17 feb 2012

Un día para sobrevivir / The Grey, de Joe Carnahan

Infierno bajo cero

Miguel Cane


Desde hace décadas, las películas que cuentan historias de supervivencia han tenido éxito en taquilla, especialmente entre el público que busca emociones fuertes. Algunas veces, filmes de este tipo ofrecen algo mas que efectos especiales. Este filme de Joe Carnahan supone en cierta medida su vuelta a un cine de acción más realista, menos basado en trucos, que apela a las reacciones emocionales del espectador.




El filme se centra en John Ottway (un gran trabajo de Liam Neeson, que está prácticamente en todas las escenas), un francotirador que se encarga de matar lobos mientras su compañeros trabajan en una planta petrolífera de Alaska. Deprimido por una pérdida personal, es taciturno y hasta cierto punto, sin voluntad de vivir. Poco después de despegar en un vuelo que va hacia la civilización, el avión se estrella en medio de la nada, durante una tormenta de nieve. Los supervivientes, encabezados por Ottway, tendrán que hacer frente al hambre y el frío mientras tratan de huir de un grupo de lobos salvajes en cuyo habitat han ido a parar.


Ejemplificando la noción del líder “alfa”, en paralelo con la manada de lobos, Ottway, hará todo lo posible por salir adelante con sus compañeros en un lugar donde los elementos se han puesto en su contra. Carnahan sabe sacar provecho de ese manto blanco que lo cubre todo y que contrasta con la sangre que se va derramando cada vez que uno de los hombres muere; la fotografía es impresionante y hace que los escenarios naturales se conviertan en parte de una atmósfera amenazante. Quizá el único problema del filme es su guión algo mecánico y alargado, que se limita en su última mitad a ser poco más que una secuencia de eliminación (esto no es ningún secreto), y que haya unos flashbacks un tanto chabacanos y metidos con calzador, que rompen el ritmo de lo que, por otra parte es un interesante filme de aventuras para adultos (a los chavos no les va a gustar por su mensaje nihilista), que enfrenta al hombre con una naturaleza salvaje y nada clemente.

Lo mejor, además de la monumental actuación de Neeson, es que se rehusa a ser un film complaciente con el espectador más habituado a las grandes producciones de Hollywood y obliga al espectador a pensar, algo que pocas veces se asocia con el cine de género.

Un día para sobrevivir / The Grey
Con Liam Neeson, Frank Grillo, Dallas Roberts y Dermot Mulroney
Dirige: Joe Carnahan
EU 2012


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16 feb 2012

El Havre: Puerto de sueños / Le Havre, de Aki Kaurismäki.

Un alma buena

Miguel Cane


La sensación que tendrá el espectador al salir de ver El Havre, la más reciente cinta del finlandés afincado en Francia Aki Kaurismäki, muy posiblemente sea no solo de satisfacción ante una historia bien contada: también de un optimismo que sorprende y cala, una reacción ante lo entrañable de la historia creada por el propio cineasta, que con su sencillez y engañosa simpleza, consigue hablarle a cualquier persona sin importar la barrera del idioma o de la nacionalidad.




En el puerto de El Havre, vive el humilde Marcel Marx (un enorme André Wilms), sesentón, un tanto vago, simpático. Se gana la vida como bolero en la entrada de la estación portuaria y en algunos otros puntos de la ciudad. Debe una fortuna a la panadera y al abarrotero del barrio en que vive y es completamente fiel a su mujer, Arletty (Kati Outinen), que sabe bien que su marido es casi como un niño —emocionalmente hablando— y procura protegerlo de los embates de la realidad más cruda, incluso guardándose secretos graves.



Esta dinámica cambia al entrar en la ecuación Idrissa, un niño inmigrante africano, que escapa de un contenedor donde él y otras personas habían sido abandonados en el puerto. Por azar las vidas de Marx, sus amigos y su esposa se ven involucradas con la del chico y el policía que tiene que buscarlo para enviarlo a un campamento de refugiados. Poco a poco, Kaurismäki va tejiendo su aguda sátira social, con elementos que casi llegan a lo fantástico, valiéndose de las convenciones del melodrama, con dosis ácidas de comedia, sin caer en la manipulación en la que acabara cayendo Jeunet en algunas partes de Amélie. Aquí todos los personajes tienen una historia, por pequeños que sean, y todos dan visos de grandeza.



Delicada y hermosa, El Havre es una película realizada con atención a los detalles, con inteligencia, con mucho sentimiento, pero sin los sentimentalismos de los que su laureada contemporánea El artista, hace ostentación. Marx es una suerte de antihéroe que no tiene conciencia de serlo. Eso lo hace más cercano y su aventura, más cálida.

El Havre: Puerto de sueños / Le Havre. Dirige: Aki Kaurismäki.
Con: André Wilms, Jean-Pierre Darroussin, Kati Outinen, Blondin Miguel y Evelyne Didi. Francia/Bélgica/Paises Bajos/Finlandia, 2011.


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Meryl Streep: La dama de oro

La legendaria actriz obtuvo su tercer Oscar por su encarnacion de la polémica Margaret Thatcher en La Dama de Hierro. Aquí habla sobre la experiencia del rodaje.

Miguel Cane.
No hay mucho qué decir sobre Meryl Streep (Nueva Jersey, 1949) que no se haya dicho antes. Es una leyenda por mérito propio que en más de tres décadas de carrera ha establecido una galería de actuaciones impresionantes, ahora coronada por su aparición como la controvertida ex Primer Ministro Británica, que es aún hoy, uno de los personajes históricos más cautivantes del siglo XX.




MC: ¿Cuál fue su primera reacción cuando Phyllida Lloyd le propuso el papel de Margaret Thatcher?
MS: La propuesta de Phyllida me interesó inmediatamente. Su idea de hacer una película sobre Margaret Thatcher y las circunstancias que rodean a una mujer líder. Para imaginar las barreras que tuvo que romper para convertirse en líder de Reino Unido hay que ponerse en su contexto histórico. El mundo era muy diferente entonces. Es interesante seguir la trayectoria de una mujer que creció durante la guerra y la posguerra en un tiempo de reconstrucción y privaciones. Ver como puso en acción su propia filosofía buscando soluciones prácticas a lo que veía como el déficit de bienestar económico de su país. Era ver a una mujer resolviendo los grandes problemas del mundo de una forma que no era la esperada en una mujer.


MC: Puede decirse que se coló en un mundo de hombres muy elitista y lo puso de cabeza. Se trata de un gran logro independientemente de la visión política que se tenga.
MS: ¡Es verdad! Como actriz, el primer día de ensayo me pareció increíble. Poder compartir espacio con todos estos maravillosos actores ingleses... Había por lo menos 40 o 45 y yo era la única mujer en la habitación. Tuve la misma sensación que debió experimentar Margaret Thatcher cada vez que acudía a una reunión del Partido Conservador. Los días de rodaje en el parlamento o en su recreación fueron sorprendentes porque podías observar cómo se domina un espacio, cómo se consigue persuadir al público sobre algún asunto político. Se trata de algo con lo que los seres humanos lidiamos en la vida. He visto directoras pasándolo mal para mantener el mando. Aún no nos hace gracia la idea de una mujer líder. Margaret Thatcher rompió esquemas demostrando como una mujer puede ejercer el liderazgo. Ella ejercía el mando de una forma natural y los hombres no tenían problema en saber a quién seguir. Creo que cuando una mujer no sabe cómo mandar o se preocupa por cómo será percibida o por su posible pérdida de feminidad, se resiente su autoridad.


MC: Hay dos temas recurrentes en el filme: amar y perder a la persona amada y ganar el poder y perderlo. ¿Cuál de ellos le parece más importante?
MS: Si la película tiene acogida entre el público, más allá de la posición política del espectador respecto a la figura, sin duda creo que será porque se concede igual relevancia a los momentos de alta tensión de su vida política como a los momentos personales que tuvieron influencia en su vida. Se trata de hacer una película global sobre un ser humano. Mira, la cosa es así. En una escena, ella asegura que si tomas decisiones duras la gente te odiará en el momento de tomarlas pero te lo agradecerán las siguientes generaciones. Esta es la forma en la que un mandatario debe pensar, igual que una madre que se siente odiada al restringir a su hija pero que sabe que se lo agradecerá en el futuro. Se trata de situaciones similares. Cuando piensas a corto plazo eres un político popular pero hay que poner la mira en el largo plazo. ¿Me explico? Eso es algo que yo misma no había previsto, hasta que empecé a prepararme.

MC: De hecho, la película es apolítica. ¿Cree que esto sorprenderá al público?
MS: Personalmente, yo no tenía una visión política de Margaret Thatcher. Honestamente no sabía casi nada sobre su gestión política. Es decir, sabía que había estado en la misma línea de algunas de las políticas de Reagan, pero las políticas que yo conocía de Reagan no eran las que ella apoyaba. Me interesó más el costo humano de sus decisiones políticas que cuál era esa política. Lo que hemos intentado reflejar de la manera más fiel posible es por qué fue odiada por sus decisiones y por que fue valorada por su orientación política. A Phyllida y a mí nos preocupaba más el precio que ha de pagar esa persona por sus decisiones. Cuando eres líder, tienes que asumir tu parte pero ¿cómo te afecta eso? ¿cuánta energía tienes que tener para mantenerte fuerte?

MC: Interpretar al personaje por un periodo de más de 40 años es un desafío increíble.
MS: Sí, es un reto, pero cuando llegas a mi edad y todavía piensas que tienes 20 años más, no parece un problema. Sientes que dentro de ti eres la misma persona de los 16, 26, 36, 46 o 56 años. Tienes acceso a todas las edades y a las personas que has sido. Creo que es la gran ventaja de hacerse mayor, si es que hay alguna. Para mí, fue una excelente oportunidad. Normalmente las películas te sitúan en un momento concreto pero esta película recorre toda una vida y eso es algo muy emocionante. Algo similar me pasó en Julie & Julia. Es algo enriquecedor.

MC: ¿Piensa que la gente saldrá del cine con una idea distinta de Margaret Thatcher?
MS: No sé si la gente se replanteará su opinión sobre ella, pero comprenderán las presiones a las que estuvo sometida y cómo propuso una política concreta, y por qué acabó siendo rechazada. Verán a la persona que sigue viviendo con eso durante años. Ella, como casi todo el mundo, mira hacia atrás y se pregunta, se cuestiona. Por otra parte, suele haber una parte del público a la que se subestima, el público femenino, al que rara vez se le ofrecen biografías sobre la gente que le interesa. Hay ganas de saber de ella porque rompió moldes en muchos aspectos.

MC: ¿Qué diría usted que fue lo mejor de hacer esta película?
MS: La oportunidad de observar una vida completa, porque a estas alturas de mi vida, miro hacia atrás y pienso en el todo. A veces me abruma lo larga que puede ser una vida y lo llena de situaciones que, en un principio parecían pasajeras. Entonces te das cuenta de la importancia que tiene el día, este momento, aquí mismo donde estamos ahora. Cuando somos jóvenes, seguro lo entiendes, todos afirmamos lo que no queremos hacer, pero estamos en el mismo camino, aparecemos y desaparecemos. Es de una ambición inusual para una película, el dirigir la mirada a ese momento, hacia el final. Normalmente se busca el apogeo. Sin embargo, aquí buscamos destilar lo que significa tener una gran vida, plena y gigantesca y verla declinar. Es casi como un poema, ¿verdad?

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9 feb 2012

50 / 50, de Jonathan Levin

Morir para vivir

Miguel Cane

La trama de esta cinta parecería engañosamente simple: el protagonista es un veinteañero que se diagnostica con cáncer con 50% de posibilidades de supervivencia. Pero lo que podría ser un drama exaltado de lágrima facilona, resulta ser una cinta inteligente, divertida, con un astuto sentido del humor y actuaciones de primera.



La historia se basa en las experiencias vividas por el guionista Will Reiser y su mejor amigo, que lo acompañó durante ese periodo de su vida (y ese mejor amigo, no es otro que Seth Rogen , que ahora sí, con razón justificada interpreta una variación de sí mismo).

La mezcla de humor y pathos, tan bien establecida, es la principal virtud del filme, adquiriendo un delicado balance entre lo emocional, el interés humano y la socarronería más bien cínica. Incluso su trama de amor, que es un elemento añadido al guión de manera extemporánea, de hecho, funciona.




El principal elemento que hace funcionar la cinta, es la enorme calidad interpretativa de su reparto, que encabeza Joseph Gordon-Levitt, que ha madurado enormemente desde 500 Días con Ella y da el paso protagonista con sobriedad y gracia; ya había dado muestras de su versatilidad antes, pero ahora establece su verdadero peso y sobrelleva a Rogen, que a veces resulta irritante, si bien es parte integral de su personaje. Quizá la parte floja viene del guión para con los personajes encarnados por Bryce Dallas Howard y Anna Kendrick, que interpretan dos aspectos del estereotipo femenino (la novia perra y la novia santa), si bien ambas hacen un buen trabajo, mientras que Anjelica Huston, quien como la madre estoica del protagonista, brinda una actuación cálida y emotiva sin perder ni un ápice de la majestuosidad que siempre imprime su presencia a la pantalla.



Filme modesto en su factura, pero de estupenda realización 50/50 es una película inteligente, honesta y emocionalmente satisfactoria, que no da la espalda a sus personajes ni se va por el camino fácil, aunque a veces así parezca. El resultado del esfuerzo como director de Jonathan Levin en su primer largo comercial es notable y bien hecho, y se deja ver.

50/50
Con Joseph Gordon-Levitt, Seth Rogen, Anna Kendrick, Dallas Bryce Howard y Anjelica Huston
Dirige: Jonathan Levin


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Kate Winslet de cuerpo entero

Miguel Cane

Es la mejor actriz de su generación, y no le importa llevarle la contra a Hollywood, como lo demuestra en el más reciente filme de Roman Polanski.



Sobrevivió al abrumador estrellato juvenil que se le vino encima tras protagonizar con Leonardo DiCaprio aquél mamotreto monumental conocido como Titanic (1997), que pudo ser la tumba de cualquier otra, mas no así de ella. Venía bien educada por Ang Lee y Emma Thompson (en Sensatez y sentimientos) y lo demostró desde aquel momento: se ha dedicado a buscar personajes complicados y retadores, y no le ha ido mal en el proceso. Así, Kate Winslet (Reading, Inglaterra, 1975) ha amasado una de las carreras más interesantes en el cine contemporáneo, y es considerada por muchos como la mejor de su generación, algo que parece no importarle, como señala mientras llega a la entrevista, sin un ápice del glamour asociado con el show business: suéter de cuello ruso, jeans, botas. Es una tarde fría, mientras promueve Carnage (película basada en la obra Un dios salvaje, de Yazmina Reza), el más reciente filme del polémico Roman Polanski, en el que comparte cartel con Christoph Waltz, Jodie Foster y John C. Reilly y, con cuya complicidad se roba la película con la mano en la cintura. La cinta, que dura menos de 90 minutos, se rodó íntegramente en París, aunque está ambientada en Nueva York —por razones obvias— y es, en palabras de la propia Kate, “una de las experiencias fílmicas más extraordinarias que he tenido en los 20 años que llevo dedicándome a esto”.


Pero no tanto como Titanic, claro...

Dice Kate: “Pues sí... Es decir, fue diferente. Titanic la rodamos en México (en Rosarito, Baja California) y tardamos casi un año en completarla. Esta película se rodó en 40 días contando los que tuvimos para ensayar —aquí entre nos, es un lujo poder hacerlo. Ya había perdido la costumbre y con Roman fue todo muy metódico. Primero leímos el guión en un escenario vacío y luego en el set. Cuando empezamos a rodar, ya estábamos tan cómodos que fue maravilloso. No teníamos que preocuparnos más que de la interacción. Cuando un director también ha actuado —y Roman es también un actor notable: nos imitaba perfectamente a todos— te ayuda un montón, porque te permite saber exactamente cómo moverte y qué reacción espera y cómo puedes manejar el tono. Es un genio”.


Precisamente es el tono de la película lo que primeramente la atrajo, cuando Polanski le hizo llegar el guión, no a través de su agente, sino de manera directa a través de amigos comunes. Continúa Kate: “Me pareció algo interesantísimo: una comedia para adultos. Yo no había visto la obra en teatro; tengo dos hijos y cuando no trabajo dedico el ciento por ciento de mi tiempo a ellos, así que tú dime de dónde voy a sacar el tiempo para poder ir una noche al teatro. No es que no lo haga de vez en cuando, es sólo que si lo hago suele ser para ver algo con los niños: Mary Poppins, Los miserables o El Rey León, ¿me explico? Así que hacía mucho que no leía yo una obra para adultos, que fuera tan inteligente, tan incisiva y tan condenadamente divertida. La terminé de leer y dije: ‘Tengo que hacer esto, como sea’, así que tuve que hacer malabares con mis proyectos, empacar las cosas de mis hijos e irme a París”.


Sobre la controversia de filmar con Polanski —quien sigue, después de casi 35 años, en el ojo del huracán por un escándalo de estupro y fuga—, ya que esta producción le atrajo críticas de algunos sectores del público, señala, mientras bebe té y cruza y descruza las piernas: “La verdad es que sí me sorprendió un poco la reacción de algunas personas, de algunos medios: ‘Oh, Kate, ¿cómo pudiste?’. ¿Cómo pude qué cosa? ¿Trabajar con Roman? ¡Necesitaría ser una imbécil para dejar pasar la oportunidad de trabajar con él! Lo que la gente haga en su vida privada no es de mi incumbencia. Y no podría ni siquiera atreverme a opinar, como lo han hecho muy liberalmente varios, acerca de ese caso. Es demasiado complicado y no es en blanco y negro. Además, hay que separar al artista y su obra, de sus defectos y sus faltas. ¿Quién sería yo para juzgar? Y no creerías las cosas que me dijeron algunos: ‘¡Tienes una hija! ¿No te da miedo que vaya a hacerle algo ese hombre?’. ¡Por el amor de Dios! ¿En qué siglo vivimos? ¿En el XIV? A veces no puedo creer que estemos en una época moderna”.


Kate se ha distinguido por ser bastante rebelde respecto a su estatus y es su rebeldía la que le ha valido un reconocimiento por parte de su entorno, más allá de su propio trabajo, que siempre es de primera.

“Nunca he sido conformista, ni convencional. De hecho, siento que me parezco más, o me parecía más en un momento de mi vida, a Clementine, el personaje que hice en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, que a Rose, la de Titanic. Por eso me gustó tanto que me ofrecieran el papel de Nancy en Carnage. Es esta madre aparentemente serena y ecuánime, muy de clase alta, toda estirada, que pierde los papeles de manera espectacular y muy gráfica. Y me encantó, porque pude reírme de mí misma. Venía del rodaje de Mildred Pierce —la miniserie de HBO por la que obuvo varios premios— y estaba exhausta; necesitaba reírme, de mí misma, de la situación, de todo. Mildred fue un personaje maravilloso, de esos que no se presentan muchas veces en la vida y que me llenó de satisfacción. Nancy Cowan fue mi escape, mi terapia para reírme, para romper con lo anterior. Siendo un trabajo de ‘cámara’, tan pequeño, la dinámica fue totalmente distinta y Roman nos dirigió muy bien. Fue casi como un rodaje de vacaciones. No tuvimos un solo problema”.

Otra característica de Kate es que siempre y sin tapujos ha hablado abiertamente sobre su negativa a permitir que Hollywood dicte su peso, y su figura estilo Rubens es un contraste con los habituales esqueletos forrados de carne magra que se dejan ver en las galas; esto, en vez ir en detrimento de su belleza, la realza, y no vacila en señalar su compromiso en demostrar siempre que, en su opinión, las mujeres deben aceptar su apariencia con orgullo. “No comprendo esa obsesión que tienen tantos con mi peso. ¡Soy una mujer de 36 años! ¡Tengo curvas! ¡Tengo dos hijos! ¡Tengo pechos! ¿Qué esperan de mí? ¿Que me mate de hambre? ¡Por Dios! Creo que ese ha sido el peor mensaje que le hemos dado a las chicas desde hace años: esta idea de que no deben estar contentas con sus cuerpos, que están obligadas a convertirse en otra cosa que no son. ¿Gorda? Yo quiero que alguien venga y me diga ‘gorda’ en la cara, a ver si se atreven. ¿Qué es esto de discriminar a una mujer por su peso, por su figura? ¡Es enfermizo! Y creo que estamos haciendo algo para cambiarlo. ¡Lo natural es bello! No digo que se descuiden o se abandonen, y que caigan en la obesidad. Yo no lo hago. Y sí, hago ejercicios y sí, tengo que cuidar la línea. ¿Pero pasar privaciones? ¿Quién en su sano juicio querría vivir siempre muriéndose de hambre? ¡No tiene lógica!”.



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El espía que sabía demasiado / Tinker Tailor Soldier Spy, de Thomas Alfredson

Espionaje de alta escuela

Miguel Cane



Con una atmósfera lograda que rinde homenaje a los clásicos thrillers de espionaje de los 60 y 70, esta película de Tomas Alfredson (Déjame entrar) es una de las mejores muestras de este género que además trata al espectador y a la historia con inteligencia. Dentro de esta cinta magníficamente concebida, ambientada, que tiene una atmósfera impresionante y que resulta completamente absorbente se encuentra además una formidable actuación de Gary Oldman.




En 1964 un operativo del servicio de inteligencia británico MI6 se retiró para ser escritor a tiempo completo. Bajo el pseudónimo de John Le Carré, el cual seguiría utilizando posteriormente, el autor ya había dado vida a uno de sus protagonistas más icónicos llamado Geoge Smiley. Este espía de la guerra fría es el protagonista de cinco de sus novelas y un personaje secundario en un buen número de otras. Frío, hermético, inteligente y altamente observador, Smiley ya había conocido una gran encarnación a través del enorme Alec Guinnes en dos notable miniseries de la BBC. Gary Oldman vuelve a darle vida de forma soberbia.



En El espía que sabía demasiado (quizá lo único atroz de la película sea su título en español) no hay explosiones, tiroteos ni persecuciones, todo sucede en conversaciones, deducciones e investigación. Quien adore las películas de misterio se sentirá ampliamente compensado. El filme sigue a su protagonista mientras intenta averiguar quién es el traidor en lo más alto de los servicios de inteligencia británica y obliga al espectador a deducir con él y a prestar atención a los detalles. Todo es sutil e importante en esta historia. Alfredson consigue una cinta magníficamente ambientada y con un tono impresionante: sobrio, ajustado, fríamente tensionado y a la vez algo melancólico, difícilmente se puede crear una atmósfera en película de espías de la guerra fría mejor que la que ofrece el filme. Con un aspecto de ritmo pausado pero lleno de tensión, la película presenta una absorbente trama de una forma que hace del filme un ejercicio fascinante.

Todo gira en torno a Gary Oldman y su perfecta interpretación, creando no sólo la coraza emocional que tiene Smiley sino dejando ver de forma casi imperceptible todo un bagaje detrás de sus ojos. Alfredson sabe del peso que está aportando en cada escena y nunca hace un esfuerzo en alejar la cámara de Oldman, apoyado por una espléndida compañía que incluye a Ciarán Hinds, el enorme Colin Firth. Tom Hardy, John Hurt, Mark Strong, Benedict Cumberbatch y Toby Jones.

Con los intérpretes que tiene y dada la calidad de esta película, es una pena que no sea una miniserie ya que hay material de sobra para volver a hacer una. Se podría seguir viendo durante horas a este Smiley.

El necesario recorte narrativo puede dar la sensación de que muchas cosas se dan por sentadas y ni se explican pero todo está perfectamente medido en la película, sumergiendo así al espectador en este particular mundo de la guerra fría con toda la inteligencia y realismo posibles. Un estreno de calidad innegable.

El espía que sabía demasiado / Tinker Tailor Soldier SpyCon Gary Oldman, Tom Hardy, John Hurt, Mark Strong, Benedict Cumberbatch, Ciará Hinds, Toby Jones y Colin Firth.
Dirige: Thomas Alfredson
Reino Unido 2011


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7 feb 2012

Ryan Gosling y Nicolas Winding Refn

Dos hombres y un filme

Ryan Gosling y Nicolas Winding Refn son los cómplices detrás de Drive, una de las películas más apasionantes y polémicas del año. Ellos nos hablan sobre cómo se creó.

Miguel Cane.




Son muy diferentes, como El Gordo y El Flaco. Y como ambos, parecen divertirse en mutua compañía. Ryan Gosling (1980) es alto, apuesto, rubio; tiene el prototipo para ser una movie star muy comercial —todo mundo pensó que así sería cuando protagonizó el melodrama Diario de una pasión en 2004—, pero en lugar de irse por lo fácil buscó alternativas poco convencionales y curiosamente mucho más retadoras, lo que le ha valido ser reconocido más como actor que como estrella. Nada mal para un prófugo de ese semillero de estrellas pop que fuera el Club de Mickey Mouse, donde fue compañero de generación de Justin Timberlake y Christina Aguilera. Por su parte, Nicolas Winding Refn —el apellido no es tan impronunciable como parece— (1970) es un danés diferente al concepto preconcebido de director de cine: tiene un aspecto despistado, como de niño, es jovial y también salpica su conversación con el verbo fuck, que asegura, es el que más le gusta.



La pareja toma café y fuma cigarrillos en una terraza, después de una proyección de Drive, su primer proyecto juntos. Se trata de un film noir posmoderno, basado en una novela de Jim Sallis, que se sale del molde habitual del cine de género para hacer una propuesta estilística mucho más sofisticada. Este filme le trajo a Nicolas, entre otros reconocimientos, la Palma de Oro como mejor director en el pasado Festival de Cannes, donde su compatriota, Lars von Trier, acabó ganándose el título de persona non grata por sus comentarios durante la rueda de prensa al presentar Melancholia. Pero, dice Nicolas, “ese es el problema del ego: que te gana y entonces dices pendejadas porque crees que todo el mundo te las celebra, y resulta ser que un día ya no te las van a celebrar, y aunque hayas hecho una película preciosa —y Melancholia es preciosa, no cabe duda—, puedes mandar todo a la mierda sólo con abrir la boca. Por eso creo que el director no debe hablar, sino dejar que su película hable por él”.



“¿Entonces hablo nada más yo?”, pregunta Gosling, no sin socarronería. “A mí no me importa. Porque puedes decir alguna salvajada, y luego meternos en apuros”; “¡Yo no digo salvajadas!”, responde Nicolas. “¿Y no dijiste fuck al aire en una entrevista con la BBC?”, continúa el primero, a lo que replica el director: “Bueno, es verdad. Pero siempre pensé que los ingleses serían menos delicados con esas cosas que los estadunidenses”. Gosling estalla en carcajadas mientras el otro parece genuinamente mortificado. Esa parece ser la dinámica entre ambos: más que actor y director, son amigos, cómplices. Y la cosa fue así, según cuentan, desde el principio.

Ryan relata: “Recibí una llamada de Nicolas en 2009. Me pidió que nos viéramos para charlar. Yo había visto Bronson y me encantó. Quedamos en el bar de un hotel y cuando llegué, lo encontré, pero estaba resfriadísimo. Sólo tomaba jarabe para la tos”. La charla entre ambos, según recuerdan, resultó caótica y surrealista. “Pensé que no iba a funcionar, que no nos íbamos a entender. Entonces él me preguntó si podía llevarlo. Mientras yo manejaba por el freeway, todo hizo clic, y la película realmente tomó forma”.

Temáticamente, Drive, aunque ambientada en un Hollywood decadente, es una mezcla extraña entre el cine de acción y violencia, y el cinema existencialista: el personaje principal es prácticamente anónimo, como el extranjero de Albert Camus. Habla poco, y su existencia es un misterio. “Queríamos rendir homenaje al ‘hombre sin nombre’ que hacía Clint Eastwood para Sergio Leone”, dice Gosling, “un hombre que representara las emociones más básicas y que significara algo diferente para cada espectador”.

“El silencio es el sonido más poderoso del mundo”, dice Winding Refn; “Sin el silencio, no hay ruido. Es un poco como la fotografía: la luz te recuerda dónde están las sombras, y viceversa. Siempre he trabajado mucho con el silencio en mis películas. Obliga al público a concentrarse en lo que están viendo, porque el silencio no sigue una lógica: va directo al corazón, está compuesto de pura emoción”. Continúa Ryan: “Aunque no sólo es eso: la película tiene otros aspectos y rinde otros homenajes, como a las películas de John Hughes. Pregúntale a Nicolas. Es un gran admirador.”

Winding Refn comenta al respecto: “Pues sí, soy muy fan de John Hughes, y crecí en los años ochenta, cuando se estrenaron sus películas. Mi introducción a lo que podrías llamar ‘el amor cinematográfico’, esa ilusión del amor, fue a través de 16 velas y de Molly Ringwald. Eso fue lo que le dije a Ryan: ‘La primera parte de la película es como una de John Hughes. Es La chica de rosa, pero alguien acaba con la cabeza aplastada a patadas’. Hughes hacía películas sobre enamorarse, pero sin las complicaciones; de eso va la primera parte de la mía: el amor sin complicaciones. Pero después él tiene que proteger a la chica (Carey Mulligan), y la cosa avanza en una dirección totalmente opuesta. Y el espectador no se espera eso tampoco”.

La violencia en el filme, como en otros de su canon (la trilogía Pusher o Valhalla Rising, por ejemplo) también es un tema que surge en la mesa, lo que el director explica así: “La violencia es hermana del sexo. Todo depende de la acumulación. La violencia es algo mecánico, no tiene ninguna función si no estás involucrado emocionalmente con ella. Y así, cuanto más metido estés en la historia de amor entre los personajes, más efectiva será la violencia. Como la historia de amor es tan pura, la violencia tenía que ser realmente explícita para equilibrarla. Es un poco como un cuento de los hermanos Grimm”.

La química entre actor y director es palpable, no sólo en el filme, ya que trasciende la pantalla en una camaradería que seguirá rindiendo frutos: “En 2012 vamos a Tailandia a rodar una película titulada Only God Forgives, con Kristin Scott Thomas”, señala Ryan, quien agrega: “Yo la hago de un boxeador retirado, y ella es mi madre y me manda a buscar al asesino de mi hermano. Es una historia muy fuerte, muy emocionante y, si todo va bien, a continuación filmaremos La fuga de Logan”.

“El diseño de la película es enorme, gigantesco”, concluye Winding Refn; “Esa película siempre me ha fascinado. Y cuando surgió la oportunidad de rehacerla, dije: ‘¡Sí! ¡Quiero hacerla!’. Y con Ryan es perfecta”. Tal pareciera que es una mancuerna ideal, a lo que el director Refn contesta, mientras su actor estalla en carcajadas: “¡Oye! ¡Somos lo mejor que ha ocurrido desde Laurel y Hardy!”.



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