Konstantin Serguéievich Alekséyev, quien más tarde adoptó como pseudónimo el apellido de un actor polaco a punto de retirarse, Stanislavsky, para poder realizar sus experimentos teatrales con más libertad. El método Stanislavsky profundizado por Strasberg fomentaba en los alumnos que explorasen los distintos aspectos de su personalidad no para actuar, sino para vivir las emociones de sus personajes como propias.



Strasberg y su esposa Paula afirmaron ver en Marilyn una enorme sensibilidad y un deseo de trascender sus propios personajes con una infancia trágica como fondo, y estuvieron convencidos del don que tenía para ayudarle a sacarlo con la formación actoral. La fuerza expresiva de Marilyn se ganó el respeto y la admiración de muchos de sus colegas de curso. Aunque aterrorizada ante la audiencia, ganó su plaza en la escuela tras hacer una breve interpretación de la obra de Eugene O’Neill Anna Christie, cuya profundidad dejó pasmados a todos. Años más tarde, Strasberg afirmó que los dos actores que más le habían penetrado en la exposición de la intimidad de cada uno habían sido Marlon Brando y Marilyn Monroe. Entre sus alumnos estuvieron Paul Newman, Jane Fonda, Montgomery Clift, James Dean, Maureen Stapleton, Eli Wallach, Robert De Niro, Steve McQueen, o Al Pacino, de modo que la escala de comparación es muy notable. Convencido de su método, Strasberg instó a Marilyn a que explorara su inconsciente y se sometiera a psicoanálisis, convencido de que aflorarían rasgos enriquecedores para su formación. Lo que no supo era a qué arcón de padecimientos y desgracias la abismaba. Ella aceptó con el deseo de dejar de ser un fenómeno para poder ser ella misma. ("For the first time, I felt accepted not as a freak but as myself"). Se adentraba así en otra paradoja más, buscando ayuda en un método de análisis que se demostraría incapaz de resolver su pasado.



Marilyn Monroe murió cuando yo tendría unos seis o siete años. Creo que me enamoré de ella durante mi adolescencia, y he visto sus películas una y otra vez, aunque lo que más me detiene son sus fotografías. Hay una película que me crispa, con una escena que me llena de angustia en la que Marilyn se desespera para evitar que no maten un caballo. Dirigida por John Houston y con guión de Arthur Miller, la escena en que ella se desgañita contra Clark Gable, Monty Clift y Eli Wallach acaba con sus gritos desgarrados pronunciando unas palabras que parecen dirigidas a todos los hombres mientras cae sola, desplomada de rodillas, en medio del desierto. Eli Wallach afirma: “Está loca. Lo reconozco cuando lo veo: ¡está loca!”. Nadie la abraza mientras ella grita: “¡Asesinos! ¡Criminales! ¡Mentirosos...! ¡Todos sois unos embusteros!”. La escena acaba con el potrillo que trata de calmar a su madre tumbada en el suelo en una metáfora en la que los locos, queda claro que somos los seres humanos.



Marilyn Monroe fue un simulacro de ella misma. La mujer más deseada de América no quería serlo, pero se presentaba frente a 20 mil soldados en los campamentos de guerra, expuesta como una diosa en medio de hordas de hombres ciegos sedientos de deseo. Tampoco quería cantar a Kennedy en su cumpleaños, y mientras se enamora de él, el hermano de éste, Robert, queda prendado de ella y ambos asumen compartirla. El propio Hoover, director del FBI y en pleno macartismo hace que la vigilen por relacionarse con rojos como los Kennedy...



Clark Gable, en su papel en The misfits le pregunta: "¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo?". Ella es Roslyn Taber, Marilyn Monroe en su último papel. "Pues todo el mundo piensa que soy muy alegre", responde ella. "Eso es porque cualquier hombre se siente feliz al mirarte". Como en otra metáfora e igual que con las estrellas del firmamento, las hay que siguen dando su luz aunque se hayan apagado hace millones de años. La vida de Marilyn Monroe fue como una partida de ajedrez, en la que ella al fin, tiró el rey. Esta vez, con la ternura y admiración que sigue despertando y no se apagan, hasta la muerte ha perdido la partida.

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© 2012 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España.


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