31 may 2012

Noomi Rapace llega a Hollywood

Tras crear el personaje de Lisbeth Salander en cine, se ha convertido de la noche a la mañana, en una superestrella internacional. Ahora protagoniza Prometheus, lo nuevo de Ridley Scott

Miguel Cane



Desde que apareció por primera vez en las pantallas enmascarada con los múltiples piercings y tatuajes de Lisbeth Salander, la heroína de la trilogía fílmica basada en las novelas de Stieg Larsson, Noomi Rapace, (Estocolmo, 1979), hija de una actriz sueca y un músico y cantaor español de Badajoz, a quien casi no conoció, pese a tener una larga carrera en escenarios y televisión, era prácticamente desconocida fuera de Suecia. Sin embargo, su interpretación le dio la suficiente proyección para dar el salto a Hollywood y aparecer, primero en la secuela de Sherlock Holmes y ahora como una de las protagonistas de Prometheus, la muy anticipada cinta de ciencia-ficción de Ridley Scott, que con ella regresa a los territorios que exploró originalmente en clásicos como Alien y Blade Runner.

En la cinta, Rapace – que comparte créditos con Michael Fassbender, Guy Pearce y Charlize Theron – interpreta a Elizabeth Shaw, una arqueóloga contratada por la corporación Weyland, para descubrir los nexos entre la vida extraterrestre y el origen de la vida en la tierra, como parte de una expedición que tiene resultados, por decir lo menos, escalofriantes. Mezcla de horror, ciencia-ficción y acción, la cinta la catapulta al centro de la atención internacional, algo que no deja de sorprenderla, en sus propias palabras.



¿Cómo llevas la llegada del estrellato internacional?
No lo sé... la verdad es que no me considero más que una actriz. Para mí actuar es dejarme llevar, perder el control. No me preocupa pensar en cómo sueno ni cómo aparezco en las fotos en las revistas. Es una contradicción, lo sé, pero es lo que me ocurre. Me gusta estar a la sombra cuando me alejo de mis personajes. Yo no quiero ser famosa. Lo cierto es que prefiero que no se sepa nada de mí. Tú me entiendes.

Prometheus pertenece, gracias a sus nexos con Alien, en parte de un legado mítico ¿Qué aporta la película a la leyenda de esta saga?
Es interesante. Creo que en una parte, es una precuela, pero no es exactamente eso tampoco; quiero decir, Prometheus es un filme independiente completamente, aún si tiene esos vínculos que mencionas. Eso es algo que dejó muy claro Ridley cuando me propuso este trabajo. Creo que más bien no era cuestión de aportar, sino de crear algo nuevo, una iconografía diferente y me parece que lo hemos logrado. Al final, es parte del fenómeno, no le quita nada ni le aporta nada. Me gusta porque son cintas paralelas muy fieles a sí mismas, abiertas a miles de interpretaciones y en el cine eso no sucede con mucha frecuencia.


¿Cómo definirías a Elizabeth Shaw en el esquema del filme?
Mi personaje es más humano, creo. Según Ridley, es el corazón, así como el personaje de Fassbender es el cerebro y el de Charlize, la conciencia. Muchas de las cosas que Elizabeth hace en el filme la ponen a prueba, incluso en su fe... de todos los exploradores, es la que comienza más humana, más frágil. Me exigió mucho físicamente, tuve que adelgazar mucho, hacer cuatro días a la semana kung fu y gimnasia, todo para incorporarlo a su transformación; ella pasa de ser una científica con una cierta inocencia, en un personaje que tiene que hacer muchas cosas, incluso dolorosas para ella, para sobrevivir y también para tratar de evitar una catástrofe que podría acabar con la humanidad.

Este es un papel muy codiciado... ¿Cómo resultaste elegida?
Eso es verdad. Ridley estuvo mucho tiempo buscando una actriz desde que decidió que quería un personaje femenino en este filme, que hiciera lo que Elizabeth. Entrevistó a un montón de actrices, algunas muy conocidas, pero era complicado encontrar a alguien que reuniera las características físicas y emocionales de Elizabeth, o que fuera lo suficientemente convincente en el rol. Él me vio en las cintas de Millenium y habló conmigo. Me dijo que en mí había algo que le gustaba, que podría hacer lo que él necesitaba y me ofreció formalmente el papel, diciendo que sabía qe yo encontraría cosas de mi personaje que él no había llegado a descubrir. Me sentí feliz, pero también muy intimidada. Soy todavía bastante desconocida en los Estados Unidos, y para el estudio a firmar en una chica sueca-española que casi no hablaba inglés para hacer la protagonista en la película más grande del año para ellos, es bastante inusual.


¿Implica mucho compromiso?
Yo siempre me comprometo al cien por ciento con todos mis proyectos, pero digamos que al ser un filme de Ridley Scott, en este formato, implica un mayor nivel de expectativas qué cumplir y muchos retos qué superar.

¿Como cuáles?
Por ejemplo, Ripley, el personaje de Sigourney Weaver, que es con quien se compara más al mío. Es muy difícil separarte de un personaje así, sobre todo cuando existe toda una serie con él y es tan emblemático. Por eso mismo es que he trazado una línea muy clara que diferencíe a Elizabeth Shaw de Ripley. Yo no tengo nada qué ver con ella. Y así fue como me acerqué al personaje, con cuidado de que no hubiera nada que sirviera a una comparación. Prometheus es otra historia, como te decía, tenemos que establecer, en un mismo universo narrativo – los elementos están ahí – a nuestra propia historia. Lo que Ridley quería era contar algo completamente diferente, que sirviera para abrir la puerta a Alien, y también a su propia historia. Pero eso lo tiene que decidir, al final, el público.

¿Puedes decir que este es un nuevo umbral en tu carrera?
No soy muy sentimental al respecto: soy actriz, a mí lo que me gusta es interpretar a alguien y luego pasar a otra cosa. Ya pienso en mi próxima película, y lo único que quiero es terminar con ésta. Tampoco creo que la gente se vaya a acordar mucho de mí, porque les gusta olvidar pronto y cambiar de caras famosas. Recordarán al personaje de Elizabeth, pero espero que no de mí, porque eso me dará la libertad de hacer otra cosa, de inventarme un nuevo personaje cuando haga falta y después poder volver a mi vida anónima. Soy muy autocrítica. Lo he hecho bien, pero espero hacerlo mejor la próxima vez. Pero no soy Elizabeth Shaw, ni Lisbeth Salander. Ya lo hice. Ahora quiero hacer otra cosa. Ser otras mujeres.


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Es Diva, es Deneuve

Leyenda viva del cine, la actriz francesa retorna a las pantallas como estrella de Mujeres al poder.

Miguel Cane


La imagen de Catherine Deneuve (nacida Catherine Fabienne Dorléac en París, en 1943) es icónica: ha sido la protagonista de filmes legendarios como Los paraguas de Cherburgo, Repulsión, Belle de Jour, Indochina y El Ansia, e incluso fue seleccionada para encarnar a Marianne, el símbolo nacional de la República, en las fiestas del bicentenario, en 1989. Es una verdadera leyenda, aunque ella misma asegura que “El mito de Catherine Deneuve no existe.” Aún así su presencia impone respeto. Su educada indiferencia, la elegancia de movimientos como agitar la muñeca para encender un cigarrillo (insistió que su encuentro con la prensa fuera en la terraza de un hotel madrileño para poder fumar a su gusto. No pide disculpas por ello. Durante la conferencia de prensa se armó un numerito, porque se le ocurrió encender un cigarrillo en el salón del hotel. Cuando le dijeron que podían multarlos, respondió que la pagaría ella. "Todo esto me parece un exceso", dijo antes de apagar de mala gana su cigarro). Es una diva y lo sabe.



En Potiche, Mujeres al poder, la más reciente comedia de François Ozon, toma esta imagen y le da la vuelta: en la primera escena aparece en ropa deportiva y con un peinado espantoso de los años 70. Si su bienamado Yves Saint Laurent la hubiera visto, habría sufrido un derrame cerebral. Pero es solo un personaje en esta comedia que satiriza las relaciones entre capitalismo, feminismo y lucha de clases, burlándose de las imágenes de sus protagonistas, la Deneuve y Gérard Depardieu.


"Yo no interpreté el papel pensando que también estaba satirizando mi imagen. Lo elegí porque me gustó el guión. Yo no hago cosas que no me gustan. Asi de simple. En todo caso, eso es cosa del director y François es un profesional, sabe exactamente qué quiere plasmar a la larga.".

La película es una adaptación de un clásico del teatro de Barillet y Grédy estrenada en 1977. Cuenta, en clave de farsa, las tribulaciones de un matrimonio burgués, dueño de una fábrica de paraguas, que se enfrenta a una huelga. O cuando la lucha de clases se mezcla con el vodevil sexual: mientras la fábrica arde, el marido se enreda con su secretaria, y ella, hastiada de su rol de mujer trofeo (el potiche/florero del título), se la cobra enredándose con el alcalde comunista del pueblo (Depardieu, con quien ya hiciera pareja hace años en El último metro de Truffaut), todo deriva en una comedia aguda, divertida y no desprovista de cinismo, que asegura, es algo que le gusta.



“Tengo un sentido del humor, claro. Pero es muy poco convencional. No me río con las cosas simples. Me gusta que me arranquen las risas con retruécano, con ingenio, ¿me entiendes? Por eso no he hecho comedias corrientes nunca. No me dan risa y no me imagino haciendo cosas semejantes. Pero Potiche es diferente. Después de todo, el que sea una comedia es lo que le da su encanto. No se trata de un filme social que pueda resultar panfletario o demagógico. Sin embargo dice, y bien claro además, cosas sobre las relaciones entre hombres y mujeres.”

La cinta retiene su periodo histórico. ¿Cree usted que refleja algo en los tiempos actuales?
“Ya lo creo, si. Mira, es una obra de los setenta, pero aunque la situación ha cambiado desde entonces, el machismo y el sexismo siguen siendo habituales en el mundo laboral y no solamente en Francia. Si lees el periódico, verás que sucede en Europa, en América, en todas partes. Hombres ganan más que las mujeres solo porque son mujeres y si ellas obtienen un puesto de mayor importancia, se enfadan y se quejan y dicen “oh, se lo han dado sólo porque tiene tetas.” Sí. Es verdad. Muchos hombres se quejan de eso.

¿Diria que hay más igualdad ahora en algunos aspectos, cuarenta años más tarde?
Pienso que en cierto modo, ahora hay más igualdad, sí, pero no sé si algún día alcanzaremos la igualdad total Te contaré algo. En 1971, participé en una campaña del Movimiento de Liberación Femenina que fue un escándalo, una càuse celébre. 343 mujeres firmamos un manifiesto en la prensa en la que reconocíamos públicamente haber abortado. Eramos muchas. Simone de Beuavoir, Marguerite Duras. Emmanuelle Riva, Anouk Aimée, yo misma. Fue un escándalo, pero logramos algo. Sin embargo, ahora se promueven en varios países, penalizaciones a nuestros derechos, se busca revertir las leyes del aborto, que protegen nuestro derecho a decidir. A veces creo que el reloj va hacia atrás.”

Ha trabajado con una selección de los mejores directores en la historia del cine. ¿Cómo es su relación con ellos cuando trabaja?
“Con Polanski, ambos éramos muy jóvenes. Él era brillante y muy exigente. Me daba instrucciones precisas y yo me puse por completo en sus manos. Repulsión es un gran filme. Lo amo. Jacques Demy me adoraba y yo a él. Yo era casi una niña cuando me llamó a trabajar con él y aprendí muchísimo. Pocos directores te cuidan tanto como él. Buñuel... me vio primero en una fotografía y pensó que estaba bien, que le serviría para Belle de Jour. No sé si fui su primera opción o no, y ahora, tantos años después (se ríe) ya no me importa. Me eligió y me dio este papel y me indicó cómo trabajar con lo que era. Contención, contención. Le gusté, porque después me invitó a venir aquí a filmar Tristana. Él estaba muy contento de volver a rodar en España tras Viridiana. Tenía buen humor, aunque era un hombre de otra época. Nuestra relación fue buena, pero no estrecha. Se relacionaba mejor con Fernando Rey o Rabal, de hombre a hombre. Conmigo era respetuoso. François, por otra parte, es un muchacho encantador. Ya habíamos tenido una experiencia magnífica al hacer 8 mujeres, que es también una adaptación teatral – de una obra que se llama La ronda de las Arpías – y decidió hacerla en clave de musical. Fue como volver con Demy al set de Los paraguas de Cherburgo. Me encantó trabajar con él y le dije que haríamos lo que quisiera. Es un director de actrices estupendo. ¿Has visto lo que ha hecho con Charlotte Rampling, con Jeanne Moreau? Es un genio en ese sentido. Tiene una inmensa sensibilidad. Eso no es común. Raúl Ruiz era igual, increíblemente sensible. Ese es un factor que me hace considerar un trabajo. No hago cosas que no me gusten, ni las hago por dinero.”

Son cincuenta años casi de carrera y sigue trabajando como el primer día...
“Mira, las cosas son así. Voy a cumplir 70 años en 2013. No me gusta sentir cómo pierdo energía, pero un proceso natural. Envejecer no me provoca ningún conflicto grave. No es algo que me obsesione. Afortunadamente, estar rodeada de amigos, de familia, me ha hecho superar las etapas de mi vida sin grandes traumas. Las arrugas no me quitan el sueño, y veo que la fiebre del botox y los facelifts ya está pasando, al fin. Los directores llegan a cansarse de los actores que no pueden mover ni la frente ni las cejas. Pero no sólo los actores recurren a la cirugía estética. Lo hace mucha gente, incluidos los políticos, como Berlusconi. Que es un tipo ridículo a quien la cirugía no le ayudó absolutamente nada.”

Icónica e inconforme, entonces. De una pieza.
“¡Pues claro! (sonríe) Aunque la gente crea que por verme como me veo o vestirme como me visto no lo sea. Eso es algo que finalmente a nadie le importa. Soy anticonvencional. Siempre he sido igual. Por eso acepté ser la imagen de Marianne, es un símbolo de la República, no un mito. No creo personalmente en los mitos. Sé que mucha gente me considera eso, pero si supieran cómo soy en realidad, que hago mi propio mandado y que me desmaquillo antes de dormir y que necesito lentes para la presbicia, se sentirían desencantados. Pero qué puedo hacer. Soy una mujer. Soy humana."



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25 may 2012

Prometheus, de Ridley Scott

Dioses de otros mundos

Miguel Cane



El retorno de Ridley Scott a la ciencia-ficción, género en el que forjó su nombre con dos filmes hoy legendarios, Alien y Blade Runner, es algo que sus muchos admiradores han estado anticipando, sobre todo, porque en la última década, el director (después del éxito popular de Gladiador) no ha tenido un desempeño ejemplar y en algunos casos, desastroso (¿Recuerdan la terrible Un buen año, su incursión en el terreno de la comedia romántica, que más le hubiera valido ignorar?). No obstante, Prometheus cumple lo que ha venido ofreciendo con su enigmática campaña publicitaria: es una cinta con mucho estilo, suficiente sustancia, estupendas interpretaciones y un tema inquietante que permanece en la mente del espectador, invitando a más visionados para descubrir los detalles que a simple vista pudo haber perdido.

En los años 80 del siglo XXI, la todopoderosa corporación Weyland envía al espacio a una expedición de investigadores y ejecutivos, para explorar la posible relación entre el origen de la humanidad y visitantes del espacio en la antigüedad (una teoría muy en boga desde hace décadas). Entre los componentes de este grupo está la arqueóloga Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) cuyo descubrimiento de un mapa estelar es la ostensible causa del viaje, la alta ejecutiva Meredith Vickers (Charlize Theron), fría y aristocrática, con un plan ulterior y David (Michael Fassbender), un ente sintético programado para ser asesor doméstico y científico en el equipo. Pero, por experiencia previa, sabemos que en este filme, nada es tal como parece.

Ostensiblemente, Prometheus es una precuela temática de Alien y de hecho, sucede en su universo original, pero tanto Scott como su guionista, Damon Lindelof – que entrega un guión consistente, si bien no puede evitar sus típicos brotes de pretensión, algo que es un defecto muy suyo – buscan ir hacia otra dirección y establecer ésta como una historia independiente, con ramificaciones en la saga Alien, pero enfocada en su propia iconografía. De hecho la ruptura funciona: si fuera una precuela como las que hace George Lucas, todos sabríamos cuál es el final – la llegada de la nave Nostromo – pero aquí, tras un accidentado (literalmente) tercer acto, la cinta se abre a otra dirección y eso es de agradecer, más aún después de una secuencia climática en la que pesa demasiado el ritmo frenético y la historia planteada anteriormente, sale por la ventana por momentos.

Las actuaciones son de primera, incluyendo un sorprendente turno de un virtualmente irreconocible Guy Pearce, y aún si los diálogos a veces son afectados (otra lacra que tiene Lindelof), las interpretaciones no pierden un aire genuino, especialmente por parte de Fassbender y Rapace (Theron a veces parece más robótica que él).

Impresionante, bellamente diseñada y vertiginosa, la vuelta de Scott al género que le dio gloria es una cinta casi perfecta y da visos de la grandeza de su director, algo que hacia mucho no se advertía tanto.

Prometheus
Con Charlize Theron, Noomi Rapace, Michael Fassbender, Idris Elba, Rafe Spall y Guy Pearce
Dirige Ridley Scott
EEUU/Reino Unido 2012




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Potiche: Mujeres al poder, de Francois Ozon

La Señora Manda

Miguel Cane


No cualquiera se atreve a sacar a una diva legendaria como Catherine Deneuve en pantalla, burlándose de su imagen de belleza perfecta más allá de lo meramente humano. La sensibilidad y olfato de François Ozon para lo kitsch, que ya demostraba desde su primer largometraje, Sitcom (1998), que siguió a su perturbador debut con el mediometraje Regardez la mer (1996), se encuentra aquí con una cómplice de altura, una diosa Deneuve que deconstruye su divismo para ponerse al servicio de una autoparodia que demuestra que para ser una estrella perdurable un requisito es sacar a pasear el sentido del humor (y esto también aplica a su co-protagonista, Gerard Depardieu).



Al igual que 8 Mujeres, esta es también una adaptación de una obra de teatro por parte de Ozon cuya acción transcurre décadas atrás, con un tono humorístico, centrada alrededor de las mujeres que forman y rodean a una familia. Potcihe, que en francés significa literalmente jarrón o florero y en sentido figurado se utiliza para describir lo que en castellano se conoce como a una ‘mujer trofeo’, explota perfectamente la ambientación de 1977, tanto en el aspecto de vestuario (¡terlenka! ¡poliester! ¡esos peinados!), como en la forma de narrar la historia, tal y como se deja claro desde un inicio con los títulos y la primera secuencia. Este es uno de los aspectos más divertidos de la película ya que la historia en sí, se sustenta con un humor fino y a veces un tanto cínico, que establece una sátira social, sin caer en el discurso panfletario, algo que se agradece.



Suzanne Pujol (la Deneuve) es un ama de casa burguesa cuyo marido, Robert (Fabrice Luchini), tiene problemas con la fábrica que dirige y una aventura extramarital con su secretaria. Al enterarse, Suzanne decide mandar a volar sus prejuicios y formulismos sociales, encabeza una revolución en la fábrica y además se enreda con el alcalde comunista de su comunidad, Maurice Babin (Depardiéu). Las cosas se salen de proporción y las carcajadas no se hacen esperar. El guión posee un buen ritmo, a pesar de la teatralidad de la fuente original. Su exageración formal, estilística e incluso actoral hacen presagiar buenos momentos pero la historia y el diálogo nunca acaban de proporcionarlos. Quienes realmente tiene aspecto de estar pasándoselo en grande son los propios actores del filme. Deneuve y Depardieu, que ya fueron pareja en El último metro de Truffaut ahora se dan cita en la madurez y no hay duda de que ambos disfrutan en pantalla y que entre ellos hay una notable química aunque en esta ocasión Denueve es la estrella absoluta. El nivel actoral del reparto está a una gran altura, Luchini, Jérémie Renier como su hijo y Karin Viard como la “secre” en cuestión, están brillantes, y dan a la diva el soporte necesario para hacerse de la película, donde Ozon plantea encuadres cuidadosamente armados para escenas donde ella es dueña y señora. Y ver a Deneuve en pantalla siempre, siempre, es una buena razón para acercarse.

Potiche: Mujeres al poder
Con Catherine Deneuve, Fabrice Luchini, Karin Viard, Jéremie Renier y Gerard Depardieu
Dirige François Ozon
Francia/Bélgica 2010

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Un feliz acontecimiento / Un hereux événement, de Rémi Bezançon

Claudi Etcheverry.




La publicidad de compresas menstruales presentan siempre a las mujeres encantadas de pasar por su período, y la de coches siempre los muestran deslizándose entre campos abiertos de girasoles y viñedos llegando a un hostal sobre un acantilado donde espera una cena plácida al atardecer. En los anuncios de cremas antiarrugas y de adelgazamiento aparecen personas jovencísimas que no las necesitan en absoluto, y las publicidades de maquinillas depilatorias traen a mujeres que no tienen un pelo de tontas. Pero cuando uno habla con las señoras con dolor de ovarios, interroga a cualquier conductor en medio de los atascos habituales, o ve aquellas personas que luchan contra el sobrepeso sometiéndose a la tortura del hambre, la realidad nos dice poco de esos recursos dignos de tanta poesía.


Aparte de la satisfacción personal evidente que trae aparejado tener un hijo, “Un feliz acontecimiento” recopila además algunas de las sensaciones y abismos que hemos sufrido todos los que los hemos tenido sin alienarnos ni sentirnos unos monstruos por estar a punto de claudicar en más de una ocasión por la exigencia que acarrean de cansancio, tensión y dudas. Muchas películas risibles transitan ese hecho con padres manazas que se desbordan al preparar una papilla, pero una comedia torpe dice bien poco del desbarajuste personal que un niño acabado de nacer arrastra en la pareja y en las personas que la componen aunque nos hagan reír con tropezones y gags. A la vez que la presencia del bebé parece ser lo más natural del mundo y uno se pregunte cómo ha sido posible estar sin él hasta ese momento, el pequeño mamífero tiene unos mecanismos detonantes de retardo que pueden hacer saltar por los aires hasta la pareja más sólida. Es una ingenuidad creer que un bebé no es más que un tubo que llora por un extremo y hace caca por el otro. No traen manual de instrucciones, y por lo general no tienen devolución; pueden causar un terremoto por simple presencia.



Esta película aborda también los otros sentimientos, los sentimientos reales que también cursan como fiebre o espasmos junto al amor y la dedicación. Puestos a ser sarcásticos, ser padres supone una depresión post-parto, pero antes supuso ya una depresión postcoital, porque visto desde la perspectiva de todo lo que no sabíamos que íbamos a pasar, tener un hijo se parece mucho a una inconsciencia. Esa colonización –primero de la mujer y después de la familia– que supone la simple presencia de estos inmigrantes de espaldas mojadas al nacer, hay que suplementarla con mucho trabajo personal y de pareja porque el golpe que asestan al vínculo familiar puede ser mortal de necesidad. La película no hace caso omiso ni mira para otra parte, como tampoco proclama que los hijos sean una calamidad insalvable. Los hijos son una cuña de acero al egoísmo y al culto personal, y solamente siendo inteligentes podremos compensar una cosa con la otra y concluir en que han sido un maravilloso sacrificio. Lo que no podemos creer es que estos enanos salgan gratis. No: son carísimos, y no estoy hablando de gastos en pañales o cuotas de colegio, sino de todo lo que nos fuerzan a tener que entender de nosotros mismos. Los hijos son un límite.



Con buenos diálogos y desempeños muy creíbles (especialmente convincente resulta la actriz secundaria Josiane Balasko como Claire, la madre de la protagonista Barbara Dray) la película empieza como una comedia ágil de buenos diálogos y buen ritmo, pero se adentra en los pliegues del conflicto aunque se detenga cauta ante el exceso de drama, y tire cuando se puede para sacar una sonrisa. Maltrecha y con no pocas magulladuras, la pareja de Barbara y Nicolas sigue queriéndose a pesar del desajuste del que apenas empieza a emerger. La escena final es muy fugaz, pero Barbara trae un segundo predictor que da la certeza de que la fertilidad insistente es muchísimo más profusa que los sitios en los que el neonato podría desembarcar si se esperara que lo hiciera en condiciones perfectas. Solo el amor por los hijos hace posibles todos esos ensayos y errores de los que salimos como podemos con el cariño que nos tenemos con ellos como única explicación. Y al final, como único premio.

Un feliz acontecimiento / Un hereux événement.
Francia, 2012.
Director: Rémi Bezançon.
Con Louise Bourgoin, Pio Marmaï, Josiane Balasko.

Opiniones y pareceres a c.etcheverry@coac.es
© 2011 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España

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17 may 2012

Almanya, bienvenidos a Alemania / Almanya, Willkommen in Deutschland, de Yasemin Samdereli

Claudi Etcheverry.




El joven Hüseyin Yilmaz fue uno de los 2,3 millones de turcos que llegaron a Alemania a partir de la década del 50 cuando tras la devastación del país después de la Segunda Guerra Mundial fue necesaria mano de obra para emplearla en el resurgir de la industria. Pero como dijo el escritor suizo Max Frisch, “Pedimos mano de obra y vinieron personas”, y Hüseyin fue uno de esos tantos hombres y mujeres que dejaron sus tierras y se internaron en el camino del extrañamiento para siempre. La película está contada desde la perspectiva de la saga de este hombre en Alemania con protagonistas de tres generaciones: la del patriarca y Fatma, su mujer; la de sus tres hijos Veli, Muhamed y Leyla; y la de sus nietos Canaán y Cenk. Las tradiciones, las costumbres, los orígenes que se van diluyendo, mientras planea el fantasma de la asimilación en la nueva cultura. Sin dramatismos y con buen ritmo, la directora Yasemin Samdereli va hilando escenas de ayer y de hoy hasta que demuestra lo que la película quería decir: que todos somos parte de nuestro pasado y que heredamos el acervo de lo que vivieron nuestros ancestros.


Centrada en narrar los sentimientos de los inmigrantes, la cinta no aborda el fenómeno colateral de la xenofobia porque su discurso es el de los sentimientos personales encontrados, el simple deseo de una vida mejor mientras la nostalgia deja asidas a las personas a un pasado imborrable que en un efecto de perspectiva inversa, más crece cuanto más se aleja. Pero por otra parte, todos los que hemos salido alguna vez del sitio de origen sabemos que al irnos no seremos nunca uno más del país de acogida por mucho que hayamos podido asimilarnos; y ya no seremos del sitio que quedó atrás porque el regreso pronto se revelará como una verdadera fractura entre “ser” y “estar”. La diferencia que “Almanya” describe muy bien estriba en que encontrar perfecto acomodo en el lugar de llegada, incluso sin tener nunca fricciones ni conflictos, no nos hace de allí, porque eso sería negar el origen. Un día, explicando esta idea y como argentino, le decía a un amigo que hay diferencias culturales evidentes, que él se negaba a admitir. Le insistía en que no somos mejores ni peores sino simplemente otros, y que la diferencia es bien real. Al final, encontré el argumento con el cual poder decirle lo que para mí era evidente: “Mafalda –le expuse– ¿podría ser una nena catalana o aragonesa?”. Entonces se rió y finalmente entendió. También le conté que en casa habíamos incorporado la tradición catalana del Tió para que nuestro hijo no fuera el único de su clase que no tuviera esos regalos por Navidad. No era ni una hipocresía ni una impostura, sino el deseo de allanarle el camino con el recurso de la alegría. Pero con Tió o sin él, a solas soy tan argentino como siempre, lo que no impide la amistad, el amor o la integración. El origen es un dato de la identidad aunque algunos lo recorten a hablar un idioma u otro.



En la película, los primeros inmigrantes Fatma y Hüseyin eran unos desconocidos para ellos mismos, añorando su lugar de origen e internándose de a poco en el nuevo país mientras hacían el camino del aprendizaje de esa nueva cultura, idioma y costumbres; al tiempo, sus propios hijos se alejaban de los orígenes y devenían relativos desconocidos para sus propios padres en la medida en que iban incluyéndose en las tradiciones locales y se hacían más alemanes y menos turcos; y al final los nietos, completamente separados de la tradición de origen, regresaban a aquellas señales ancestrales por la vía del afecto para incorporarlas finalmente como el acervo familiar de los abuelos. La figura de la nieta mayor –una excelente Canaán que desempeña la actriz Aylin Tezel– es el mayor exponente de este ciclo, en pareja con un inglés y en el descubrimiento de que la mitad de sus afectos se expresan en gestos turcos. Ella es la maravillosa y enriquecedora prenda de unión del efecto multiplicador del mestizaje porque la chica no son dos mitades sino dos identidades completas y simultáneas.



Temporalmente, la película se encuentra a medio camino entre el destierro e Internet. Los inmigrantes de la primera mitad del siglo XX perdían sus orígenes en seco; los de la mitad de siglo podían plantearse al menos un viaje de visita al origen como el de esta película; y los inmigrantes de hoy tienen el mundo en cualquier punto de conexión a Internet.

Pero la ausencia es la ausencia, y algunas comprobaciones vitales dolorosas o felices nos marcarán aquel extrañamiento siempre. Un refugio es descubrir que patria no es tanto el lugar en que uno nace sino el sitio en que uno imagina para morir, porque los códigos de origen siempre resuenan en nosotros de una manera especial, seamos uruguayos, turcos o senegaleses. Que eso no nos impida hacer una vida feliz no significa que esa cuerda no vibre en algún rincón de nuestra persona, incluso para quienes nieguen su origen o luchen contra él y se decidan a inaugurarse como seres espontáneos ex-novo, porque negar el origen no necesariamente tiene que estar ligado a una nacionalidad, sino que también puede ser el rechazo directo a un grupo familiar. Entre signos de afecto, “Almanya” trata de demostrar justo lo contrario: que si el pasado se ata a nuestros sentimientos, somos parte de una línea de la historia. Sin pasado, o sin historia, es casi seguro que no hay identidad, o al menos habrá una identidad seguramente coja que nos seguirá allá adonde creamos que podemos llegar para escondernos, por mucho que insistamos en negar lo que sin duda todavía late en algún pliegue del alma.

Almanya, bienvenidos a Alemania
Almanya, Willkommen in Deutschland
Alemania, 2011.
Directora: Yasemin Samdereli.
Con Vedat Erincin y Fahri Ögün Yardim como Hüseyin joven y viejo; Lilay Huser y Demet Gül como Fatma joven y vieja; Aykut Kayacik y Aycan Vardar como Veli joven y viejo; Ercan Karacayli y Kaan Aydogdu como Muhamed joven y viejo; Siir Eloglu y Aliya Artuc como Leyla joven y vieja; Aylin Tezel como Canaán; y Rafael Koussouris como el niño Cenk.

Opiniones y pareceres a c.etcheverry@coac.es
© 2011 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España

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Profesor Lazhar / Monsieur Lazhar, de Philippe Falardeau

Claudi Etcheverry.



Mientras resuelve su trámite de pedir asilo en Canadá, el argelino Bachir Lhazar encuentra un trabajo como profesor en Montréal para reemplazar a la maestra anterior de un curso que ha tomado una decisión espantosa colgándose de una viga en el aula de su clase de niños de unos once años, escena que por accidente llegan a ver dos de ellos y el impacto implacable reverbera en todos. Pese a los esfuerzos de los profesores por encajar semejante golpe, el hecho desencadena una serie previsible de reacciones en ellos que habrá que manejar mientras los adultos tripulan el barco tratando de llevarlo, unos apelando a la disciplina y otros a la ternura.


Cada vez más se me hace evidente la diferencia de ritmo y manejo entre la mayoría del cine americano y la mayoría del cine europeo. A margen de sus respectivos contenidos que pueden ser más o menos profundos, más o menos entretenidos, o más o menos consistentes, el envoltorio del cine americano se puede reconocer con una industria perfectamente aceitada para presentar sus productos con un papel impecable, lazos relucientes y ni una arruga. Esto no significa que lo que haya dentro sea siempre admirable, porque tras muchos envoltorios y cajas sucesivas, podemos llegar a no encontrar nada si todo era caja tras caja como en las muñecas rusas. En este extremo puedo poner “Los juegos del hambre” que he visto hace poco, un paquete perfecto de puro humo y del que no queda apenas nada. Por otra parte, y apoyándose en la misma industria, hay cintas preciosas con mucho contenido o buen entretenimiento, que uno agradece por quedarse pensando y también por lo contrario, que está bien si pasamos un rato agradable y vamos a otra cosa. No todas las novelas que leemos nos conjuran de fantasmas ni grandes reflexiones, y también está bien. Por otra parte, la gran mayoría del cine europeo habla otro idioma y siempre está más cerca del teatro que de las superproducciones, posiblemente con menos recursos e inversiones pero que también ha aprendido ese otro lenguaje que lo acerque a lo que ingenuamente podemos llamar cine americano, tan cuidadoso de los exteriores, iluminación y agilidad de los diálogos. Por supuesto, están todos los casos intermedios.


“Profesor Lhazar” es una película europea, y narra las situaciones desde un punto de vista doble porque en la trama se presentan dos alternativas para atajar el trauma que ha supuesto la muerte de la maestra. Por un lado, se maneja un protocolo estricto de distancia al alumno, contención administrativa y método educativo encarnado por el cuerpo de profesores canadienses que tienen instrucciones muy rígidas de cómo llevar el asunto casi sin involucrarse personalmente con el alumno. Y por otra parte, un argelino tierno y tan sensible como ellos pero que defiende el principio de que ante la angustia de sus alumnos, la piel también enseña, y así se salta muchos de los principios de un sistema educativo que deja solo al individuo.


Se pueden perdonar algunas trampas del guión –como la falta de comprobación del título habilitante de Lhazar, quien finalmente se demuestra que no es docente titulado– que hacen poco creíble que ese detalle mayor cuele en un sistema tan minucioso con los trámites y las prácticas burocráticas de un país como Canadá, detalle que uno le perdona en pos de otras consideraciones de la cinta. La actuación de los menores es muy, muy convincente. Monsieur Lhazar peca en algunos momentos de un “exceso de Roberto Benigni”, pero resulta creíble casi siempre sin caer en la bufonada. Al final, entre una película que parezca un teorema construido impecablemente y ésta con sus pequeñas sombras, prefiero ésta porque cuando menos me deja la enseñanza de que un buen abrazo a un chaval que llora es infinitamente más educativo que saberse todos los verbos de memoria.

Profesor Lhazar / Monsieur Lhazar.
Canadá, 2012.
Director: Philippe Falardeau.
Con Mohamed Fellag, Sophie Nélisse, Émilien Néron, Marie-Ève Beauregard, Vincent Millard.

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© 2011 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España

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Habitación en Roma, de Julio Medem

Historia de Dos Mujeres

Miguel Cane

El más reciente filme de Julio Medem (Los amantes del círculo polar, Lucía y el sexo) se desarrolla prácticamente en un solo escenario, una habitación de hotel en el centro de Roma donde dos mujeres jóvenes que se acaban de conocer, se internan juntas en una aventura física que les tocará el alma.



El que básicamente no tenga más locaciones no importa; el guión (del propio director e colaboración con Julio Rojas y Katharine Fugate) atrapa y consume al espectador. Todo transcurre en una noche y en las primeras horas de la mañana de un día del comienzo del verano de 2008, antes de que Roma lance a cada una de ellas al lugar al que pertenecen; por la tarde Alba (una exquisita Elena Anaya) volará a España, y Natasha (Natasha Yarovenko) a San Petersburgo. La habitación del hotel, que parece haberlas estado esperando siempre con arte histórico y pasiones pasadas incrustadas en sus viejas paredes, sugiere una atmósfera cargada de erotismo y sensualidad, no muy ajena a los filmes de Just Jaeckin (Emmanuelle, 1974) y David Hamilton (Bilitis, 1977) que conjugan el exquisito roce con una extraña fuerza que engancha sus miradas apuntando hacia lo inquietante.



En ambas mujeres, que tienen sus vidas en otra parte, nacen sentimientos nuevos y desconocidos que Alba y Natasha aceptan, y a los que al mismo tiempo restan importancia hablándose con naturalidad y buen humor. Un pacto surge entre ellas que propicia situaciones tan cómicas como enigmáticas, antes del ataque inesperado de un amor punzante y desolador en su fragilidad.



Durante un periplo de doce horas, de noche y de día, estas dos mujeres desvelarán sus vidas, primero ocultándose y protegiéndose por miedo a la atracción sin ser correspondida (todos somos vulnerables en nuestro temor al rechazo, a la indiferencia), luego dejándose acompañar hacia el paisaje desconocido de la otra, cruzar el umbral de la piel para entrar al mundo habitado por sus compromisos y el amor sincero hacia sus respectivas parejas; en el caso de Alba, es una mujer casada que tiene dos hijos; y el de Natasha, su profesor de Historia del Arte Renacentista, con el que está próxima a casarse.



Medem trabaja con sus actrices con cuidado y establece una coreografía que sirve para apuntalar ese breve encuentro que a la larga sabemos que rompe el corazón. Entre cuatro paredes, ambas girarán sobre sí mismas hasta ponerse boca arriba mirando juntas hacia los ojos de la otra, un abismo compartido, el secreto guardado en una habitación en Roma, así nace para ellas su nueva libertad, el deseo, la entrega furtiva y significativa.

Film de controversia, Habitación en Roma es una exquisita miniatura que más parece un producto de otro tiempo: no pareciera pensada para las salas de hoy, sino para los antiguos circuitos de “arte”, que exhibían filmes de Nagisa Oshima y Liliana Cavani, cintas que no temían a explorar la sexualidad. Los espectadores maduros estarán sorprendidos gratamente, ante un trabajo sólido y bello, de un cineasta idiosincrásico y convencido de lo que hace, con dos actrices valerosas y consumadas.

Habitación en Roma
con Elena Anaya, Natasha Yarovenko, Enrico Lo Viso y Najwa Nimri
Dirige: Julio Medem
España/Italia/Reino Unido
2010

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John Cusack es Edgar Allan Poe

Miguel Cane

En su más reciente filme, el popular actor se da el lujo de encarnar al legendario escritor con un enfoque completamente nuevo.



“La verdad es que procuro no ver muchas de mis películas,” dice John Cusack (Evanston, Illinois, 1966). No por ninguna razón en particular, sino que es sólo por modestia. En 30 años de carrera, ha tocado todos los géneros (comedia, drama, acción y romance, superproducciones y cine independiente), y aunque usualmente elige bien sus papeles, él es el primero en discrepar: “¿Qué? No, no. Entre 50 o 60 películas, apenas debo de haber hecho 10 buenas películas, realmente buenas. He hecho muchas cosas para ganarme la vida y algunas que preferiría no haber hecho, pero no las voy a mencionar porque preferiría olvidarme de ellas”. Alto, simpático y de grandes contrastes, sus personajes suelen tener una fuerte carga de humanidad. Quizás por su aspecto de “cualquier hombre” y por su alergia a la fama, es una estrella cercana. “No sé qué percepción tiene la gente de mí”, confiesa, y sigue: “Pero son amables cuando me reconocen, nada intrusivos. Suelen dejarme en paz. Eso lo aprecio mucho”.

John Cusack 2002

Se fogueó en cintas juveniles: la hoy clásica 16 velas (1984), de John Hughes, y se hizo ídolo juvenil con Say Anything... (1989), primer filme de Cameron Crowe, con la icónica imagen de su personaje sosteniendo una grabadora que tocaba “In your eyes”, de Peter Gabriel, al pie de la ventana de la hermosa Ione Skye. “Fui una estrella adolescente, algo suficientemente espantoso,” exclama entre risas; “Además, la fama es lo peor que le puede pasar a un actor. Lo digo por experiencia”.

Su carrera como adulto ha sido diversa y tiene interpretaciones entrañables, como el rol protagónico en Alta fidelidad (2000), que dan muestra de su enorme talento. En su más reciente filme, El cuervo, interpreta al célebre autor estadunidense Edgar Allan Poe, maestro de lo macabro y considerado por muchos el inventor del género detectivesco, dos vertientes incluidas en este filme de James McTeigue (V de vendetta), cuya trama gira en torno a una ola de asesinatos en el Baltimore del siglo XIX que recrean pasajes de relatos escabrosos del escritor. “Para interpretar a Poe y entrar en su piel tuve que hacer cosas por las que no dormí mucho, la verdad”, explica. “Me llené la cabeza con cosas de Poe: lo leí todo, de cabo a rabo; me dejé crecer el bigote; perdí peso; me obsesioné en la preproducción y casi me convierto en un vampiro (risas). Pero verás, creo que era algo necesario para la película. Quería hacer una inmersión total en el personaje para entender mejor el material”, añade. Y es cierto, se advierte visiblemente delgado y ojeroso en la cinta, logrando un parecido sorprendente al autor de “Annabel Lee”, “Ulalume”, “El pozo y el péndulo” y “Los asesinatos en la calle de la Morgue”.

“¿Cómo salí del personaje? No fue fácil. No es como si terminas tu última escena, te sacas el traje y te vas a casa. Lo primero, en cuanto terminamos y James me dijo que ya no me necesitaba para más tomas, fue ir al barbero a afeitarme el bigote y cortarme el cabello. Luego, a casa a dormir 10 horas seguidas. Y aún así por varios días seguí con la sensación de tener a Poe encima, su manera de pensar, su visión tenebrosa y triste del mundo. Es quizá el personaje que más me ha consumido de todos los que haya interpretado antes. Y tampoco creo que vaya a haber otro así”.

No es la primera vez que Cusack se adentra en el misterio y el terror. Ya lo hizo en trabajos como Identity (2003) o 1408 (2007), esta última basada en un escalofriante relato de Stephen King. Ahora vuelve a abrazar su particular sombra mientras su personaje ayuda a la policía a dar caza al asesino. “No se trata de una biopic. Eso quiero dejarlo claro. Esta es una versión imaginaria de Poe. Es una visión de él como era, filtrada a través de la ficción”. En el filme, McTiegue establece una atmósfera oscura e inquietante, algo que, como Cusack señala, es afín a la obra de Poe. “Poe capturó como nadie el subconsciente y los espacios que hay entre ambos mundos. Queríamos que fuera palpable en la cinta, que se sintiera la misma opresión e inquietud en el espectador que la que se siente en el Baltimore imaginario que recreamos y en los personajes. A la vez, es una manera de rendir homenaje a las atmósferas que él concebía en su obra”.

John Cusack 2003

Cusack no tiene inconveniente en admitir que Poe es el mejor papel que ha recibido en muchos años “Otros actores con más presencia comercial lo querían y se mostraron muy interesados, así que tuve mucha suerte. Luché bastante por obtenerlo y eso a estas alturas es algo poco común. Personajes así le devuelven a uno el amor por el cine.” Esto viene a colación acerca de una duda que siempre se plantea, asegura, sin importar que lleve tantos años trabajando y que sea más conocido ahora que en otras etapas de su carrera. ¿Debo seguir o retirarme?”. La pregunta lo ha asaltado varias veces. “Siempre, cuando menos te lo esperas, te surgen las dudas acerca de seguir en esto, sobre todo cuando no llega material interesante. Sí he pensado en hacer otras cosas, pero me encanta este mundo, contar historias y, sobre todo, crear. Un papel como éste o como el que me ofreció Alejandro Agresti en No somos animales, que se estrena en otoño, son las cosas que me hacen sentir deseos de seguir adelante”.

Acerca de asumir un personaje icónico y las expectativas que esto genera, como es el caso de Poe, asegura que en cierta forma también es una responsabilidad, no sólo como intérprete sino también como vaso comunicante con una audiencia. “Verás: un icono así se vuelve legendario con el tiempo. Todos tienen su propia idea de Poe. Es como una marca. Releerlo cuando me preparaba me descubrió su vena satírica, su humor absurdo y esotérico con el que jugaba con el lector. Es uno de los más grandes autores estadunidenses de cualquier época. No sólo es oscuro y deprimente, como mucha gente piensa; también es un agudo observador, un narrador de fluidez pasmosa, muy entretenido y absorbente”.

Pese a su notable carrera, Cusack ha conseguido mantenerse alejado de los focos de la fama y de la prensa amarillista. Y para lograrlo, tiene una fórmula:”Es muy fácil, de verdad. En primera, si veo que la entrevista no es inteligente, no doy pie a nada y contesto lo mínimo necesario para salir del paso. Si me siento cómodo, doy una entrevista más amplia y se establece un respeto entre ambos, es decir, el periodista, en este caso tú, y yo. En este tipo de entrevistas, mi vida personal no forma parte de las preguntas y es lo mejor. Simplemente no entro en ese juego. Cuando hago una película, como esta, tengo que hacer entrevistas para promoverla y no me molesta; sé que voy a estar en las casas de la gente, a través de medios impresos o electrónicos lo quieran o no. Pero cuando acabo con esto, pum, me desaparezco. Para mí es algo vergonzoso tener que atraer la atención de las cámaras todo el rato y airear los detalles de tu vida que no le interesan a la gente. Me parece algo tan aburrido... (sonríe) y mi intención nunca ha sido el aburrir a nadie, ¿me entiendes?”.

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15 may 2012

Three / Drei, de Tom Tykwer

Claudi Etcheverry.




Hanna es una consolidada presentadora de TV que en una sesión de trabajo del Comité de Ética en el que participa conoce a un hombre. Por la situación personal que atraviesa y estando casada, Hanna se siente atraída por él e inician una apasionada relación esporádica.

Simon es un consolidado marchand d’art que en una sesión de piscina conoce a un hombre. Por la situación personal que atraviesa y estando casado, Simon se siente atraído por él e inician una apasionada relación esporádica.

Hanna es la pareja de Simon y sin saberlo ninguno de los tres, el amante de ambos resulta ser Adam, un investigador médico que presenta sus líneas de trabajo en un Comité de Ética donde ha conocido a Hanna y que a veces va a nadar a una piscina donde ha encontrado a Simon. Cuando al tiempo ella queda embarazada, Simon y Hanna descubren que son dos vértices de un triángulo fortuito y complejo que nadie se había propuesto organizar.


La película “Three” es una de esas películas que da más para hablar que lo que ella misma dice, una de esas cintas que nos dejan en un café a la salida del cine para comentar los detalles y pliegues que supone la historia que ella misma desarrolla de manera muy parcial, con un ritmo desigual y un montaje a veces arbitrario. Pero el guionista-director Tom Tykwer apunta a varias reflexiones interesantes acerca de la fidelidad, la exclusividad de la pareja, la condición sexual y los límites del deseo, aunque no los despliegue con la contundencia a que se obligaría si se hubiese metido de lleno en ellos. Para evitar moralizar, simplemente presenta a tres personas de la generación-bisagra que hoy tiene alrededor de los 40 años, una generación que se replantea los términos de la moral heredada y que todavía explora dónde encontrar los propios mientras avanza por tanteos y contradicciones entre ensayos y conveniencias. Es la generación que cree ser libre pero que aún repite muchos de los conflictos que dice superar, demasiado atenta a la mirada de los otros. La generación siguiente ya no se esconde porque ni siquiera tiene ese registro ni le importa ser cuestionada.


Los tres personajes representan algunas de las alternativas de enfoque posibles de las nuevas morales (lo pongo en plural, con ánimo de provocar). Hanna se plantea un cambio que no ha transitado nunca en su vida hasta ahora, pero siente el impulso de revisar su situación personal y con muchísimo esfuerzo enfrenta sus temores y sus resistencias y los reconoce como algo legítimo que quiere vivir. Adam tiene una personalidad que podríamos llamar “indistinta” porque ha hecho de la impermeabilidad una forma glacial para dejar siempre fuera a los demás pensando que puede prescindir de ellos y hacer sentir a los otros que no los necesita, si bien al final vive el conflicto de reconocer que tiene sentimientos que se mueven y en vez de volver a negarlos, decide permitirse un cambio que lo enriquezca. Y Simon es el que va más lentamente porque su único giro en este momento de su vida es el deseo como refugio a la angustia, es un hedonista en fuga. Simon es mediocre en sus registros (el hombre mediocre siempre ve clases magistrales por todas partes porque lo que no puede ver es la dimensión finita de su entendimiento). Al final asume que también quiere ser parte de aquel encuentro de tres en vez de repetir los modelos que ha heredado, y sin enfurecerse. Sabiamente, Simon entiende que la ira es el maquillaje de la necedad para que parezca rigidez.

La cinta presenta por enésima vez algo que es tan difícil de ver: que lo que satisface a largo plazo no es el sexo sin más sino el erotismo, porque a todos nos mueve el deseo pero lo erótico es lo que invita a quedarse, ese nivel de contacto que trasluce un afecto y que no nos arrincona tras el simple hastío del orgasmo. Ni siquiera hablo de amor sino de erotismo, que son los sentimientos aderezando con arte el contacto físico, incluso sin un marco de amor de corte clásico. Los tres personajes van a buscar sexo pero dan de lleno con un vínculo, que es otra cosa.

Entonces asumen que ese trío necesita reglas originales que están por redactarse y se juegan a meterse en un funcionamiento inédito. La contradicción hubiera sido regresar al punto de inicio, y decir que aquello jamás existió hubiera sido un acto de conveniencia. El bebé que lleva Hanna es un certificado físico de esa realidad, aunque los tres asumen que han entrado en un funcionamiento de a tres y la película no presenta el embarazo ni como un castigo, ni como una redención, sino como el simple azar de la vida. Mi abuela decía que si la fertilidad llegara con la madurez, la Humanidad haría rato que habría dejado de existir.

Con todo y patas, Hanna, Simon y Adam se meten al río porque han descubierto dos valores imprescindibles para el amor: amistad y compasión, y vibrar es una decisión. Bien mirado y forzando moldes, los tres ganan un 33% de afecto más que antes.

Three / Drei.
Alemania, 2010.
Director: Tom Tykwer
Con Sophie Rois, Sebastian Schipper, Devid Striesow.

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© 2011 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España



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13 may 2012

Mi hijo y yo / Le fils à Jo, de Philippe Guillard

Claudi Etcheverry.



Es la historia de un padre que necesita que su hijo continúe la saga familiar en su amor por el rugby, en una película previsible en absolutamente todo. De películas de padres que intentan que sus hijos hagan o dejen de hacer tenemos varias, desde “Billy Elliot (quiero bailar)” para que no baile, hasta “El luchador”, de Aronofsky, en la que poco importa si le parten la crisma si sigue trayendo dinero a casa. Pero esta del director / actor Guillard (quien por cierto, fue jugador de rugby realmente) es una de esas películas que más que proyectarse, se escurren. Cuando mi padre nos veía mirando algún bodrio en la televisión, se acercaba y bajando un poco la voz, preguntaba en tono de confesión: “¿Se trata de algo?” colaba con ironía, porque había muchos números para que el bodrio simplemente no se tratara de nada.


No es el caso: “Le fils à Jo” sí que se trata de algo, pero es tan superficial que ni siquiera se aprovecha para contar una historia sin ribetes ni para difundir el espíritu de este deporte, un trabajo colectivo y de cohorte casi en las antípodas del fútbol. Detesto el fútbol, pero he llevado bastante bien los partidos de rugby porque son heroicos, tenaces, y por acumulación. Las jugadas no son fruto de una individualidad o de un gesto genial y fugaz, sino que se va ganando terreno al adversario a fuerza de tesón y espíritu de colaboración. No tiene apenas tradición en España, y emociona mucho más que el fútbol. Lamentablemente, no cuenta con esta película para una mayor promoción popular.



La película se desliza inocua, la verdad, y los personajes del guión son de una pobreza solemne. En eso, esconde una sorpresa, y es que algunos actores secundarios roban cámara y pesan por sí mismos casi sin que nadie les haya dicho nada, por ser buenos actores sin más (como la directora del aserradero o el tutor de la escuela). Eso sí: el personaje del tontolabas de Pompon (Vincent Moscato) no solo es secundario sino que casi diría que es prescindible, y no porque un personaje así no diera para más sino porque el guión no ve lo que tenía para dar y se remite a arrinconarlo a un cliché pegajoso y destartalado. Recordemos su equivalente en el papel de Azarías que lleva Paco Rabal en “Los santos inocentes”, al margen del desenlace de aquella cinta que ensalza al tonto a una altura moral, y aquí no. A pesar de que la composición del personaje es la misma, la dimensión del personaje no, y es por obra del guión. O por desgracia.

En rugby no existe el gol, sino que se llaman try o conversión. La verdad es que “Mi hijo y yo” es como un try en contra. Es la primera vez que veo una mesa de rugbylín, o habría que inventarla. A juzgar por esta cinta los jugadores están fijos en el sitio que creyeron que era bueno para cada uno aunque traten de engañarnos con tomas de hojarasca y mucha, mucha cámara lenta cuando la trama no tiene mucho más para decir o el director no se imagina cómo cuernos tiene que hacer para decirlo.

Mi hijo y yo / Le fils à Jo.
Francia, 2012.
Director: Philippe Guillard
Con Gérard Lanvin, Abbes Zahmani, Darren Adams, Karina Lombard.

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The Raven / El Cuervo, de James McTiegue

Nunca más

Miguel Cane


Para hablar de El cuervo, hay que empezar por decir que no se trata de la adaptación cinematográfica del famoso poema de Poe, pero lo que busca es rendir un homenaje a la prosa del célebre escritor. La película se centra en historias que aparecían serializadas en los periódicos, y es un nexo entre el artista literario y el mundo, entrelazando su obra macabra con una trama de suspenso y crimen.



Un asesino en serie está suelto en Baltimore en 1849, y los brutales asesinatos que comete contienen elementos de la ficción de Poe, cuyo trabajo aparece en el periódico local. Después de ser considerado sospechoso, Poe ayuda a un detective de la policía (Luke Evans) y gradualmente se ve arrastrado más profundamente en los asesinatos, cuando la mujer que ama, Emily (Alice Eve), es secuestrada. Hay claros homenajes a El pozo y el péndulo, Los crímenes de la rue Morgue y algunas obras del autor, pero, aún si existe la ostensible intención de convertir a Poe en un héroe, la película no logra alcanzar esas metas. Poe es, como se sabe, un alma atormentada que bebe en exceso, pero no se les da suficiente peso a las causas de cómo llegó hasta allí. Tampoco hay luz sobre el misterio de la vida real de su muerte. La implicación es que Poe pasó sus últimos días tratando de desentrañar el misterio de estos asesinatos se siente forzada e inverosímil.


Aún así, es una cinta moderadamente entretenida y bien realizada en algunos aspectos técnicos (aún cuando la dirección es tambaleante, nada que sorprenda, James McTiegue, el director, no es muy avezado) que evoca la era efectivamente a través de un diseño de arte que revive la época y, sobre todo, la impecable representación de Cusack como el escritor, una personalidad compleja, triste, un paria social en su época, aún antes de convertirse en el mito que hoy es. Lamentablemente, Cusack y su considerable talento al hacer de Poe, tienen a su disposición un guión flaco que pese a una idea brillante, reduce al mínimo su destreza verbal y se va por derroteros más fáciles, pretendiendo ser una película de acción, más que otra cosa, tal vez buscando complacer al público, y entonces sus planteamientos iniciales se van de lado y la atmósfera se desperdicia (Si usted presta suficiente atención, sabrá quién es el asesino aún antes que los personajes). Aunque gran parte de la historia se siente superficial y el suspenso pierde impulso, para caer en una resolución insatisfactoria, El cuervo es un filme que se deja de ver, principalmente por la espléndida y muy lograda actuación de Cusack.

The Raven / El Cuervo.
Con John Cusack, Luke Evans, Alice Eve y Brendan Gleeson.
Dirige James McTiegue.
Estados Unidos, 2012.

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Verano 2012: ¿quién ganará la batalla?

Con el impactante triunfo en la taquilla mundial de Los Vengadores, el juego ha cambiado y la temporada de verano tendrá ganadores... y perdedores.

¿Podrá alguien igualar ese éxito?






Miguel Cane.

Era más que previsible, pero con todo resulta una noticia impactante para el mundo del cine: Los Vengadores —producción de Marvel Studios (que es filial de la casa Disney), dirigida por el favorito de los fans, Joss Whedon (creador de la popular Buffy cazavampiros y también ocasional guionista de cómics para Marvel), protagonizada por Robert Downey Jr., Mark Ruffalo, Chris Evans, Samuel L. Jackson y Scarlett Johansson, que reúne en una extravaganza de efectos 3D a los superhéroes de las películas de Marvel de los últimos años— en sus primeros tres días de exhibición en Estados Unidos (tras dos semanas de preestrenos en Europa y Asia) logró recaudar una cifra sin precedentes: 200.3 millones de dólares, y de esta manera rompió con todos los récords de taquilla para una película en su primer fin de semana.




Ante esta impresionante noticia, especialistas de la industria han analizado las cinco posibles razones que convirtieron a Los Vengadores en un fenómeno de taquilla que será muy difícil de emular.

Planeación. Los ejecutivos de Marvel/Disney aseguraron que el éxito del filme se debe a una cuidadosa planificación que inició hace seis años, cuando se dio la unión de ambas compañías. Los cameos del personaje de Samuel L. Jackson, Nick Fury, en las películas de Iron Man, Thor, Capitán América y El increíble Hulk fueron el sendero para llegar a una película en conjunto, con una historia que logró ser relevante para todo el público y no únicamente para fanáticos de Marvel o amantes de las películas de acción, un detalle que Whedon —que conoce bien los pros y los contras de un trabajo de culto, y que puede llegar a ser limitante— buscó establecer. Quería llegar al mainstream, y lo logró con creces.

No descuidar a las mujeres. Aunque habitualmente las películas de este tipo van dirigidas a un público principalmente masculino, Los Vengadores logró atraer la mayor cantidad de público femenino, que representó un 40 por ciento de los espectadores durante la semana de estreno. ¿Quién no quiere ver a los súpersexys Downey Jr., Ruffalo y Evans en la misma película? Pero para el público masculino también hubo atractivo visual: Scarlett Johansson en un traje de spandex y Gwyneth Paltrow en hot pants. Nada mal...

Ambiente familiar. Finalmente, y pese a toda la violencia implicada, es una película de Disney, y el target demográfico al que está dirigida la película incluye prácticamente a todo el mundo a partir de los 13 años. Las familias llenaron las funciones durante el día, los adolescentes y jóvenes adultos en la tarde y las parejas en la noche. ¡Negocio redondo!

El retorno del 3D. Tras una saturación de este formato el año pasado, sufrió un gran declive; incluso la película más taquillera del 2011, Harry Potter y las reliquias de la muerte parte II, tuvo más espectadores en formato 2D. Sin embargo, Los Vengadores lograron despertar el furor nuevamente, y la mitad de los espectadores optaron por ver el filme con lentes de tercera dimensión.

¿Resucita el cine?: Antes de que Los Vengadores se convirtiera en un éxito, ya Los juegos del hambre había recaudado más de 380 millones de dólares en un mes de exhibición, y antes de la popular saga juvenil cintas como Protegiendo al enemigo, The Vow y Comando especial también habían sido triunfadoras. En general, en el 2012 la asistencia al cine ha aumentado en un 20 por ciento con respecto al año pasado.

Esto no hace sino demostrar el tirón de determinados productos para la gran mayoría de los espectadores y, sobre todo, el filón de las adaptaciones de cómic, que por ahora no parecen adolecer de cansancio o previsibilidad. Sin duda, gracias a los detalles arriba ennumerados y a la falta de un estreno similar en las próximas semanas hasta que se estrenen Hombres de Negro 3, The Amazing Spider-Man y la tercera entrega del Batman de Christopher Nolan, es de esperar que se mantenga entre las más vistas durante varias semanas, confirmando un fenómeno mundial que difícilmente será emulado, incluso por otros superhéroes. Precisamente, el estreno de Los Vengadores ha afectado, y de qué manera, a Los juegos del hambre, que ha descendido un 44 por ciento.

¿Qué pueden esperar los próximos estrenos? Probablemente la víctima más directa en ser arrollada por el imparable “carro completo” de Marvel/Disney sea la película de Tim Burton Sombras tenebrosas (Dark Shadows), que es su octava colaboración con Johnny Depp y Helena Bonham-Carter, basada —como es la costumbre de algunas de las grandes event movies de Hollywood desde hace algunos años— en un programa de televisión de los años sesenta; en este caso, la telenovela de culto que contaba historias de amor, celos y desengaño, en un marco gótico con vampiros, hombres lobo, cucos, brujas, fantasmas y otros seres imaginarios (misma que, en mayor o menor medida fue virtualmente calcada por Stephenie Meyer para crear su muy popular saga Crepúsculo).




La película, que cambia drásticamente de tono y dirección, y pasa del melodrama siniestro a convertirse en una comedia vulgar y subida de tono (gracias al horrendo guión de Seth Grahame-Smith), ha sido prácticamente vapuleada por la crítica, que la ha denunciado como una película no necesariamente mala, sino mediocre (¿recuerdan Las mujeres perfectas, de 2004, de Frank Oz, que también era un remake?), que es lo peor que le puede pasar a una película, y más aún con un buen elenco y tantos recursos (Michelle Pfeiffer está estupenda y se gastaron 125 millones de dólares en producirla). El pronóstico de taquilla no es muy halagüeño: originalmente era de 40 millones en el primer fin de semana, pero los expertos, dado el abrumador golpe de Marvel —que superó las expectativas por más del doble—, han recapitulado y ahora proyectan una recaudación inicial de 30 millones.

Cualquier cifra por debajo será signo de fracaso para la Warner Bros., que seguramente se recuperará con el estreno de Batman. Sin embargo, este golpe podría ser muy duro para Burton y Depp, sobre todo porque Alicia en el país de las maravillas (2010), si bien fue destrozada por la crítica (al igual que ésta, ha sido pasada al paredón), obtuvo una taquilla global de un billón de dólares... si bien ahora parece condenada al olvido.

Los que están arriesgándose —y que pueden darse ese lujo después del éxito masivo de Cars 2— son los de Pixar, que con Brave incursionan por primera vez en un género fantástico con una princesa (sello de la casa Disney), aunque en este caso es una princesa más al estilo Juego de tronos. Se augura un triunfo para la casa de animación, con una taquilla total estimada de unos 300 millones y con el prestigio de la casa intacto.

En julio, Spider-Man (Sony Pictures) y Batman (Warner) se verán las caras en un vertiginoso duelo de taquilla; pero no importa quién de los dos gane... es muy difícil que puedan, de primer golpe, emular a Los Vengadores, cuyos 200 millones han venido a cambiar el juego de Hollywood de manera irreversible.


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6 may 2012

Sombras Tenebrosas / Dark Shadows, de Tim Burton

Vampiros à Go-Gó

Miguel Cane


Originalmente, Sombras Tenebrosas fue una telenovela estadounidense que se transmitió entre 1966 y 1971, con un reparto encabezado por la legendaria Joan Bennett (que había trabajado a las órdenes de George Cukor, Fritz Lang y Max Ophüls, entre otros grandes directores, en la época de oro de Hollywood), que contaba tarde a tarde, las tribulaciones de la familia Collins, que entre sus miembros contaba con vampiros, licántropos, brujas, fantasmas, cucos y otros seres sobrenaturales. Aún después de cesar sus transmisiones, la serie – que tuvo transmisiones en México en los 70 – adquirió estatus de culto, que perdura hasta el día de hoy.



Que Tim Burton anunciara que de niño fue fan del programa y quisiera hacer una nueva versión cinematográfica, en mancuerna con Johnny Depp (su octava colaboración) no fue sorpresa. Los problemas empezaron, especialmente entre los fans de la serie, cuando aparecieron los primeros trailers que mostraban la historia de los Collins, convertida de un melodrama gótico a una comedia pseudo-psicodélica, con chistoretes e insinuaciones sexuales dirigidas al mínimo común denominador. Si bien el estudio trató de aplacar los ánimos caldeados en internet, el resultado es más grave que lo temido. La película que Burton firma y Depp estelariza, como Barnabas Collins, vampiro de 200 años de edad que está “sacado de onda” al encontrarse de pronto en 1972, no es mala. Es mediocre. Y ese es el peor destino para un filme.


La culpa – si es que hay que buscar un “culpable” -- de que este filme padezca una crisis de identidad de la que no se recupera jamás, es de Seth Grahame-Smith, el guionista, un astuto embaucador que hace unos pocos años saltó a la fama como el “autor” de Orgullo y Prejuicio y Zombis, una “adaptación” del clásico de Jane Austen, que suscitó un éxito de ventas. Amparándose en esto, retoma los personajes creados por Dan Curtis y los transporta a un medio nuevo. Esto no tendría nada de malo, si la manera en que está estructurada la trama – que en sí no tiene nada de extraordinario: vampiro con shock cultural desea rescatar a su clan de la decadencia y recuperar el amor perdido, enfrentando a su némesis – no fuera tan chafa. Los diálogos son absurdos, la comedia forzada y estúpida y los actores, desperdiciados.

Acaso quien merece una película mejor que esta, es Michelle Pfeiffer, que encarna a Elizabeth Collins Stoddard, matriarca de la familia (mismo rol que Bennett) que es la única coherente en un desfile de personajes estrafalarios y desdibujados. Depp y Eva Green parecen divertirse como Barnabas y su enemiga jurada Angelique la seductora bruja todopoderosa que lo convirtiera en un monstruo en pleno siglo XVIII, pero el contexto de parodia y violencia sexual, no compaginan bien y el climax, que tarda mucho en llegar, es absurdo y escrito “al ahí se va” con cambios y resoluciones totalmente descabelladas y sacadas de la manga (incluyendo un fantasma gritón y un cambiazo inexplicable en un personaje principal). Por su parte, Helena Bonham-Carter, que es parte integral del universo Burtonesco, se suelta la melena y hace de la loca de la casa (o bien, de una psiquiatra exótica) una caricatura perniciosa, pero igualmente desbalagada. Burton parece haber estado distraído a la hora de dirigir a sus actores, más concentrado en los efectos visuales, la escenografía y la notable atmósfera, y el resultado se queda en intentona, pero no sabe qué es, si película de terror y sangre o una vacilada. Y eso, considerando todo el talento involucrado, para tan frustrante y nimio resultado, es una verdadera lástima. Qué desperdicio de todo.

Sombras Tenebrosas/Dark Shadows
Con Johnny Depp, Helena Bonham-Carter, Eva Green, Bella Heathcote, Chloe Moretz, Jonny Lee Miller y Michelle Pfeiffer
Dirige Tim Burton
EU 2012

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