29 abr 2012

Don Draper se confiesa

Jon Hamm habla acerca de la nueva temporada de "Mad Men", recién estrenada en América Latina por HBO.

Miguel Cane



No es hipérbole decir que la serie de televisión creada por Matt Weiner es un auténtico fenómeno cultural: ha hecho de su estilo una verdadera moda y ha descubierto a millones de telespectadores una visión sin cortapisas del mundo de la publicidad en Madison Avenue, el reflejo de la sociedad estadunidense de los años sesenta, y gran parte de su éxito mantiene una constante: la necesidad de saber quién es realmente Don Draper. Y quién mejor que quien lo encarna, Jon Hamm (Saint Louis, Missouri, 1971), para contárnoslo.



Es obvio que Hamm no se parece en nada a Don Draper. De todos modos, es un hombre atractivo, interesante e inteligente, que no se toma muy en serio este juego de la celebridad: “Mañana se puede acabar esto, ¿y qué pasa? Nada. Soy actor, y si no consigo otro papel como este, no importa: puedo hacer otros o trabajar en otras cosas. La fama no sirve para poner comida en la mesa, así que yo no pienso dejar de trabajar sólo para ser ‘famoso’”.


MC: ¿Podríamos decir que Don Draper no tiene nada de ti?
JH: Bueno, algunas veces termino una escena y pienso: “No puedo creer que hiciera tal o cual cosa”, pero nada más. Es decir, obviamente Don no es la madre Teresa, pero tampoco me parece que sea Satanás. Matt lo ha concebido como un personaje profundamente humano y complejo, pero fuera de lo físico, él y yo no nos parecemos en nada. Cada quien tiene sus propios principios muy bien establecidos; yo tengo una serie de escrúpulos que sólo son míos, nada tienen que ver con los personaje que interprete; por lo demás, yo jamás digo la frase adecuada en el momento idóneo, como puede hacerlo Don, ni siempre estoy impecablemente vestido. Además, no fumo ni bebo. Si fumara o bebiera una cuarta parte de lo que fuma o bebe el personaje, amigo, estaría muerto.

MC: ¿Cómo nos encontramos a Don Draper en la quinta temporada?
JH: Curiosamente, ahora Don parece estar estabilizándose y no le va tan bien como esperaba. Cumplió 40 años —como yo, pero en 1966 tener 40 era algo muy diferente a tenerlos ahora, me consta—, está casado con Megan (Jessica Paré), a quien impulsivamente le propuso matrimonio durante el final de la cuarta temporada. La quiere, pero las cosas no son como pensaba. Justo cuando piensa que por fin podrá sentar cabeza, el mundo comienza a cambiar drásticamente. ¡Ahora sí estamos en los sesenta!

MC: ¿Cómo encara el personal de Sterling Cooper Draper & Pryce este tiempo de cambio?
JH: Nuestros personajes maduran junto con nosotros. A lo largo de la temporada anterior y ésta, un grupo de gente se ha replanteado sus relaciones personales, laborales, emocionales... Los más jóvenes, como Peggy Olson (Elisabeth Moss) o Pete Campbell (Vincent Kartheiser), son el mejor ejemplo de esto. Pero también Don o Roger Sterling (John Slattery) se encuentran en una disyuntiva para aceptar este momento de cambio y redefinirse como personas, o dejar que el tiempo los rebase... y no creo que les guste la idea.

MR: ¿Qué es lo que más te gusta de la serie y tu personaje?
JH: Me sorprendió que fuera un arquetipo masculino a la antigua. En Don se encuentran figuras como John Wayne, Gregory Peck y Robert Mitchum. Son tipos fuertes, atrevidos, de los que llaman la atención con su presencia. Muchos hombres fueron educados como Draper y a muchos hombres les gusta parecerse a él. Me gusta cómo está escrito y el aplomo que tiene, aun si es un hombre que, contradictoriamente, bajo su fachada, es cobarde y se siente a veces confuso. Ambas partes son indispensables para poder darle vida a Don. Me gusta esa complejidad. De la serie me gusta que se ha logrado un estupendo equipo, una verdadera compañía de actuación: todos tenemos papeles que conocemos bien e interactuamos perfectamente. Todas las piezas embonan. La serie no es sobre Don exclusivamente. Es sobre un tiempo en la vida de estos personajes. Sin ellos, nada de esto funciona. Es un elenco formidable, trabajamos con intensidad. Por eso es fácil dejar el trabajo en el trabajo, y así cuando estamos juntos es una fiesta. Trabajo es trabajo, no nos engañemos; jornadas de 12 o 14 horas que me tenían aterrorizado la primera temporada. A estas alturas es mucho más fácil. El único ensayo que necesitamos es para saber la posición de las cámaras.

MC: En cinco años de serie ¿cuál dirías que ha sido la evolución que notas en ti?
JH: Me siento muy afortunado. Crecí en Saint Louis, Missouri; mis padres se divorciaron cuanto tenía dos años; mi madre murió a mis 10, y mi padre a mis 20. Llevo desde los 19 trabajando como actor, y jamás había conseguido triunfar en mi carrera. En la universidad no te preparan para el rechazo; en cambio, la carrera te enseña a resistir. Haces una audición tras otra, te preparas, buscas la manera de lograrlo. No es fácil. Tuve que tener muchos empleos temporales mientras iba a audiciones: serví mesas, cargué palos de golf, estuve en alquiler de autos... a veces el dinero no alcanza. Pero traté de no perder la paciencia. La oportunidad existe, pero hay que estar con los ojos muy abiertos. Y no ser demasiado escéptico (sonríe). Don Draper fue un ejemplo de perseverancia recompensada. Claro que siempre he sido un optimista.

MC: ¿A qué atribuyes tú el éxito internacional de Mad Men?
JH: Pensé que íbamos a ser un show minoritario en televisión por cable, pero como la oferta televisiva está muy fragmentada, haber creado una serie tan rica y con tantas lecturas, capaz de recrear la nostalgia de otra época y a la vez emular muchas de las situaciones que vivimos hoy, nos benefició. Que la gente la vea con tanta devoción, es el mejor halago del mundo.

MC: Fueron 18 meses de espera entre una temporada y otra, ¿qué has hecho mientras tanto?
JH: Más trabajo, para mi buena suerte. Mi novia Jennifer (Westfeldt, la actriz y guionista que protagonizó el éxito indie Besando a Jessica Stein) y yo formamos una compañía productora, y tenemos una película que rodamos en 2011, llamada Plan perfecto (Friends with Kids), que es una comedia urbana muy moderna, que resultó ser muy divertida. No sólo producimos: Jennifer escribió el guión y dirige, por lo que es un proyecto muy especial para nosotros. Yo la admiro profundamente; hemos estado juntos desde 1997, así que nos pareció el siguiente paso lógico: hacer realidad un sueño que teníamos. Por otra parte, ahora me ofrecen mejores papeles y no tengo que audicionar tanto como ocurría antes. Eso, aunque no lo creas, también es un alivio. Soy agradecido; no me olvido de dónde vengo y, por lo mismo, estoy consciente, como te dije, de que esta racha de suerte en cualquier momento puede acabarse o cambiar. Así que yo hago lo que principalmente sé hacer: trabajar.


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23 abr 2012

Amor imposible (México) / Pesca del salmón en Yemen, La (España) / Salmon fishing in the Yemen, de Lasse Hällstrom - 02 - por Claudi Etcheverry

Claudi Etcheverry.



Un jeque árabe decide establecer una colonia de salmones escoceses en Yemen, a partir de la construcción de una presa que se acaba de poner en servicio para cambiar los desiertos de su país. Para ello, pide ayuda a una consultora en la que trabaja Harriet, quien hace contacto con el Dr. Alfred Jones, asesor del ministerio de Pesca y Agricultura de Inglaterra. El delirante proyecto se ajusta a los planes de imagen del gobierno británico de ese momento, el cual tratará de impulsarlo como un gesto de amistad entre los dos países para reforzar la imagen del Reino Unido en la región.




En zoología, la tendencia de nadar contra corriente se llama reotaxia negativa. La metáfora de que el salmón nada a contracorriente se aplica perfectamente al guión que escribieron Simon Beaufoy y Paul Torday para esta película, un libreto que lucha por hacerse creíble y cada vez se empantana más y más río arriba, abarcando varios flancos sin cumplir con ninguno: lo intenta con la comedia inglesa, la película geopolítica, la comedia romántica, el exhorto humanista del interés del deporte como puente entre los pueblos, la crítica al cinismo político, y la crónica de una amistad entre personas muy opuestas. Igual que en esos aparatos que dicen servir para todo, la cinta no sirve para ninguno.


Tres buenos actores (de los cuales dos muy buenos: la Scott-Thomas y McGregor, y una Emily Blunt hermosa y correcta) que es imposible que no lo hagan bien. Pero la película se pierde, exagera, y acaba por disolverse bastante antes del final como una manifestación sin fuerza de choque. Lasse Hällstrom tuvo la hermosa “Las reglas de la casa de la sidra”, y más tarde vi de él “The hoax”, bastante mala. Con ésta de Yemen me queda la sospecha de que a las películas “no las hace”, sino que “le quedan”, porque si no, no se explica este pasteleo. Rastreamos aquí algunas tendencias melosas que en “Las reglas de la casa de la sidra” encajaban muy bien –compensadas por el peso de semejante drama– y que en ésta parecen un recurso del que echa mano como una esperanza de salvar la trama y ganarse la emoción de espectador, sin conseguirlo. Más que un recurso, un chantaje.



El descontrol del montaje llega demasiado lejos con un asentamiento beduino muy poco propio, un sabotaje inverosímil de la presa, un atentado contra el monarca con una puntería mucho peor que una escopeta de feria, un romance entre Harriet y Alfred anunciado desde el primer minuto, y un atisbo de humor inglés que queda en nada. Es el divorcio típico de algunas películas entre lo visual (interesante), el guión (un bodrio), y las actuaciones (mérito puro de los actores)

Mejor no irse hasta Yemen a pescar salmones porque no hay pique y los de esta cinta se han caducado ya en el estreno. Tenemos mucho más a mano una lata de bonito del norte en el super de la esquina. Tan rico que es el salmón a la plancha y con esta cinta casi me quedo frito. Una pena.

Amor imposible (México) / La pesca del salmón en Yemen (España) / Salmon fishing in the Yemen
Reino Unido, 2011
Director: Lasse Hällstrom; con Ewan McGregor; Emily Blunt, Amr Waked, Kristin Scott-Thomas.

Opiniones y pareceres a c.etcheverry@coac.es
© 2011 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España



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Grupo 7, de Alberto Rodríguez

Claudi Etcheverry.



Ante la inminente inauguración de la Exposición Mundial de Sevilla de 1992, la película “Grupo 7” muestra la limpieza de los mercaderes de la droga que organizaron las autoridades para presentar al mundo una ciudad internacional limpia, decente y sin riesgos. La policía se empleó a fondo para que esa tarea se llevara a cabo con las menores fricciones con la ley, pero haciendo la vista gorda si se trataba de acumular éxitos en razzias y redadas en las que policías y delincuentes indefectiblemente acaban por hacerse indistinguibles. En este cuadro y bordeando los operativos ilegales de apremios y ejecuciones de gatillo fácil, un grupo de cuatro policías se consolida con métodos propios que les lleva al umbral de la justicia, aunque al final de la película se entienda que pactos y componendas les hayan cerrado el paso para no haber acabado entre rejas sino integrados, finalmente, como funcionarios administrativos y que sus excesos quedaran como notas marginales en sus fojas de servicio. Todos sospechamos siempre que en las fuerzas de seguridad se entremezclan buenos y malos porque los métodos son los mismos, ya sea para obtener papelinas que puedan vender los dealers, o datos de confidentes para que las fuerzas de seguridad puedan cercarlos.


Al margen de que la película sea una fantasía, toda su trama es una muestra constante de universos paralelos, a veces iguales y a veces inversos. Las obras grandiosas se erigen opuestas a los barrios marginales más sórdidos que se hunden. Los dos protagonistas principales se encuentran en los dos extremos de la actitud frente a su trabajo, pero mientras el más áspero (Rafael) paulatinamente se humaniza, el otro se desborda cada vez más fuera de control. Otro universo paralelo son los traficantes y yonkis que discurren codo a codo con los métodos que aplica el grupo de los cuatro policías, tan brutales y salvajes que los hacen inseparables de aquéllos. Asimismo, mientras la ciudad se amplía y se limpia, el radio de acción de la guerra entre estos policías y sus perseguidos también se desplaza. Y mientras los yonkis buscan su dosis diaria, sus momentos para pincharse y padecen sus monos, uno de los cuatro (Ángel) vive exactamente lo mismo en su relación con la insulina que se inyecta con desesperación para tratar de contener una diabetes que le está quemando por dentro.


Los dos protagonistas van en paralelo en sus relaciones familiares, pero a la inversa: mientras uno se cierra sobre sí mismo y se corrompe cada vez más (Ángel), su mujer es la alarma que le marca que la vida que llevan pende de un hilo porque él la expone a riesgos de seguridad cada vez mayores a causa de las venganzas que se ciernen sobre los dos y ella acaba por dejarlo; por su parte, opuestamente el otro (Rafael) cada vez se ve más cercado por sus propios sentimientos en una apertura imparable, e intenta en cambio alejar a su compañera que ya está destruida por los peligros de la calle aunque ella sucumbe cuando él decide librarla a su suerte. El último paralelo es el desempeño de la policía que escatima escrúpulos con tal de obtener resultados rápidos y vistosos, en contrapunto con el control de los medios de comunicación que supervisan que aquellos métodos se encuentren en el marco que distinguen las leyes. No olvidemos que en esa época de gobiernos socialistas esta película es una fantasía, pero la llamada Ley Corcuera precisamente es de ese entonces y fue seriamente cuestionada por juristas de medio mundo por las fisuras discrecionales que mantenía y la posibilidad abierta de conculcar los derechos ciudadanos.

La colonización cultural de Hollywood es imparable, eso lo sabemos todos, y sus producciones destilan moldes de los que incluso no somos conscientes y que tienen fuerza universal para todos nosotros, igual que no siempre tenemos presente que hablamos en prosa. Por eso, una película como “Grupo 7” rodada en Sevilla, con un elenco de actores españoles y dirección local tiene mucho mérito porque no copia aquellos modelos y se abre paso de manera muy creíble. No podemos evitar tener claro que Hollywood es una maquinaria muy bien aceitada y que ofrece productos impecables: algunas escenas de la cinta (como la primera detención en las azoteas del traficante de barba) muestran que los especialistas locales tienen pequeños desajustes técnicos que levanta sospechas de cómo se giran las cartas y el policía acaba amenazado por el delincuente, cosas que las producciones norteamericanas no padecen casi nunca, mientras que la escena del linchamiento en el vecindario no es un problema de rodaje sino de guión, pues resulta una estampa de sainete y es simplemente inverosímil un amotinamiento vecinal de esa naturaleza y con esa compacidad porque en los barrios degradados no todos están de acuerdo con la vida que llevan. Sin embargo, y pese a esas notas discordantes, la realización mantiene un estilo propio, un buen ritmo y un ambiente general bien dado que lleva la atención de principio a fin.

Finalmente, “Grupo 7” se puede entender como una enorme parábola, una metáfora finalista del proceso de europeización de España poniendo muchas veces decorados vistosos a teatros en ruinas. La modernización de España en este ejemplo da cuenta de la diferencia de los métodos policiales (por otra parte, más o menos iguales en todo el mundo) ya sea que se den en el marco de sociedades convencidas de la preeminencia de las leyes, o si quedan libres en una sociedad tolerante con estos desvíos personales que permite que cuatro funcionarios organicen su propia ley y acaben encaramados a sus pistolas. Lo peor es que algunos puedan disponer de balas a su arbitrio mientras patrullan los arrabales con odio y el corazón lleno de balas podridas.

Grupo 7
España, 2012
Director: Alberto Rodríguez; con Antonio de la Torre, Mario Casas, Lucía Guerrero.

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© 2011 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España


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Pina, de Win Wenders

Invitación a bailar

Miguel Cane

Algunas veces las palabras no son suficientes para describir un filme. Ese es el caso de la sobrecogedora experiencia sensorial que sacude al espectador al ver por primera vez Pina, el formidable documental de Wim Wenders sobre la obra de la célebre balarina y coreógrafa alemana Pina Bausch, que es una de las mejores cintas de 2011 y se estrena, de mano de Canana en un – tristemente – reducido número de salas de México DF esta semana.



Wenders y Pina fueron amigos por más de cuarenta años y por más de una década, ambos prepararon la idea de hacer un filme con coreografías de Pina, donde ella también bailara. Pero el verano de 2009 la artista falleció repentinamente a los 68 años de edad. Aún así, y como una forma de vivir su duelo, Wenders decidió llevar a cabo el proyecto. Imágenes y archivos de audio de la vida de Pina, así como grabaciones en glorioso 3D de los miembros de la compañía, Tanztheater Wüppertal, conforman esta obra maestra, única en su tipo y, probablemente, irrepetible.

Wenders consigue atrapar al espectador desde sus primeras imágenes naturalistas e introducirlo al muy peculiar universo de la coreógrafa. Cada movimiento está medido, cada gota de sudor está calculada, sin embargo, todo parece aleatorio e instintivo. Una mueca o la contracción de un músculo pasan a ser elementos fascinantes. El alma de cada individuo se puede desnudar a través de la danza, el cuerpo es capaz de expresar un pensamiento, un estado de ánimo o una sensación.

Las distintas coreografías que Wenders y Pina eligieron para la película son meros vehículos desde donde los espectadores descubren la dimensión en la que tienen lugar el movimiento y la danza. Una actuación da lugar a otra, cambian los tonos y la estructura humana. Poco a poco. Como el paso de las estaciones. Primavera, verano, otoño e invierno. Agua, viento, fuego y tierra. Porque los bailarines también se entremezclan con los elementos de manera a veces perturbadora y a veces inocente. La luz es otro de los actores principales, tan culpable de la teatralidad de los gestos como las cualidades de los danzantes. La luz y la falta de luz. Todo importa. Como también importa el ruido y el silencio. Aunque en este caso nada sería lo mismo sin las piezas musicales, en su mayoría fuertes y rotundas. Algunas más dulces y otras más agresivas. Cada coreografía colorea un número musical (no al revés) y así surge la plasticidad que dota de una estética envolvente y maravillosa cada imagen capturada.

Pina, evidentemente, no es una película para todos los públicos. Pero es un trabajo de perfección y hermosura que no debe dejar de ser visto (y si se da la oportunidad de verlo en 3D, tanto mejor); homenaje amoroso a un talento deslumbrante: una experiencia fílmica inolvidable, que no se debe desperdiciar. Los vengadores seguirá en cartelera la próxima semana: aproveche y vea ésta antes que desaparezca de pantallas. No se arrepentirá.

Pina
Con: Pina Bausch y la compañía Tanztheater Wüppertal
Dirige: Wim Wenders
Alemania/Reino Unido/Francia
2011



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22 abr 2012

El invencible Robert Downey Jr.

No sólo ha sabido revivir su carrera y recuperar el estrellato en un regreso extraordinario, sino que también ha alcanzado nuevos registros histriónicos.

Miguel Cane

Photo of Robert Downey Jr.


Nacido prácticamente en un set cinematográfico al ser hijo de un cineasta, Robert Downey (Nueva York, 1965) se convirtió en una estrella muy joven, hizo una explosión supernova hace unos 15 años y ha sabido renacer de entre sus cenizas. Su historia personal, hasta hace relativamente poco, era una pesadilla a causa de su adicción a las drogas. Sus papeles de drogadicto en Menos que cero / Less than zero —basada en la novela homónima de Brett Easton Ellis—, o en Wonder Boys, parecían una cruel interpretación de su propia vida: siempre aparecía en las páginas de escándalos y rara vez se mencionaba su trabajo. Sin embargo, siempre demostró que tenía un gran talento, y fue nominado al Oscar por su vibrante interpretación en la biopic de Richard Attenborough Chaplin.


Entre 1996 y 2001 no paró de trabajar ni de drogarse, pero terminó en la cárcel. Tuvo una breve resurrección en la serie Ally McBeal, pero un día lo encontraron descalzo y drogado y terminó sin trabajo. No fue otra vez a la cárcel sino que lo llevaron a un centro de desintoxicación; la cura surtió efecto, Mel Gibson le dio un papel en The Singing Detective y Downey se puso otra vez de moda: Tropic Thunder, Zodiac, Iron Man, El solista y Sherlock Holmes le han restaurado su brillo como estrella y también lo han convertido en uno de los actores más solicitados de los últimos años.

MC: Has estado realmente muy ocupado: se estrena Los vengadores, y de ahí te sigues al rodaje de Iron Man 3 y Sherlock Holmes: juego de sombras fue un éxito de taquilla. No tendrás queja...
RD: (Risas) No, para nada. Es curioso, porque mientras rodaba Los vengadores había mucho estrés y recuerdo que me hacían rodar escenas donde Joss (Whedon, el director) decía: “No se preocupen, es Robert Downey y sabe lo que hace”. Y yo no estaba muy seguro de que eso fuera del todo cierto. Recuerdo que había una escena en la que estaba interactuando con Hulk, que se hizo con efectos de computadora, y pensé: “Dios, esta es una locura de rodaje”. Pero al verlo en pantalla me di cuenta de que sí, da la apariencia de que sé lo que hago. No está nada mal.


MC: ¿Dirías que hoy creas muchas expectativas en el público al hacer cierto tipo de películas, como ésta?
RD: No, no. Yo me encargo de decir que esperen un minuto, que no tengo ni idea de lo que tengo que hacer (sonríe). He tenido la suerte enorme de contar con directores como Guy Ritchie y Joss Whedon, que me sacan de apuros. Hacer películas de aventuras, de acción, es algo casi tan delicado como hacer una cinta de época o un filme de suspenso, o incluso una comedia, ¿sabes? Todo requiere de un timing perfecto. Y Los vengadores es una película de escala muy grande, donde yo sólo soy una parte, es más bien un trabajo de equipo. Yo sólo trato de hacer lo mío lo mejor que puedo.

MC: ¿Lo pasaron bien rodando Los vengadores?
RD: Sí, fue algo muy divertido. Nunca pensé que ibamos a llegar a esto cuando firmé para hacer Iron Man, así que ha sido algo muy importante en mi carrera, pero al mismo tiempo existe la presión de millones de fans que están esperando verla. De modo que, por una parte, nos divertíamos bastante, y por otra cuidábamos todos los detalles para que quedara tal y como el público lo quiere ver. Ésta es la clase de película en la que no hay lugar para un ritmo espaciado o para otro tipo de concesiones. Lo que te dije: es puro timing. Joss estaba consciente de esto, ha hecho una película excelente; cuidó que el ambiente entre todos nosotros —Mark Ruffalo, Chris Evans, Scarlett Johansson, Gwyneth Paltrow, Sam L. Jackson—, todos los que intervenimos en la película, fuera liviano y agradable. No hay nada mejor que un buen rodaje. Y no siempre se logra, pero aquí le doy el crédito a mi director y a mis compañeros. Ojalá todos los rodajes en los que he participado fueran así de buenos.

MC: Algo que llama mucho la atención es la armadura de Iron Man. ¿Usarla tantas horas al día era algo incómodo?
RD: De la primera vez que lo usé, en 2006, a hoy, lo han mejorado bastante, es más ergonómico. Y no pesa tanto como ustedes creen. La verdad es que no lo uso tanto. Entre tomas, ando por ahí en calzoncillos (estalla en carcajadas). ¡Miento, miento! No son calzoncillos. Uso un traje de fibra especial, muy cómodo, que me protege cuando me ponen la armadura y no deja que me muera de calor. Así que ya lo saben: esto de hacer cine no es puro glamour, como se cree. También los actores tenemos que sudar.

MC: ¿Qué nos puedes decir de la trama?
RD: La trama de Los vengadores se ha ido construyendo a lo largo de los años en diversas películas: las de Iron Man, Thor, Capitán América... La propuesta es bastante arriesgada y más complicada si la comparas con otras películas del mismo género; es decir, tiene todos los elementos del cómic, pero tiene un extra. Me parece muy interesante. Las relaciones entre personajes son complejas y el equipo de héroes se muestra cómo una familia un tanto disfuncional es capaz de salvar la Tierra.

MC: Además el reparto es impresionante...
RD: Literalmente, para caerse de espaldas. Te diré que Sam es tan bueno... es un tipo genial y tiene mucha confianza en sí mismo cuando actúa. Chris Evans es genial, no lo conocía, y me parece una estrella de las de antes; tengo que decir lo mismo de Scarlett, y con Gwyneth tengo una química muy buena.

MC: ¿No te parece que después de tres años sin parar de trabajar necesitas un respiro?
RD: Sí, tienes razón. De hecho, hace un año dije que me iba a tomar unas vacaciones y luego no lo hice. La verdad es que he estado tan agradecido por las oportunidades de trabajo que se me han presentado, que me daba no sé qué tomarme vacaciones. En este trabajo, lo sé muy bien, no siempre estás de “vacas gordas”, y cuando llegan hay que aprovechar. Pero le prometí a mi mujer que una vez que termine el rodaje de Iron Man 3, que será este año, no haré absolutamente nada al menos por un año. Nos lo merecemos.

MC: ¿Dirías que has aprendido algo esta última década, con todas sus altas y bajas?
RD: No fue fácil, ¿sabes? El camino a la sobriedad. Descubrí, finalmente, que tengo más paciencia y energía de la que pensaba que tenía. Que tengo amigos que no imaginaba, y que algunos amigos que consideraba como tales, no lo fueron al final. Enseñanza de vida. Encontré a mi compañera y me siento feliz de tenerla. Pude recuperar una relación con Indio, mi hijo, que casi se pudo haber perdido. No era ideal al principio, pero mejoró mucho. Todo ha ido mejorando poco a poco. Trabajé duro sin tomarme demasiados descansos, y me sorprendió lo bien que aguanté. Creo que ha sido un proceso muy educativo. Vine a conocerme tal como soy, cuando menos lo esperaba. Por un momento, hace 10, 12 años, pensé que estaría mejor muerto. Y ese era un error. Aprendes de todo, y cuesta. Ninguna decisión es fácil.

MC: ¿Te consume mucho el ser actor?
RD: Y me compensa; no podría hacer nada más. Ya son muchos años. En cierta forma, depende mucho del personaje que esté interpretando. Un papel que me consumió muchísimo fue el que hice en Tropic Thunder, por ejemplo. Era un papel completamente alejado de lo que yo soy en realidad, e interpretar a un actor es más difícil de lo que parece. Estar escondido detrás de esa “máscara” durante meses fue agotador. Mi papel como Tony Stark me ha servido un poco para escaparme de mi papel anterior y poder divertirme un poco mientras hago lo que más me gusta. Todos debían ser tan afortunados. Yo así me siento.



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Exótico Hotel Marigold, El / The Best Exotic Hotel Marigold, de John Madden

Pasaje a la India

Miguel Cane



Un grupo de jubilados británicos – entre ellos la magistral Maggie Smith, Tom Wilkinson, Bill Nighy y Judi Dench – se traslada a vivir sus “años dorados” en India, como una especie de “outsourcing” de su vejez, llegando – mediante una bien intencionada engañifa – al Exótico Hotel Marigold, de Bangalore, que dirige y opera el personaje encarnado por Dev Patel (que sigue en el mismo loop de Slumdog Millionaire), donde descubren que la vida no se ha acabado, sino que sólo ha cambiado de rumbo.




La idea no es original. Ni siquiera nueva. En 1932, Edmund Goulding relató en Gran Hotel las historias entrelazadas de varios huéspedes alojados bajo un mismo techo. Más allá de los relatos establecidos, lo que verdaderamente importaba era la notoriedad de las estrellas sobre los que recaía la efectividad dramática (y comercial) de la cinta: la Garbo, John Barrymore, Joan Crawford, etc. Ochenta años después, se repite este criterio: varios personajes, un escenario central en el que todos aparecen comunicados, historias fragmentadas, acento trágico y algún toque cómico/romántico.



Lo que lleva a cada uno de los protagonistas a establecerse en el menos exótico de los hoteles de Bangalore es bastante inconsistente, pero eso no es más que el punto de partida. A John Madden, director que vuelve a encontrarse con algunos de sus actores habituales (Dench y Wilkinson), le interesa lo que pasa a partir del momento en que los personajes llegan a una ciudad que les fascina, inquieta e irrita a partes iguales, y como la India en general y el hotel en particular les influye en sus venideras experiencias y decisiones.



Como en todo relato coral, de Los siete samuráis a casi todo el canon de Robert Altman, algunos personajes tienen más fuerza que otros ya sea por la mayor convicción de sus intérpretes o porque el guión les coloca en puestos más privilegiados. Ambas cosas coinciden en las historias de Dench y Wilkinson, la superación emocional de ella y el reencuentro con el amor de juventud de él; dos experiencias y dos interpretaciones que se meriendan sin problemas a las del resto de relatos y actuaciones de la película. La Smith está muy bien como una réproba racista que aprende lecciones de humildad y Bill Nighy se deja querer. La película es simpática y agradable: ideal para una tarde de sábado. Pero de este director y elenco se podría haber esperado algo más, si bien la fuente no da para mucho (la novela en que se basa es complaciente y sin mucha sustancia, asi que Madden la hace funcionar bien, pese a la plétora de esterotipos). Como plato fuerte, sabe a poco.

El exótico Hotel Marigold/The Best Exotic Hotel Marigold
Con Maggie Smith, Judi Dench, Tom Wilkinson, Bill Nighy, Celia Imrie, Penelope Wilton y Dev Patel
Dirige John Madden
Reino Unido/EEUU 2012


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18 abr 2012

Visiones de... JUEGOS DEL HAMBRE, de Gary Ross

De nueva cuenta, la coexistencia inteligente de diferentes enfoques y opiniones genera nuestras Visiones de... donde dos o más de nuestros articulistas comentan la misma película. En la suma de las diferentes visiones, l@s lector@s van construyendo el entendimiento de un film que un único texto no puede contener; a esta suma, l@s propi@s lector@s aportan su visíón personal...

Cine Visiones retoma la esencia de su nombre en esta edición de "Visiones de... JUEGOS DEL HAMBRE, de Gary Ross, con textos de Miguel Cane y Claudi Etcheverry. ¡Que los disfruten!







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Juegos del Hambre / The Hunger Games, de Gary Ross (02) - Claudi Etcheverry

Claudi Etcheverry.



En algún momento del futuro y tras la siempre socorrida devastación nuclear, el Poder Central celebra la paz con un concurso a muerte en el que participan jóvenes de distintas regiones elegidos por sorteo. Para evitar que su hermana menor sea carne de esa masacre multimedia, la joven Katniss Everdeen se ofrece como voluntaria para entrar en la tómbola. Junto a otra docena de jóvenes, ella cae al concurso con un joven de su misma región que secretamente está enamorado de ella, mientras las autoridades exhiben el espectáculo a las masas on-line, on-time. Los dos jóvenes enamorados acaban por conseguir los laureles del certamen, se salvan, y comen perdices.



No me decido a decir si esta película es incomprensible o inexplicable. Se plantea un futuro de urbanitas ávidos de espectáculos de sangre, en una versión estética de los “Supersónicos” pero tapizados por el atrezzista de Tim Burton. Las autoridades presentan el macabro espectáculo como parte del control popular, en una cinta con un guión tan enclenque que es imposible no dar bufidos de hartazgo durante las dos horas largas que se estira. Es un precioso ejemplo de cómo filmar bien la nada, porque las tomas son impecables, las vistas son preciosas, y los paisajes están bien situados, por no detallar los colosales simulacros 3D de auditorios futuros. Pero todo cae en una mímica de romanos –con caballos, aurigas, cuadrigas incluidos– partiendo de un refrito que no tiene nombre. Hay gestos de la película “Rollerball”, con James Caan, de 1975, con aquellos atletas como metáforas de la sumisión del mundo a la violencia; hay notas del cuento “The veldt”, de Ray Bradbury, en que la realidad vive en las pantallas hasta que las pantallas ocupan el lugar de la realidad; hay elementos de “Matrix”, con la intercesión de lo virtual en lo real y unas creaciones telemáticas que se escaparon a la clasificación de las razas peligrosas; y hay también, por supuesto, grandes dosis de “Gran Hermano”, todo en un envoltorio a la manera de “Destino final” pero en plan fino y sin tubos que perforen órbitas oculares ni piedras que hagan estallar cráneos. Una fina línea divide la fantasía, la creatividad, el capricho y la estupidez. Es una pena que tenga que ser el espectador quien decida en qué campo quirúrgico hay que hacer la autopsia de este cambalache que acaba siendo absolutamente nada: no entretiene, no enternece, no reflexiona, no propone, no vuela, no provoca, y no regala metáforas ni moralejas. Ni hablar de que deje pensando a nadie. Es un guión asesino porque el libro dicen que tiene contenido.


El director Gary Ross despunta aquí por un maniqueísmo extremo y polariza barnizando con almíbar lo que en realidad le avisaron que podía pintar para orgía forense. Pareciera que su pifia fue creer que al decidirse por no salpicar con vísceras la película iba a quedar resuelta sin más. Craso error. “2001, una odisea espacial” no tiene grandes parlamentos metafísicos y su trascendencia filosófica es indeleble hasta hoy. En “Los juegos del hambre” se podía suprimir el chapoteo caníbal e igual podía hacerse una película coherente. Es como pensar que Heidi pasara a su corderito por la Thermomix y que las escenas sonaran a Teletubbys. Imposible: o Heidi, o Hannibal Lecter, o la magia de la mezcla de ambos mundos como en “Sweeney Todd”, pero con el concurso necesario del talento, que aquí no. Ya sabemos que con los mismos ingredientes podemos preparar un plato excelente o uno de sobras para el perro.

Los recursos visuales para crear clima son básicamente dos durante casi toda la película: cámara móvil, y escena fragmentada. Ambas me trajeron reflejo vagal y estuve a punto de cerrar los ojos para no descomponerme o sufrir una lipotimia o algo peor pensando en los efectos epileptoides de aquella serie japonesa infantil de hace unos años. Pero al margen de este abuso, hay otros que tienen únicamente la cualidad de lo sorprendente, como si alguien, cuarenta años después, pudiese rescatar de la serie “V” algo que haya sobrevivido a la impresión de ver a la capitana lagarta merendándose un sapo o un ratón vivos. De aquella serie no queda nada más que el recuerdo de aquellas degustaciones, y aquí es más o menos lo mismo porque el mérito de la escena de la mímesis entre el actor y una roca es una tarea extraordinaria de los maquilladores, pero esos trazos no alcanzan a ser un condimento que abra el apetito y suprima la languidez general.

De escenas inverosímiles, la mayoría: desde el presentador del espectáculo de interés nacional hasta la señal a los pájaros para que canten y avisen con sus gorgeos repitiendo la melodía que les silba la heroína. Encima, las malas lenguas han dejado filtrar que la actriz principal ni siquiera sabe silbar, cosa que se nota claramente en el gesto de sus labios en la toma. En un instante pensé que la trama se decidiría por un final del tipo “Los amantes de Verona”, pero Romeo y Julieta no sellan con la muerte el final de esta película, muerta desde el minuto uno en una eutanasia inexorable. En estos “Juegos del hambre” el argumento es un puñado de manotazos cadavéricos que no consiguen erigir ni un tramo en paz y lo que quedó a dieta fueron las ideas, a una dieta de hambre. Una especie de anorexia cinematográfica, digamos, aunque al encenderse las luces y salir no haya nada para vomitar más que fastidio y ganas de alejarse.

Los juegos del hambre / The hunger games. EUA, 2012.
Director: Gary Ross.
Con Jennifer Lawrence, Josh Hutcherson, Stanley Tucci, Wes Bentley, Donald Sutherland, Woody Harrelson.

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Una separación / A separation / Jodaeiye Nader az Simin, de Asghar Farhadi

Vidas paralelas

Miguel Cane

Desde la revolución islámica de 1979, el código civil iraní vigente está inspirado en la sharia o ley islámica, y en lo que respecta a la disolución del matrimonio, dice así: “El hombre puede divorciarse de su mujer siempre que lo desee”.

Sobre los derechos de su compañera no dice nada.


Hace diez años, el Parlamento iraní aprobó una reforma en la que se contemplan tres posibles casos – adicción, violencia intrafamiliar y abandono – que podrían facilitar a la mujer obtener el divorcio en un tribunal. Asghar Farhadi comienza su filme usando un recurso poco común: dos de sus protagonistas, Simin y Nader miran y hablan directamente a cámara donde se supone debería estar el juez interlocutor de quien sólo podemos escuchar su voz. Una voz cuestiona sin cesar y pregunta a Simin sus motivos para pedir el divorcio sin entender por qué lo solicita si su marido no se droga, no le pega ni es vago.



Con esta maniobra de percepción, coloca al espectador literalmente en la posición de juez a todo lo largo de la cinta, mientras exploramos la tragedia doméstica de Nader (Peyman Moaadi) y Simin (Leila Hatami) quienes forman un matrimonio de clase media-alta en Teherán quienes tienen planeado mudarse al extranjero para proporcionarle a su hija Termeh (Sarina Farhadi, hija del director) una vida mejor. Al enterarse de que su padre sufre Alzheimer, Nader se niega a abandonar el país y surge el conflicto; que a su vez sirve de marco para albergar una historia más compleja.

La ley no apoya a Simin por lo que se muda a casa de sus padres dejando solo a Nader con su carga familiar. Y éste contrata a una mujer, Razieh (Sareh Bavat), para que cuide al anciano. Es a partir de este momento cuando la historia, que parecía incidir en la estructura típica del melodrama social, cambia completamente y se torna en un drama oscuro, realizado con mano de hierro, que no suelta al espectador hasta el último momento.

Como en su filme anterior, A propósito de Elly (2009), Farhadi dispone a sus personajes en situaciones cotidianas que van complicándose poco a poco de manera natural hasta desembocar en atmósferas asfixiantes y opresivas a las que el espectador casi ni es consciente de haber llegado. Y es a través de ese contexto que el director aprovecha para ejecutar una radiografía de la sociedad iraní en la que conviven y a menudo chocan los sectores liberales con los más conservadores.

Es así como nos muestra un tema recurrente en su filmografía: el peso actual de la religión, de las creencias en un país como Irán, las dos caras de un país que trata de modernizarse, sometido a lo más tradicionalista del mundo árabe. Los personajes de Farhadi son muy complejos, desesperados, capaces de renunciar a los principios por los que se guían con tal de sobrevivir. Irán es un país de grandes contrastes, la cinta no es muy favorable con el sector más ultra del país, como es el actual gobierno iraní. Pese a que es difícil burlar la censura, esta historia, ganadora de muchos premios internacionales logra salirse con la suya, para mostrar una historia urbana y relevante, que rompe el molde de paso detallista y sereno de otros cineastas co-nacionales suyos como Abbas Kiarostami o Bahman Ghobadi, para demostrar que Fahradi tiene su propia voz y los espectadores celebrarán ver cómo la plasma en imágenes, en un filme poderoso y conmovedor, pero que no da cuartel.

Una separación / Jodaeiye Nader az Simin
Con: Peyman Moaadi, Leila Hatami, Sareh Bayat, Shahab Hosseini, Sarina Farhadi, Kimia Hosseini, Babak Karimi, Ali-Asghar Shahbazi y Shirin Yazdanbakhsh.
Dirige: Asghar Farhadi
Irán, 2011


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Un fenómeno llamado Juego de tronos

La teleserie basada en la exitosa "Canción de hielo y fuego", saga novelística medieval escrita por George R. R. Martin, inició su segunda temporada con ánimo de conquistar al mundo.

Miguel Cane.


Decían que no era posible lograrlo, que era una misión descabellada. Sin embargo, llevar a la pantalla chica la saga Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martin —que inició su publicación en 1996 con la aparición de Juego de tronos, de donde toma su nombre la teleserie—, ha resultado uno de los fenómenos mediáticos más impactantes y sorprendentes de los últimos años. Hasta la fecha son cinco novelas, con dos más planeadas para aparecer en el transcurso de la década, si es que el autor lo consigue, pues la más reciente, Danza de dragones, tardó más de seis años en completarse. La versión televisiva ha superado las expectativas de la crítica e incluso las del mismo Martin, para convertirse en una de las teleseries por cable más exitosas de la historia, al punto que HBO decidió lanzar la segunda temporada de la serie simultáneamente en más de 40 países.




Las siete Casas Reales de Westeros están, en esta nueva temporada, enfrentadas en una guerra de poder y estrategia para decidir el destino de sus provincias. Para esta segunda temporada, también de 10 episodios, se adapta el material de Choque de reyes, segundo libro de la saga de Martin, en la que los elementos de magia y fantasía se hacen más aparentes, alternándose con las intrigas palaciegas y el drama, lo cual hace de Juego de tronos una extraña pero efectiva mezcla del culebrón estilo Falcon Crest, con elementos de fantasía medieval.


Desde su estreno en 2011 y hasta ahora, la serie ha ganado un Globo de Oro a mejor actor de reparto para Peter Dinklage, que interpreta al hábil y conspicuo Tyrion Lannister, así como dos Premios Emmy (actor de reparto —para Dinklage, también— y mejor secuencia de créditos), tres Scream Awards (por serie de televisión, actriz revelación —Emilia Clarke— y de nuevo Dinklage como actor de reparto ), un TCA Award, un Screen Actors Guild Award y el galardón a la Mejor Serie de televisión en el Festival de Cine Fantástico de Sitges.

¿EN QUÉ NOS QUEDAMOS?
Tras la muerte del rey Robert Baratheon y de su leal amigo Eddard Stark, los crueles y ambiciosos miembros de la casa Lannister dominan la capital de Desembarco del Rey, con el joven y déspota rey pelele Joffrey, pero la llegada a la ciudad de su tío Tyrion, El Gnomo, para ejercer como Mano del Rey, hará que el juego de codicias y odios parezca no tener fin. Fuera de la capital, continúa la encarnizada guerra entre los Stark, encabezados por Robb Stark (señor de Winterfell y rey en el Norte) y los Lannister, liderados por Tywin Lannister (señor de Casterly Rock) y padre de Jaime y Cersei, hermanos gemelos y amantes. Jaime, en tanto, es prisionero de Catelyn Stark, la matriarca viuda de Winterfell, que apoya a su primogénito y busca recuperar a sus hijas, Sansa y Arya, la menor desaparecida tras la muerte de su padre y la mayor comprometida a casarse con el hijo de la desalmada Cersei, respectivamente.

Por otra parte, más allá del mar Angosto, la princesa desterrada Daenerys Targaryen, renacida de las cenizas y con la fuerza de sus tres dragones, tendrá que labrarse su propio futuro y deberá aprender por sí misma quiénes son sus amigos y quiénes sus enemigo, en su búsqueda por recuperar el reino perdido.

Están, además, los hermanos del difunto rey Robert Baratheon, el adusto Stannis y el bisexual Renly, y los habitantes de las Islas del Hierro que también tienen cosas que decir en este juego, porque todos quieren sentarse en el Trono de Hierro, y no les importa lo alto que sea el precio a pagar. Aunque todos parezcan olvidarlo, más allá del Muro que protege al norte, aún se ciernen amenazas más peligrosas que cualquier espada... y ya viene el invierno...

QUIENES LO HACEN POSIBLE
“De todos aquellos que trabajan en la tradición de la fantasía épica, Martin es, de lejos, el mejor”, dice la revista Time. La saga, compuesta por siete libros (contando los dos que están por escribirse), ha desatado un auténtico furor, alentado además por la teleserie. David Benioff y Daniel B. Weiss lo vieron así desde el principio. El primero sólo había leído la mitad del primer libro cuando llamó a su amigo Weiss y le dijo: “Creo que es lo mejor que he leído en toda mi vida”. David se sintió cautivado por la riqueza de su historia, por los inesperados giros argumentales y por la gran cantidad de personajes y puntos de vista. No se trata de un mundo fantástico solamente: la trama, dirigida a un público adulto, se inspira en acontecimientos históricos como la Guerra de las Rosas y las Cruzadas, pero posee elementos mágicos, muy ligeros, que la alejan de obras como El señor de los anillos.

“Es incluso más compleja que la saga de Tolkien, porque sus personajes son más humanos”, dice la actriz Michelle Fairley (Catelyn Stark), con larga trayectoria en teatro, quien señala incluso la influencia de Shakespeare en la naturaleza de los personajes. “Están llenos de humanidad: nadie es completamente bueno ni malvado, cada uno tiene sus motivaciones. Es por ello más fácil identificarse con ellos como lector o como intérprete”. Por su parte, Weiss cree que ésta es la clave por la que gusta a todo tipo de público, desde adolescentes hasta intelectuales. “Que la historia transcurra en un lugar ficticio es una ventaja. Cualquier persona de cualquier país se puede identificar con los personajes”.

“Nunca se ha hecho nada como esto”, afirma a su vez Emilia Clarke, que encarna a Daenerys. “Es una fantasía tan real, con personajes tan increíblemente complejos... Nunca pensé que podría llegar a hacer algo como esto”. Kit Harington, que interpreta a Jon Snow, ostensiblemente el hijo bastardo del difunto Eddard Stark y uno de los personajes clave de la serie, apunta: “La segunda temporada es mi preferida: todo se complica, empiezan los desafíos. Mi personaje se enfrentará a un mundo desconocido. También se hacen más presentes los elementos mágicos. Todo se vuelve más oscuro, sangriento y aterrador. El público no podrá dejar de hablar de ella”.

Y eso mismo es lo que está sucediendo con el estreno simultáneo del primero de abril, que ha sido algo sin precedentes.

Los datos que corroboran su éxito
—La saga ha vendido, en más de 17 ediciones alrededor del mundo, un total de 10 millones de ejemplares.

—Su autor, George R. R. Martin, fue elegido “uno de los hombres más influyentes de 2011” por la revista Time.

—Martin ha ganado los principales premios de literatura fantástica: Hugo, Nébula, Locus e Ignotus. La serie fue nominada a 13 Emmys (de los que ganó dos) y obtuvo un Globo de Oro.

—Respecto a su audiencia televisiva, la serie ha sido emitida en más de 60 países. El primer episodio fue visto por 11 millones de personas en Estados Unidos (insólito para un canal de paga), y se convirtió en la segunda serie más vista por cable. En 2011 fue una de las series más pirateadas en ese país, según un análisis de descargas.

—El mundo de Juego de tronos alimenta también un amplio surtido de productos: colgantes, juego de cartas, juego de rol, separadores, fundas de móviles... y el videojuego para la PS3 aparecerá en mayo.

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10 abr 2012

Cortometraje The junky’s Christmas, de Nick Donkin, narrado en voz off por William S. Burroughs y producido por Francis Ford Coppola

Burroughs, ¡maldito genio!

“Y ocurre que los productores de obras geniales no son aquellos que viven
en el más delicado ambiente y que tienen la más lúcida
de las conversaciones y la más extensa de las culturas, sino aquellos
capaces de cesar bruscamente de vivir para sí mismos
y convertir su personalidad en algo semejante a un espejo.”

— Marcel Proust

Por Angélica Ponce.


Sublime, así es The junky’s Christmas, un corto producido por Francis Ford Coppola, escrito y narrado en voz off por William S. Burroughs y dirigido por Nick Donkin. El filme cuenta la historia de Danny, El limpiaparabrisas, un yonqui que tras pasar 72 horas en prisión, y ser liberado la víspera de Navidad, buscará desesperadamente un chute.

Sin zalamería, se trata de un homenaje cinematográfico y literario al autor de El almuerzo desnudo, y de un regalo del escritor de El metro blanco a la cultura popular estadunidense.


Con esos tópicos navideños muy norteamericanos, vemos a un Burroughs cuya imagen es casi desmitificante de la irreverencia y trasgresión del icono beat, y que nos lleva a los orígenes mismos de su producción literaria de historias cortas con Interzone, del que extrae The junky’s Christmas.


Mientras un gato salta de una caja de regalos, postrada al pie de un luminoso y magnificente árbol navideño, Burroughs se acomoda junto a la chimenea, se retira las gafas y comienza la lectura.


Si hay alguien que puede llevar a los extremos la naturaleza humana, ése es, sin duda, William S. Burroughs, quien en imágenes realizadas por el equipo de Coppola y Donkin, bajo la técnica stop motion, música navideña producida por Hal Willmer & The Disposable Heroes of Hiphoprisy, su narración y un acercamiento difuminado de Nueva York, nos entrega una bella historia de Navidad, donde su espíritu yace en el saber compartir.

Sin sensiblerías, ni moralinas, Burroughs hace de The junky’s Christmas un recorrido por las calles donde un “viajante”, como Danny, puede conseguir un poco de efectivo y heroína.
Luego de un intento fallido de hurto a un auto estacionado, Danny encuentra una maleta abandonada que satisfará su imperante necesidad de “meterse algo”, no sin antes enfrentarse a ese mórbido humor de Burroughs, que colocará en su interior partes de un cuerpo femenino desmembrado, de las cuales —entre repulsión y un gran sentido práctico— habrá que deshacerse.

Resuelto el problema y consiguiendo unos dólares, Danny se enfrenta a una ciudad donde “no hay nadie ni para comprar somníferos”; sin más remedio, habrá que fingir una neuralgia facial ante un médico que, evidentemente alcoholizado y sin ánimos de investigar a su incómodo visitante, le dará una pizca de droga dejándole bien claro que le bastará para satisfacer la verdad o mentira contada.

Visto como un regalo, aún queda efectivo para la renta de un cuarto de hotel. El éxtasis llega, incluso, antes de que la heroína penetre en el cuerpo de Danny, pero es entonces que viene otra vuelta de tuerca de Burroughs y la verdadera historia de Navidad. Junto a la habitación del Limpiaparabrisas se retuerce, entre lamentos, un muchacho de 20 años; un terrible dolor de riñones lo está matando.

La desgracia del chico es mayor a la suya, y en un acto de compasión Danny entra en la habitación y le pide que se arremangue la camisa: “tengo algo para ti”. Le inyecta el líquido y al ver que se queda dormido se marcha a su cuarto, y ya sea por cansancio, resaca tardía de anfetaminas o por un milagro de Navidad, Danny es invadido por el mejor viaje que pudo darle su existencia yonki.

Burroughs regresa otra vez a escena y ahora nos recibe con una cena navideña empapada del calor fraternal de la temporada, sin esa vorágine en la que nos mantuvo el corto hasta la tranquila y merecida paz de Danny.


Cortometraje completo vía YouTube. Duración: 21:28





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9 abr 2012

Una charla con Nanni Moretti

A lo largo de tres décadas, este hombre se ha convertido en una de las figuras más prominentes del cine europeo. Ahora estrena la polémica comedia "Habemus Papam".

Miguel Cane.


Desde su debut formal en 1978, cuando era muy joven, Giovanni Nanni Moretti (Bolzano, 1953) se mostró como un actor y cineasta con una de las voces más claras y críticas del cine italiano. Jovial, agudo y observador, alcanzó reconocimiento con Querido diario (1993), agridulce comedia que mostró su batalla personal contra el cáncer. Con La habitación del hijo (2001) causó furor internacional al subvertir su humor habitual para contar un drama serio acerca de la pérdida. Ahora, tras un periodo dedicado a la política, y antes de fungir como presidente del Jurado Internacional del Festival de Cine de Cannes de este año, retorna a la pantalla con una cinta ácida, polémica y muy divertida: Habemus Papam, que dirige y protagoniza al lado del legendario Michel Piccoli, que encarna a un nuevo Papa que padece fobias, y el mismo Moretti es el psiquiatra que acude a tratarlo al Vaticano.


MC: ¿De dónde surgió la idea para la película?
NM: Con mis colaboradores de siempre, Federica Pontremoli y Francesco Piccolo, empezamos a trabajar en diferentes ideas a la vez luego de filmar El caimán. Tras un tiempo de darle vueltas a varias tramas, decidimos desarrollar esta historia de Habemus Papam. Hay una escena que, en particular, fue la que empezó todo, y fue cuando pensamos: “Aquí hay un Papa recién elegido que no es capaz de salir al balcón a saludar a los fieles, porque el miedo lo paraliza”. Todo salió de ahí: la idea de ver como humano a alguien a quien se nos programa para ver como si fuera santo.

MC: Supongo que al crecer en la Italia de los años cincuenta y sesenta recibiste una educación religiosa; pero, ahora mismo, ¿crees en Dios o en la Iglesia?
NM: Naturalmente, así fue. Mis padres eran creyentes y recibí una educación católica con todos los sacramentos de rigor hasta cierta edad. Aunque respeto las creencias ajenas, desde hace muchos años yo ya no soy creyente. Pero sí, parte de mi educación básica fue un marco referencial para ciertos aspectos de la película.


MC: La película está claramente centrada en dos ejes: algunas secuencias se centran en el encierro y otras en la libertad. ¿Qué hay detrás de esa simetría en tu forma de escribir?
NM: Quería mezclar comedia y drama en una película, el tono grotesco y el realista. El cónclave de los cardenales es inventado, pero respetamos los rituales y las liturgias de uno real. El Papa escapa del Vaticano y se pasea por la ciudad, donde se encuentra en situaciones que no ha experimentado desde hace mucho tiempo. Su vagar por Roma le plantea muchas cosas y al público ciertas preguntas. Mientras, el psicoanalista permanece retenido en el Vaticano, donde, a pesar de sentirse desorientado al principio, se acaba encontrando a gusto al final. Es una inversión de roles, si se quiere.

MC: ¿Hubo polémica en su estreno por los temas que toca?
NM: No ha habido ataques a la película en sí sino sólo algunas reacciones que no representan al mundo católico. La Iglesia católica ha sobrevivido recientemente a una serie de escándalos, y la actitud de su jerarquía ha sido criticada. ¿Por qué no están presentes estas controversias en la película? Verás, yo intento evitar decirle al público lo que espera escuchar. No me ha interesado nunca reiterar en mis películas cosas que el público ya sabe. No me gusta enviar mensajes velados jugando con temas de actualidad. Respecto a los escándalos de la Iglesia católica, como los financieros o la pedofilia, hay libros, documentales y artículos informativos en los periódicos por todas partes. Prefiero no condicionarme con asuntos de actualidad. Es una historia inventada, sobre mi Vaticano, mi cónclave, mis cardenales. Mucha gente que ha criticado la película, lo hace de auditu, ni siquiera se han molestado en verla. ¿Me preocupa eso? No. Es como una fábula, todo es imaginario. Si el público decide verla como algo real, es cosa de cada espectador.

MC: Tu cine casi nunca se aparta de un subtexto político y éste no es la excepción.
NM: Claro. Después de El caimán, que versaba sobre las esferas del poder, quise dar mi versión personal de un mundo preciso: el del Vaticano. Pero pienso que los temas de la película y la angustia del protagonista pueden ser aplicados a otras situaciones y otros mundos, y pueden afectar al público que vive apartado de personajes como el nuestro, de las más distintas maneras. La política es algo que siempre me ha interesado.

MC: ¿Se podría decir que eres más crítico con el psicoanálisis que con la Iglesia?
NM: En mis películas me he reído mucho de la izquierda, de mi generación, de la relación entre padres e hijos, la escuela y el mundo del cine, e incluso, en Querido diario, del cáncer que me dio hace 20 años. Pienso que es de justicia reírme del psicoanálisis también. ¿Por qué no? Nada debería ser tabú en el siglo XXI.

MC: ¿Has estado en psicoanálisis?
NM: En algún momento, sí. Me pareció muy interesante la experiencia, aunque puedo entender que para algunos la sola idea parezca una tomadura de pelo. Creo que en este caso cumple con su función: muestra los entretelones de la situación planteada. El profesor Brezzi es un personaje que, en cierta forma, es muy similar al cardenal Melville, y ambos tienen ciertas dudas sobre sí mismos. Pero no es a través de una sesión de terapia sino a través del contacto con la realidad que Melville hace catársis.

MC: Después de años dedicado a la política, anunciaste tu retiro de esa arena, antes de rodar este filme. ¿Se podría decir que tu negativa a seguir con tu actividad política se corresponde con la de Melville a ser Papa?
NM: No lo había visto de esa manera, pero es probable. Desde el principio de mi experiencia política dije que volvería a mi trabajo de director de cine en cuanto pudiera. Nunca busqué ser político profesional. Mi verdadera y única vocación, desde que era yo un adolescente, ha sido el cine. Es lo único que realmente me interesa ahora, y es la única profesión de la que he tomado mi satisfacción personal.


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Rec3: Génesis, de Paco Plaza

Hasta que los zombis nos separen

Miguel Cane


Las bodas, especialmente las de aquellos que se consideran “nuevos ricos”, con todo su boato, dispendio y vulgaridad vestida de etiqueta, son escenarios irresistibles para cineastas de todas las épocas: Robert Altman se divirtió como enano satirizando salvajemente un “feliz evento” con Un día de boda (1978) y Jonathan Demme nos dio catársis en La boda de Rachel (2008). En el caso de Rec 3: Génesis, Paco Plaza – que fue con Jaume Balagueró el co-director de las dos primeras cintas en la saga, mismas que debo confesar no vi – decide tomar elementos de ambas cintas y extrapolarlos a lo bestia, para crear la abrumadora – y extrañamente divertida – versión de una boda en la que todo sale mal... rapidísimo.



Partiendo del formato que ostensiblemente ya se había usado en la saga – el de “found footage”, similar a Holocausto Caníbal, de Ruggero Deodato – con videos tomados por distintos personajes, la cinta cuenta lo que sucede el día de la boda de Koldo (Diego Martín, que se crece a lo largo de la cinta y está estupendo) y Clara (Leticia Dolera, que es mucho más que una cara bonita), una pareja de enamorados cuya parentela se reúne para celebrar con fasto su boda.



Los problemas comienzan cuando uno de los invitados comienza a manifestar síntomas de una extraña enfermedad y antes de que usted pueda decir “¡socorro!” la alegre fiesta deriva en una orgia de sangre, muerte violenta y zombis, quedando separados los novios y luchando por reunirse en medio de la locura de terrores. Por supuesto, no hay nada que no sea impredecible en la trama, pero de cualquier forma y pese a los estereotipos, Plaza consigue que la película sacuda, asuste y vaya de la risita nerviosa al gemido de espanto, de una escena a otra (la secuencia del autobús, vista por circuito cerrado, con sus ominosas consecuencias).


Como no conozco las cintas anteriores más que por referencia, no puedo decir qué tanto el que este filme sesgue su manera de narrarse por un estilo más convencional a la mitad, afecta el estilo de la saga y francamente tampoco me importa. Como una manera de entrar en la serie está bien y funciona como una buena película de sangre y horror, con algo de comedia negra y guiños de lo más variopintos, que van desde Carrie, Aliens – Clara hace claro homenaje a Sigourney Weaver y Jamie Lee Curtis – Masacre en Texas y El Resplandor, a cintas clásicas que uno no imaginaría ver aludidas, como Monty Python y el Santo Grial, Esplendor en la hierba, El Año Pasado en Marienbad y Sopa de Ganso, de los Hermanos Marx. Inteligente y no exento de ternura o cinismo, Plaza se divierte y su elenco también, con la corrección política arrojada por la ventana y giros que sorprenden y se las ingenia para no perder ritmo hasta el final brutal y vertiginoso.

No apta para pusilánimes, Rec 3: Génesis – si se obvian algunos rollos dizque místicos – es una buena película para espantarse, comer palomitas y pegar uno o dos gritos. Cosas que la buena educación nos impediría hacer en una recepción nupcial, si bien la película es mucho más divertida que una boda de verdad.

Rec3: Génesis
Con Diego Martín, Leticia Dolera, Ismael Martinez, Alex Monner, Claire Baschet y Javier Botet.
Dirige: Paco Plaza
España 2012

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Furia de Titanes / Ira de titanes / Wrath of the Titans, de Jonathan Liebesman

Claudi Etcheverry



El implacable Cronos está a punto de emerger de los abismos para liberar su fuerza y su destrucción sobre los hombres y acabar con el mundo. Zeus apela a la fuerza de su hijo, el semidiós Perseo para que le ayude contra el Mal, mas Perseo está asimilado a su vida semihumana, es viudo y se ha dedicado a la crianza de su hijo Eleo. Pero otros semidioses le ayudarán en su empresa y Perseo finalmente enarbolará la lucha; hasta el voluble Hades acabará por decidirse a caer del lado del bien. Tras una batalla en varios frentes, el orden vencerá.


Esa es la trama básica, muy básica de esta película, con celos entre hermanastros semidioses y rencillas entre dioses hermanos. Es como líos de familia, pero entre el Olimpo y el mar Egeo. Para darles empaque, no es infrecuente que Hollywood sazone estas producciones con caras o actores de renombre (lo uno no siempre corresponde a lo otro, dicho de paso). En la sala de al lado en que vi esta película, la productora Marvel ponía “Los vengadores”, sumando Iron Man, el Increíble Hulk, la Viuda Negra, Hawkeye, Thor, y el Capitán América todos juntos en una especie de dream team en el que no faltara nada, con actores como Robert Downey Jr., la Johannson, Mark Ruffalo o el mismo Samuel L. Jackson. Al oír los ruidos me he prometido ahorrármela, pero al final seguro que caigo a verla, ya me conozco. En el caso de “Furia (MX)/Ira (ESP) de titanes” la cosa no le va en saga, y actores como Liam Neeson, Ralph Fiennes o Bill Nighy aderezan con renombre el lustre de otras caras bonitas del reparto, y digo solamente renombre porque poco pueden hacer para interpretar nada, dado que casi no hay libreto. Cosa rara es la actuación del niño Eleo, una pura mueca insolvente.


A un cuarto de película ya estaba hasta el ñato de chispas y 3D impecable en esta confusión actual de que la precisión visual es la película. Los videojuegos han impuesto sus leyes visuales, y las ondas expansivas, por ejemplo, son una plasmación de la física de la catástrofe hasta el mínimo detalle. Sin caer en grandes debates filosóficos que no hubieran sido de este registro de película, la mitología da para entender nuestra cultura porque fue una de las primeras maneras que el hombre inventó para explicar el mundo y había muchas aportaciones a mano para hacer. Una o dos frases inteligentes son un exordio inesperado entre los diálogos, como Agenor que dice “Soy colosal” en un despunte de ingenio; o la frase que pronuncia Zeus al decir que si los hombres mueren, van a la tierra, pero si los dioses mueren, van al olvido. Una reflexión interesante en esta época de imparables menguas religiosas.

Cada vez más, las películas se diseñan visualmente. “Furia/Ira de titanes” tiene solamente dos tipos de planos: uno es en tono sepia, terroso y árido, con cuero, bronce y sudor. El otro es claro y límpido al sol de la Grecia clásica. Son recursos meticulosos para vendernos un vacío, al fin. Porque la idea de que esta es una película “de entretenimiento” nos sume en una paradoja, porque si la consideramos una película para niños, estas cintas no me entretenían ni cuando lo era. Recuerdo cuando surgieron los videoclips de música, allá por los 80... Un día dije: “¿Qué es esta cosa?”, porque la mayoría era la simple colisión de efectos visuales, imágenes resultonas y tomas ingeniosas, pero nada, nada más. Viendo la escena de los cíclopes en “Furia/Ira de titanes”, no pude dejar de pensar en Kirk Douglas cegando al cíclope en “Ulises”, de Mario Camerini, de... ¡1954! Casi 60 años más tarde hemos agregado poco, la verdad. Será que nuestros demonios siguen siendo universales y ver la lluvia de bolas de fuego en “Furia/Ira de titanes” está en línea con nuestros fantasmas actuales como dos aviones estrellándose contra sendos edificios en nuestra historia más contemporánea. Hasta resulta risible que la reina Andrómeda dé la orden de “¡Alto el fuego!” cuando es dudoso que ése fuese el grito en esa época de espadas, lanzas y pura fuerza bruta, o será que como espectador miro hasta las carillas de porcelana de la dentadura de la reina, o la notable desviación de la línea media en la mordida de Toby Kebbel. En Grecia había grandes escultores, pero se ve que no había buenos ortodoncistas.

El cine está en una situación difícil en parte por el volumen de producciones y de estrenos, porque la presión por renovarse en taquillas empuja incluso a los reestrenos solamente agregando una dimensión más (la archiconocida “Titanic” vuelve en 3D, pero el barco corre idéntica suerte). Los temas se hacen esquivos, y los motivos a veces se estiran para lo que no dan. En esta cinta, el personaje de Toby Kebbel como Agenor es casi una clonación de Johnny Depp haciendo de Jack Sparrow, con esa mezcla de desfachatez y cinismo medroso; o el pasadizo combinado con prensa que ya estaba en “Space-quest” hace como quince años. No le perdonamos al cine aquello de “Esto ya lo vi...” y menos si había posibilidades de meterse en un guión con algo más que efectos visuales.

La saturación visual es la mejor garantía para el olvido de una película porque seguimos necesitando historias. Para ir a verla lleve protector factor 50 porque las chispas y la lava son las principales figuras de esta película, que como los dioses, pronto caerá también en el olvido.

Furia de titanes / Wrath of the titans.
EUA, 2012
Director: Jonathan Liebesman.
Con Sam Worthington, Liam Neeson, Ralph Fiennes, Rosamund Pike, Toby Kebbel, Bill Nighy, Edgar Ramírez)

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© 2011 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España




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3 abr 2012

Declaración de guerra / La guerre est declarée, de Valérie Donzelli

Claudi Etcheverry



Romeo y Juliette son una parejita joven que vive su vida sin demasiadas preocupaciones. Tienen un niño, pero la realidad les asesta un golpe muy difícil de encajar: el bebé manifiesta una serie de retrasos leves en su desarrollo y otros síntomas que llevan a los padres a plantearse una consulta a un pediatra. La alarma acaba por confirmarse como un pronóstico terrible, ya que el niño tiene una masa tumoral en la base del cerebro adherida al bulbo raquídeo que acabará con su vida si no se toman medidas oportunas, inmediatas, y de alto riesgo. La vida simple y desahogada que llevan se transforma entonces en una guerra contra un destino que parece estar escrito.


Pero si bien la propuesta inicial tenía muchos puntos por donde extender y meter una mirada amplia a este drama, la directora Valérie Donzelli manifiesta una notable ignorancia vital por no haber recorrido las vicisitudes reales, crudas, típicas de las personas afectadas por enfermedades de este jaez. Nadie le pide que haga una película u otra, sino que al cine le pedimos productos acabados en si mismos, sean drama, comedia, o fantasía científica. Lo que perturba es este desarrollo pobre y sin revisión, sin debate previo. No es que la cinta trate de dar gato por liebre porque no banaliza y es respetuosa, pero no se mete en materia ni un ápice más allá de lo puramente obvio. Una o dos visitas a un centro oncológico, o una o dos sesiones a un grupo de ayuda con el corazón abierto y una libreta en la mano daban material para hacer ésta película y varias más. Si no pretendía ser fantástica y se proponía como crónica real, al guión le faltan kilos de investigación, o más fácil todavía: simplemente observación. Porque además, cae en la mirada adocenada y estándar de este drama tan real como cualquier sala de espera en los pabellones oncológicos o pediátricos. Finalmente, la directora (y coguionista junto al actor principal) opta por presentar la lucha de una pareja a través de actitudes y registros que hacen de ellos poco más que dos zafios, o al menos, dos ilusos con acciones propias de un melodrama sin demasiado asidero (verbigracia, la carrera de la madre por dentro del hospital, su desmayo extenuada en un pasillo, y su rescate por un fornido enfermero: todo eso simplemente no existe). En estos casos hay tantas reacciones como enfermos, y tantas manifestaciones como familias, pero pese a las diferencias entre todas ellas, sean las de ahogarse en la derrota como las de huir del drama, uno se da cuenta de cómo son. Si la intención era exponer una de todas esas variedades, la confusión del guión es completa porque no se sabe si apunta a Roma o La Meca.


Como montaje, la directora no se decide por si es carne o pescado. Por una parte, la película se presenta como una crónica directa, pero se confunde y pasa a una narración con un relator en off que explica al espectador lo que éste ya podía ver solito. No maneja los tiempos, los tempos ni los climas, y cae ansiosa en desbocar la tensión de lo peor, por ejemplo, cuando los padres acuden por primera vez al pediatra con una curiosidad leve por saber si lo que observan en el niño tiene o no importancia y traduce la urgencia de llegar a tiempo a un tren con una angustia inexplicable para esa altura del argumento. Es el huevo antes que la gallina, porque ese crescendo debía esperar al siguiente paquete temático cuando el diagnóstico quedara confirmado. Por lo demás, presenta varias tomas de la pareja y unos amigos pintando un piso adonde quieren mudarse, pero pese a que el tiempo pasa, la pared que pintan es siempre la misma. La escapada de los tres del hospital es de mímica; la reunión de los médicos, de culebrón; el acceso de las dos familias, de tontos; y la escena final, de cartón. El actor que hace de padre y la pediatra que acerca el diagnóstico excluyente (la misma consistente actriz secundaria Anne le Ny, asistente del parapléjico de “Intocable”) son buenos intérpretes a pesar de la mala dirección. Simplemente lo son, esas personas que destellan expresión actoral siempre por simple presencia.


Una pena desbaratar así un motivo simple que daba para mucho. Los que hemos pasado de cerca situaciones como ésta sabemos de primera mano que las reacciones son otras, no porque el tipo de reacción sea único sino por el calado abismal que atraviesa a la gente. La algarabía de estos dos padres se hace simplemente inexplicable, y no es un recurso del guión para mostrar que así expresan su rabia. De reacciones, las hay muy diversas, pero la contundencia de la muerte llamando a la puerta en la cabeza de un bebé no da para estas alegrías. Una cosa es tratar de mantener el equilibrio en medio de la tempestad, y otra muy distinta es una pareja que parece estar colgada entre las nubes, aunque para salir en la foto, el guión intercale reflexiones universales de valor casi literario como para dejar conformes a los grupos de afectados.

¿En qué quedamos, Donzelli?


Declaración de guerra / La guerre est declarée.
Francia, 2012.
Directora: Valérie Donzelli; con la directora en el papel principal, Jérémie Elkaïm, Anne le Ny.


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© 2011 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España




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