28 oct 2011

Las aventuras de Tintin / Tintin and the secret of the Unicorn, de steven Spielberg

El Joven Aventurero

Miguel Cane


Cuando los personajes que marcaron infancias de miles de personas a través de un cómic clásico se trasladan a otros formatos como los videojuegos, la TV o la gran pantalla, los retos no son sólo la dificultad de mantener esa magia sino también la de no destruir los recuerdos. Tintín, creado en 1929 por e dibujante belga Hergé, es por lo mismo, uno de los iconos más reconocibles del mundo para varias generaciones. Por lo tanto, el riesgo de trasladarlo con éxito al cien es tan enorme que evidentemente despierta dudas, por mucho prestigio que tengan Steven Spielberg y Peter Jackson. No es cosa fácil no solo contentar a la legiones de fans, también usar la técnica de capture motion (que no siempre queda bien) y además añadirle el toque de 3D que puede incluso afectar, para mal, el resultado final (véase la Alicia de Burton como ejemplo de esto). Hacer que un personaje de comic quede bien “como humano” es casi imposible y eso lo debió pensar Spielberg muy bien. Acierta con la cinta y consigue hacernos volver un poco a la infancia e interesar desde el inicio, con unos créditos excelentes. Desde ahí, el espectador viaja directo a recorrer aventuras con el reportero más valiente y su fiel mascota Milú, junto a un Haddock memorable y unos gemelos Hernández y Fernández torpes pero altamente creíbles.






De realización primorosa, con un maravilloso atractivo visual, Las aventuras de Tintín es un espectáculo formidable y muy fiel al material de origen, agregándole soberbios momentos de acción –la batalla naval, la persecución en el mercado...– que agraden a la generación más joven, acostumbrada a subirse a la montaña rusa cada vez que paga una entrada de cine. En cuanto a la animación 3D, los creativos de WETA Digital humanizan con tal eficacia a los personajes, que por momentos uno olvida que es animación. En otras películas que recurren a la técnica de captura de movimientos se advierte esa frontera que distancia a las animaciones realistas de los humanos de carne y hueso, como pasó en Beowulf. Pero aquí la naturalidad de los personajes que vemos en pantalla e impresionante.


El guión de Steven Moffat, Edgar Wright (el director de Shaun of the Dead y Scott Pilgrim contra el mundo) y Joe Cornish condensa tres de las aventuras más inolvidables del famoso personaje: El cangrejo de las pinzas de oro, El secreto del Unicornio y El tesoro de Rackham el Rojo y mantienen la atmósfera y la esencia del cine de aventuras más entrañable, pero acercándolo a la generación actual, que no está acostumbrada a este tipo de narrativa. Otro de los elementos que transmite el espíritu aventurero del periodista es la música de John Williams, que sorprende una vez más con una banda sonora que otorga ese ritmo trepidante a las aventuras de Tintín, pasando desapercibida durante la búsqueda de pistas y volviéndose un elemento fundamental en momentos de mayor tensión como los enfrentamientos climáticos. Williams consigue encontrar temas emblemáticos y usarlos con presteza.

Ciertamente habrá versiones dobladas, como ocurre con el cine “familiar” que se estrena en México, pero a los fans de hueso colorado y a los interesados en el cine de aventuras, les recomiendo verla en inglés con subtítulos. Vale la pena disfrutar de los acentos de Jamie Bell (como TinTin), Andy Serkins (el enorme Capitán Haddock), Daniel Craig (el malévolo Sakharine) y Nick Frost y Simon Pegg (los detectives Thompson y Thomson). No es exagerado decir que el mismísimo Hergé estaría orgulloso de esta película. Y los admiradores de la serie, tanto los ocasionales como los acérrimos, quedarán satisfechos, además del público general y multitudes totalmente ajenas al personaje, que ahora será aún más célebre globalmente. Tintín volverá con más películas, eso seguro. Y con un poco de suerte, serán parecidas a ésta.

Las aventuras de Tintin / Tintin and the secret of the Unicorn
Con Jamie Bell, Andy Serkis, Nick Frost, Simon Pegg y Daniel Craig
Dirige: Steven Spielberg
Estados Unidos, Bélgica, Nueva Zelanda 2011

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27 oct 2011

Contagio / Contagion, de Steven Soderbergh

Ahí viene la plaga

Miguel Cane


En un bar del aeropuerto O'Hare de Chicago, una mujer (Gwyneth Paltrow) habla por teléfono con un hombre con el que tuvo un encuentro romántico, pocos minutos antes de tomar el vuelo que la llevará a casa, en Minneapolis. Se llama Beth Emhoff y es ejecutiva de relaciones públicas de una compañía transnacional. Viene de Hong Kong, donde estuvo por negocios. La vemos llegar a casa, besar a su marido, Mitch (Matt Damon), y a su hijo pequeño. Cuarenta y ocho horas más tarde, yace en una camilla de hospital, convulsionándose, con una fiebre elevada y muere, aterrorizada. Este es solo el principio: sin imaginarlo, ha contagiado a otras personas que, en Kowloon, Tokyo y Londres, están esparciendo el virus a una velocidad inusitada.

Así es como empieza la más reciente cinta de Soderbergh, un thriller sólido e inquietante, con elenco multiestelar, en la tradición de aquellos filmes de desastre que produjera Irwin Allen en los 70 – técnica muy útil, ya que al tratarse de varias tramas las que giran en torno a un evento como hilo conductor (en este caso, la epidemia) no hay mucho tiempo para exponer la historia de cada personaje y las caras conocidas ayudan al espectador a seguir mejor la narrativa – que, a la manera de Tráfico (que podría decirse es una cinta hermanada con ésta) no tiene un protagonista: todas las historias importan; la del viudo Emhoff, que extrañamente se sorprende inmune al virus y es testigo de la caída en caos de la civilización, la de Erin Mears, valiente médico del CDC (Kate Winslet) que sigue su investigación aún en contra de la burocracia imperante en Estados Unidos, la de su jefe (Laurence Fishburne), como escudo humano ante el pánico inminente, la del cínico blogger (Jude Law) que se dedica a cultivar ese pánico en propio beneficio, la de la modesta epidemióloga (Jennifer Ehle) que entra en una carrera contra el tiempo para buscar una cura. Acaso la menos interesante sea la de Marion Cotillard como una agente de la OMS que se convierte en una pieza importante en el desarrollo de la trama en Asia – aún así, su subtrama no está desprovista de interés.


Soderbergh y Scott Burns construyen una estructura estremecedora y ágil. A la cinta no le sobra metraje y los cambios que hay entre situaciones, marcados por la paleta de colores y el uso de distintos tipos de cámara, funcionan para dar una inmediatez casi documental a la cinta, que sin ningún problema puede calificarse como una historia de terror, solo que son zombis, vampiros, brujas u otros seres imaginarios: aquí el terror es esa angustia cotidiana que se sale de control y todo lo permea. Ahora bien, no faltará quien acuse a Soderbergh de perder el ritmo (en realidad, lo contiene y controla) o de que hay mensajes moralinos y “facilones” encajados en la trama ('El adulterio mata', etc.) pero eso está sujeto a lecturas muy subjetivas: objetivamente hablando, esta fábula es tratada con seriedad y sin histeria.


El resultado es fascinante no sólo en el aspecto técnico sino también actoral – de hecho, pese al impresionante reparto, quienes se la llevan de calle son Laurence Fishburne y la formidable Jennifer Ehle, de quien ya se habla como una fuerte candidata al Oscar como mejor actriz de soporte [recordemos que Benicio del Toro obtuvo el suyo como mejor actor de soporte hace una década, precisamente por Traffic] y que sin duda lo amerita: su interpretación es emocionante sin caer en el melodrama, valerosa y modesta.


Soderbergh es un director dotado para hacer este estilo de cintas, muy Altamaniano, y no le falla el ojo, ni en la selección de actores, ni en la manera de contar su historia. Se trata de un filme adulto, inteligente, bien documentado. Quizá no cumpla la promesa que grita el marketing, ofreciéndola como una pesadilla espeluznante – que lo es, pero no lo que la gente espera habitualmente de un estreno comercial – y esto hará que algunos se sientan estafados o “aburridos”. Esto, naturalmente, no es culpa del filme, que se sostiene muy bien como una mirada impasible a nuestros horrores, que no nos exonera.

Contagio/Contagion
Con: Matt Damon, Jude Law, Gwyneth Paltrow, Kate Winslet, Laurence Fishburne, Marion Cotillard, Bryan Cranston y Jennifer Ehle.
Dirige: Steven Soderbergh
Estados Unidos 2011


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18 oct 2011

Descubriendo a Jennifer Ehle

Aunque es una “cara nueva”, el gran hallazgo en Contagio, impactante nuevo filme de Steven Soderbergh, no es ninguna improvisada.

Miguel Cane


Puede ser que a muchos habituales del cine comercial el nombre de esta actriz – cuyo apellido se pronuncia “Íli” y no “´Él”, señala, divertida – no les resulte familiar, pero para los devotos del circuito de cine de arte y del teatro, sí que tiene peso. No por nada; esta distinguida anglo-estadounidense (Carolina del Norte, 1969) es hija de una reconocida actriz de Broadway – la inglesa Rosemary Harris – y el célebre novelista estadounidense John Ehle, e hizo su debut en escenarios a los pocos meses de nacida, en una temporada de Un tranvía llamado deseo, en la que su madre interpretara a Blanche DuBois. Desde entonces, Jennifer ha trabajado incansablemente. Es recordada por muchos como una excepcional Elizabeth Bennet en la adaptación hecha en seis capítulos de Orgullo y Prejuicio, la novela de Jane Austen, en 1995. Ahí compartió créditos con Colin Firth (en lo que muchos han calificado como la versión definitiva de Mr. Darcy) y tuvo su primer roce con la celebridad; casada con el escritor Michael Ryan desde 2001,vive en Nueva York y es madre de dos hijos pequeños, lo que ha limitado sus apariciones en cine, mas no así en teatro, donde ha obtenido dos premios Tony (en 2000 y 2008) y ha trabajado con intérpretes de la talla de Kevin Spacey, Liev Schrieber (juntos fueron los Macbeth en una versión espectacular montada como parte del festival Shakespeare in the Park en 2007) y Angela Lansbury, lo mismo haciendo tragedia, comedia, que teatro musical -- “¡nada mal para una niña que solía cantar “Aquarius” con un disco de Hair!” se ríe – y cosechando un notable prestigio, que no se había trasladado del todo a la pantalla grande – aunque ha trabajado a las órdenes de Neil LaBute (Posesión, basada en la novela de A. S. Byatt), Itsván Szabó (Sunshine) y Tom Hooper, en la galardonada El discurso del rey – hasta ahora, que tiene el rol de la doctora Ally Hextall, uno de los personajes clave de la ecléctica y enorme cinta de Steven Soderbergh Contagio, que se estrenó en el pasado festival de Venecia y ha tenido éxito alrededor del mundo, pintando un mural escalofriante de lo que ocurre cuando un virus de desconocido origen mata casi 30 millones de personas en tres semanas, algo que no está muy lejos de la paranoia habitual en los medios y que fue uno de los temas que la atrajo al proyecto.

Jennifer Ehle in Focus Films' Possession



¿Por qué Contagio? Supongo que tu agente te hace llegar varias ofertas y tú eliges... ¿por qué esta?
No son tantas como creerías (se ríe). Conozco a Steven Soderbergh y he sido su admiradora desde hace años, cuando vi Sexo, Mentiras y Video. Yo tenía veinte años y pensé que tenía un estilo muy especial de hacer cine, que me gustaba. Un lenguaje más inmediato. Luego vi Traffic y me fascinó. Nos tratamos socialmente y un día le dije, “cuando tengas algo, estoy disponible” pero se lo dije como se lo dice un actor a un director con el que le gustaría trabajar y tiene la oportunidad de decírselo. Esto no quiere decir que vaya a ocurrir. Me envió el guión con una nota muy breve, me dijo que leyera y habláramos, que tenía algo en mente. Eso fue todo. Claro, me intrigó. Así que leí el guión. Pensé que me tomaría un par de días o así, pero llegó un momento en que no me podía levantar del sillón, tuve que pedirle a mi marido, “cariño, ¿te importaría llevar a los niños a cenar fuera?” y quedarme ahi. Fue fascinante. Todas estas historias que se van entrelazando, para mostrar esta pesadilla tan enorme en diversos puntos del planeta. Tantos personajes interesantes. Lo que más llamó mi atención es que no hay, como en Traffic, un protagonista. Todos los personajes tienen una historia que contar. Terminé de leer y estaba sin aliento. Es, definitivamente, uno de los diez mejores guiones que he leído. El lunes, recibí una llamada de Steven. No de su gente, sino de él directamente. “¿qué te pareció?” le dije que me parecia estupendo. Supuse que me querría para un papel pequeño: la mujer que contrae el virus en Macao y lo traslada a Chicago [el papel fue interpretado por Gwyneth Paltrow], o la esposa de alguno de los investigadores; soy realista, me ofrecen roles de esposa, de madre. Y está bien, puedo hacer esos, claro. Me dijo que no, que quería que fuera la epidemióloga del Centro de Control de Enfermedades de Atlanta, que descubre la vacuna tras experimentar consigo misma. Le dije que seguro estaría bromeando, y todo lo que me dijo fue “¿cuándo vas a estar disponible? Empezamos a rodar en dos meses.” No pude decirle que no.



¿En qué consistió tu preparación para el personaje?
Creo que aquí es muy importante decir que tanto Steven como Scott Burns, que escribió el guión, se aseguraron de que todos los aspectos científicos de la película fueran correctos. Que no hubiera ninguna falsa representación de los hechos. Creo que eso es lo que contribuye más al impacto de la película, ¿sabes? Porque lo que vemos en pantalla es prácticamente real, puede ocurrir. Eso es algo muy importante. Cuidaron todos los detalles y nosotros, los actores, teníamos que buscar la manera de sustentar ese plan. Concerté una cita con el doctor Ian Lipkin, que es epidemiólogo en la Universidad de Columbia. Tuvo la gentileza de recibirme en su oficina, y de ser, durante dos semanas, mi maestro en toda la terminología que mi personaje necesitaría manejar, así como en el uso del equipo de laboratorio, porque yo no tenía ni idea. Lo encontré fascinante. También hablé con Steven acerca de mi personaje; ¿quién es Ally Hextall? ¿De dónde viene? ¿Cuáles son sus pasiones, sus motivos para hacer lo que hace? La vi un poco como esos investigadores visionarios, como Jonas Salk, el creador de la vacuna contra la Poliomielitis. Ally es hija de médico, sabe que esto es lo que tiene qué hacer, por eso no sucumbe al pánico. Y lo que hace, es con una enorme empatía por la humanidad, no por un reconocimiento o un premio, un Nobel. Lo hace casi anónimamente – si por ella fuera, estoy segura, de que ni siquiera dejaría que se supiera su nombre – por el gran bien común.


Pero Ally se perfila como la heroína secreta de la película. Es un gran logro.
Sí, bueno, pues en parte por eso no creí que me fuera a ofrecer ese papel. Pensé que sería algo que le ofrecerían a Kate Winslet, por ejemplo. A alguien con un rostro más “familiar”. Además, no es una película con un solo protagonista. Hay un gran cuadro de actores. Matt Damon, Kate, Laurence Fishburne... creo que hasta las breves escenas de Gwyneth, que dan pie a la trama, son de gran calibre. Yo no sabía hasta ver la película completa, cómo iba a quedar y Jude Law me impresionó muchísimo. Es bueno que haya muchos rostros famosos, eso la hace más inmediata para el espectador, sobre todo, porque no hay tiempo de contar demasiado sobre los personajes, todo va sobre la acción, el virus que se extiende.

Ahora te empezamos a ver en muchas partes: aquí, en El discurso del rey, en Los idus de marzo, en una serie de TV... ¿cómo te sientes al respecto?
Yo sigo siendo la misma de siempre. Mucha gente piensa que por dedicarte a esto, salir en películas, eres una celebridad y nadas en dinero. Ojalá eso fuera cierto para todos. Habemos algunos que tenemos hipotecas y seguros médicos qué pagar, hijos que llevar a la escuela. Somos gente ordinaria, con un trabajo que es destacado a veces, pero que tiene muy poco de glamoroso. Si ahora me van a reconocer más, está bien. Me confunden mucho con Meryl Streep [el parecido entre ambas es sorprendente], así que estoy acostumbrada a que me paren en la calle para decirme que les encanté en El diablo viste de Prada (Risas). Supongo que será simpático que lo hagan por algo propio, para variar. (Más risas)

Tú eres muy selectiva, de cualquier forma, con tus proyectos.
Sí. Eso obedece no a otra cosa, mas que al hecho de que decidí tener una familia. Mis hijos son pequeños, así que procuro tomar proyectos que me permiten estar cerca de casa. Por eso no hice Juego de Tronos. Mi hija Talula tenía un año de edad y yo iba a tener que pasar meses rodando en Irlanda. El personaje que iba a realizar (Catelyn Stark, la matriarca de la serie) aparecía mucho. No quise estar tanto tiempo lejos de mi casa. Me apenó tener que dejar el proyecto, porque además tenía mucho éxito comercial asegurado, pero hay cosas con las que no transijo. Una, es mi familia. Van primero. Antes que el estrellato, que al final de cuentas, dura bastante poco.

¿Y tu verdadera pasión? ¿El teatro?
¡Ni duda cabe! Hacer cine es muy bonito y divertido y rápido. Pero nunca se compara con la adrenalina de cada noche en teatro: cada que se levanta el telón es como si fuera un estreno. Siempre, siempre, el teatro. Es un amor inexplicable, obsesivo. Solo los que se paran en un escenario podrán entenderlo. El espectador comparte y le damos lo mejor que podemos, pero como el furor que te provoca estar en escena ante ellos, creo que no hay nada comparable.

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West Side Story / Amor sin barreras cumple 50 años

Quiero vivir en América

El legendario musical de Broadway celebra sus bodas de oro con la pantalla gigante, tan vibrante como en su estreno

Miguel Cane


Romeo y Julieta, la arquetípica historia de amantes contrariados concebida por William Shakespeare en el siglo XVII, ha resultado ser la fuente de la que han brotado las más diversas historias de amor, siempre con la misma vertiente: cómo la fatalidad se atraviesa en el sendero pasional de una pareja joven e impulsiva, con catastróficos resultados. Como es natural, la trama la hemos visto muchas veces, aunque nunca ha sido de un modo tan sensacional como en su adaptación a uno de los musicales clásicos más aclamados en la historia del teatro, que celebra su 50 aniversario de haber sido llevado a la gran pantalla, convirtiéndose en filme legendario.




Por supuesto, estamos hablando de West Side Story - Amor sin barreras, concebida para los escenarios por la legendaria terna de Arthur Laurents, Stephen Sondheim y Leonard Bernstein, que es considerada una mítica joya de Broadway desde su estreno original, amén de contar con una extraordinaria versión cinematográfica realizada en 1961 por Robert Wise, que convirtió a la hoy extinta (y para siempre hermosa) Natalie Wood en figura icónica de su momento, al tiempo que redefinía totalmente el género, inaugurando una era de cintas musicales modernas y maravillosas que incluye filmes excepcionales como My Fair Lady, La novicia rebelde, Dulce Caridad o la mismísima Cabaret.


Fue en 1957 cuando surgió la idea de crear una versión musical y contemporánea, de la tragedia romántica por excelencia, adaptada a la Manhattan en ese entonces moderna (que, como todo el mundo sabe, hoy en día ya no existe mas que en documentos de la era, como son obras teatrales, novelas y películas), valiéndose del tema pungente en titulares – de ayer y hoy, algunas cosas no han cambiado – de la violencia urbana que crecía entre las juventudes locales. De este modo, en la hermosa película realizada en Panavision y a todo color, lo que fueran las aristocráticas y enfrentadas familias veronesas de Montescos y Capuletos pasaron a convertirse en las pandillas de los Jets y los Sharks en un encarnizado duelo por mantener el control de sus barrios en el lado oeste de Manhattan (en aquél entonces sede de familias de clase trabajadora, inmigrantes extranjeros y algunos bohemios, hoy convertida en refugio de millonetas y estrellas de cine), mientras que la pareja de enamorados separados por las circunstancias se transforma en la conformada por el noble y generoso Tony (Richard Beymer, a quien algunos recordarán como el sórdido y pervertido Benjamin Horne, en el adictivo y surrealista teledrama lynchiano Twin Peaks) y su bienamada María, la dulce y sensible costurerilla portorriqueña que sueña con el amor porque es lo más cerca que ha estado de él, hasta que conoce al joven repartidor de un delicatessen, que con ternura le abrirá el corazón y le cambiará la vida para siempre (una interpretación monumental de la Wood, que estaba recién salida del set de Esplendor en la hierba, donde el enormísimo Elia Kazan la hizo pasar por un colapso mental frente a la cámara como la noviecita despreciada y malquerida de ese dios efebo que era Warren Beatty).


Lograr una ambientación totalmente moderna para lo que podría haber sido un cliché, fue un triunfo que no pasaría inadvertido y que, aún hoy, sigue cautivando al público, tanto así como la espectacular y cuidada coreografía de Jerome Robbins (que compartiría, en la versión cinematográfica, crédito con Robert Wise como director), misma que crea auténticos cuadros caleidoscópicos de poesía en movimiento con cada uno de los actores en escena – incluyendo a George Chakiris como el obtuso Bernardo y la sensacional y vivaz Rita Moreno como Anita, en interpretaciones que ganaron Oscar – lo que provoca una descarga de adrenalina en el espectador.


Pero para lograr su hechizo insuperable, la obra no sólo se vale de esto, también se apoya en lo que en su momento fueron nuevos géneros y estilos musicales, que vinieron a romper todos los esquemas de las puestas en escena como ésta: así, Bernstein se vio versátil y lo mismo experimentó con el jazz, la música pop y los ritmos tropicales (después de todo, estos chicos vienen de la isla del encanto), sin dejar de lado el ‘crescendo’ orquestal; todo esto acompañado por un libreto que aborda una crítica social que no pierde vigencia: aunque sean alegres y vibrantes, las letras del incorregible y observador Sondheim con dulcísimo sarcasmo hablan sin eufemismos sobre el racismo y el clasismo (la maravillosa ‘I want to live in America’, con todo y su cadencioso movimiento), sobre la violencia que irrumpe en las calles, la falta de comunicación entre generaciones (‘Officer Krupke’), el coqueteo con las drogas ('Cool'), la desintegración de la familia tradicional, el alegre vandalismo, la insatisfacción y el deseo de ser algo más (la encantadora ‘I feel pretty’, que con sus letras de doble y hasta triple sentido se ha convertido en favorito de alegres vodeviles homosexuales) y, por supuesto, el amor en toda su sobrecogedora devoción, representado por temas memorables como son ‘Tonight’, ‘María’y la conmovedora ‘Somewhere’, que han trascendido convirtiéndose en parte del repertorio de algunos de los más aclamados cantantes de música popular en el mundo, como Frank Sinatra o Barbra Streisand, que las incorporaron a sus presentaciones en vivo desde hace muchos años (aunque hay que apuntar que ni Beymer ni Wood cantan: son doblados por Marni Nixon y Jimmy Bryant).

La película, que no parece haber envejecido al cumplir sus bodas de oro con el público, muestra cómo la tragedia y el amor conviven tomados de la mano, uno sin excluir al otro, en tres horas de deleite, de emoción, que alegran y estrujan al corazón, lo cual es la razón principal de existir del cinema, y este es un ejemplo de que un clásico no tiene porqué perderse en el olvido y que de hecho, vivirá por siempre, en todas sus manifestaciones.

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14 oct 2011

Bajo la piel de Pedro Almodóvar

Almodóvar da un nuevo giro a su filmografía y estrena La piel que habito, un thriller que sigue fiel a sus obsesiones y, al mismo tiempo, las desmantela.

Miguel Cane

Pedro Almodovar


La carrera de Pedro Almodóvar (Calatrava, 1949) ya suma tres décadas y a lo largo de ésta ha creado filmes que van de auténticas obras maestras como La Ley del Deseo, Todo sobre mi madre, Mujeres al borde de un ataque de nervios y Hable con ella, hasta indulgentes ejercicios en sordidez y provocación como La Mala Educación o Kika. Ahora, veintiún años después de haber rodado Átame, se reencuentra con Antonio Banderas, actor al que dio carrera internacional, que interpreta a un célebre cirujano plástico que experimenta con una paciente secuestrada (Elena Anaya), pero cuyas intenciones son mucho más retorcidas de lo que es aparente.

Pedro Almodovar directs Sony Pictures Classics' Talk To Her


Esta tiene que ser su película más negra y siniestra, ¿por qué una historia así?
Hay que hacer lo que pide el corazón. El género negro ha dado grandísimas obras maestras y me apasiona en mi madurez; si tengo que pensar en el cine que he visto en los últimos meses predomina. He llegado ahí por vocación, como a todo en mi vida.

La piel que habito habla de nuevo del deseo, tema almodovariano por excelencia.
Es que el deseo, para bien o para mal, es uno de los motores más potentes de la naturaleza humana. Puede hacer que un individuo se convierta en un héroe o en un monstruo. En el caso del personaje de Antonio, su deseo es inconsciente. Es un psicópata que no concibe la idea del dolor. El deseo puede darte una fortaleza tremenda o convertirte en alguien vulnerable porque no quieres defenderte.

Director Pedro Almodovar of Sony Pictures Classics' Volver


También hay homenajes al cinema de terror clásico. Polanski, Fanjul, Torneur, Hitchcock...
Naturalmente. Es uno de mis géneros favoritos, pero el que se hace ahora me disgusta. Es muy burdo, muy cerril. El cine de todos los que mencionas y otros, como Clouzot y Murnau y Tod Browning es el que me gusta más en el género. Más expresionista, más turbador. De hecho, estuve a punto de rodar la película en blanco y negro. Hay filmes realizados asi que abordan la angustia y el miedo sin trucos visuales, de forma lírica e inquietante en su atmósfera: The Innocents, Repulsión, ¿Qué fue de Baby Jane?, Los ojos sin cara, claro está... Eso me conmueve más que el gore a todo color con zombis o psycho-killers.

¿Qué tal la reunión con Banderas? ¿Habrá encore después de esta?
Antonio sigue siendo el mismo crio que era hace treinta años en el mejor de los aspectos. Sigue siendo la misma persona. Tiene, sin embargo, una madurez adquirida que se presta muy bien a lo que hace, y en la película aporta un aspecto nuevo de su interpretación, que me gustó mucho. Sí, tengo muchas ganas de que trabajemos de nuevo. Me lo ha pedido él y mis hermanos y mucha gente por la calle, así que voy a tener que hacerlo. Hay un tono que él hace muy bien, la comedia. Tengo cuatro guiones sin terminar, uno es una comedia. Es muy posible que sí, que lo hagamos.

Director Pedro Almodovar 2006 Toronto Film Festival


¿En qué lugar de su carrera situaría esta película?
No lo tengo muy claro, ¿sabes? Cuando inicias un rodaje no piensas "voy a hacer una obra maestra", sino en problemas más concretos y prosaicos, que son muchos: producción, localizaciones, logistica, qué va a comer el equipo, si lloverá.. Lo que más me importa es si me reconozco dentro de una película, no sentirme ajeno a mi obra. Después ver si el resultado final se corresponde con algo tan abstracto como un guión. Mi vida al cien por cien está dedicada a esta profesión.

¿Qué es lo que más desea como realizador en este mundo tan volátil?
Esto es para lo que vivo, y de lo que vivo. Es una pasión que absorbe todo. Yo lo que quiero es enfrentarme a historias que me estimulen, como en este caso, la novela de Thierry Jacquot, que no me pude sacar de la cabeza por años y años, y en cierto modo, poder ser el motor de esas historias, sin tener imposiciones ajenas. Al cine del futuro lo que le pido es que no pierda la pasión de la que te hablo.

Pedro Almodovar


En sus filmes siempre hay referencias cultas: aquí son a Alice Munro, a Buika, a las esculturas de Louise Bourgeois... ¿Como lo hace compatible con esta época de Internet, de abierto desprecio a la cultura, con una industria cinematográfica supeditada al taquillazo nuestro de cada viernes en Hollywood?
Como creador tengo que adaptarme a las circunstancias impuestas, que están lejos de ser las ideales. Sobre todo para la cultura. Imagínate qué penosas perspectivas tiene un chico que quiere ser director de cine hoy día... La desensibilización que mencionas, es grave y la tenemos clara. No es que el Internet sea satán ni muco menos. Hay aspectos relacionados que son importantísimos para la vida diaria, la democracia y el desarrollo. Y otros muy negativos. Unos gamberros violan a una chica y cuelgan el vídeo en el Youtube. Eso es horrendo y debería prohibirse por ley. Pero tener acceso a Internet equivale a lo que veinte años atrás era la libertad de prensa. Yo, como director de cine, si hoy empezara, en vez de rodar con Super 8 como hice, tendría una cámara de iPhone y colgaría videos. No te puedes imaginar lo que significa para el que empieza que tus trabajos se vean sin pasar por un intermediario. Hasta ahora ha habido miedo para articular una ley contra la piratería. Hay que cuidar los medios digitales, porque las películas se promueven ahora de otro modo. Quiero pensar que habrá sentido común para regular esa situación, de momento, los autores estamos con el culo al aire. Legalmente, no se nos protege.

¿Y el papel que juega la cultura en su obra?
Efectivamente forma parte del guión y ayuda a los personajes, como a mí mismo me ayuda a vivir. Ya sea una canción, un libro, una coreografía de Pina Bausch o la obra de Louise Bourgeois. Pero no es necesario saber de qué se trata para poder disfrutar de la película, ¿me explico? El espectador desde el momento en el que paga una entrada y se sienta, ya es parte de la pelicula. Pero disfrutará más si tiene un marco referencial cultural más amplio. Aunque no es la regla. Soy realista. Sé que el público actual se interesa por otras cosas, que muy poco tienen qué ver con lo que me gusta a mi. Aunque, como en todo, hay excepciones y uno como creador debe liberarse de prejuicios. Toda vez que la cinta se exhibe, ya no es tuya. Es de quienes la ven en una sala.

¿Cómo ha cambiado la relación entre su vida y su obra, treinta años después, Pedro?
Mira, uno tiene una edad. Tú eres aún muy joven, pero no tanto como para no entender lo que te digo con esto, ¿verdad? Como dijo Martin Amis: “la vida de pronto te sucede” y es verdad. Te va cambiando y afecta al tipo de historias que cuentas. Las que hago ahora, más o menos desde Todo sobre mi madre, que fue hace cuanto... ¿diez años?

Doce, de hecho. 1999.
Anda vete, ya doce. ¿Ves a lo que me refiero? De ese tiempo a esta parte, es muy distinto todo, al tipo de cine que hacía en los ochenta, y que mucha gente espera que repita. Pero mis películas no se parecen en absoluto. Incluso cuando escribo otras cosas hasta el tono es diferente. Velo aquí. En esta película el tono es inquieto, lúgubre. No lo he decidido yo, solo intento ser lo más honesto que puedo y esta historia obedece a ciertas reglas. Hay una mayor introspección, mi vida la hago más dentro de mi casa que fuera. En los ochenta era una fiesta. Se puede decir que uno va madurando, si queremos verlo así.




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La piel que habito, de Pedro Almodóvar

Venganza estilo Almodóvar

Miguel Cane



En 2004, durante una rueda de prensa para promover Shrek 2 en México, Antonio Banderas atendió a preguntas de los reporteros. Alguien preguntó si habría una reunión con Pedro Almodóvar. El actor malagueño dijo que sí y explicó que Almodóvar estaba adaptando una novela francesa llamada Tarántula y acto seguido, procedió a relatar qué papel interpretaría y de paso, a revelar el estremecedor secreto de la trama concebida por Thierry Jacquot y que, evidentemente, fue lo que atrajo a Almodóvar a querer contar esta historia en primer lugar.



Así, al “espoilear” la película antes de que iniciara el rodaje, Banderas obligó – involuntariamente, hay que decirlo – a parar la pre-producción durante más de cuatro años (tiempo en el que Almodóvar realizó Volver y Los abrazos rotos), para que el director reescribiera el guíón. Así, aunque mantiene la demoledora anécdota central de la historia original, que es en sí la razón de existir del filme, no pudo evitar el regreso a sus obsesiones habituales para accesorizarla y transformarla en una cinta que “tuviera su sello personal”... lo que ha resultado en que La piel que habito (título final de la cinta) no sea tan impactante como pudo haber sido.



Banderas interpreta a Robert Ledgard, un exitoso, frío y elegante cirujano plástico (sí, Pedro, ya vimos que eres fans, así en plural, de Nip/Tuck. Se nota.) que ha realizado experimentos para crear una nueva dermis más resistente para los humanos. Esta subtrama, es en realidad lo que Hitchcock llamaba el “McGuffin”, está ahí para llamar nuestra atención y guiarnos por la historia, pero no está ahí para ser un elemento resuelto: lo verdaderamente interesante ocurre en la sofisticada mansión de Ledgard en las cercanías de Madrid: ahí, la enigmática y sensual Vera Cruz (Elena Anaya, quizá lo más brillante en la cinta, sustituyendo a Penélope Cruz) es una mezcla de conejillo de indias, Patty Hearst, y muñequita de lujo. Aunque en realidad, el secreto de Vera y los motivos de su estancia son algo aún más alucinante y aterrador: una venganza tan sofisticada, que es espeluznante. La centinela de este tesoro, al que alimenta sanamente y proporciona lecturas cultas (Alice Munro, por ejemplo) y material artístico (como libros sobre la escultura de Louise Bourgeois), es Marilia (una notable Marisa Paredes, que a la postre acaba desperdiciada), estoica y grave, unida a Ledgard por un secreto.



Por supuesto, la cosa se pondrá peliaguda y no voy a revelar más, pero hay tantos “excesitos” almodovarianos, que la cinta corre el riesgo de desbalagarse, sobre todo porque la intención declarada del autor es hacer un moody thriller al estilo de Georges Fanjul (obvios ecos a El rostro sin cara), Polanski, Fritz Lang o Jack Clayton. Cuando la cinta está en esa tesitura es como mejor funciona. Los problemas vienen cuando a Pedro se le sube la bilirrubina e insiste en hacerse autoreferencias (en este caso, a una de sus peores películas, Kika, repitiendo virtualmente cuadro por cuadro su secuencia más humillante), meter con calzador sus fetiches de telenovela (la maternidad abnegada, la sordidez cliché) y cuando el elenco se tambalea – la joven Blanca Suárez, que lleva un rol clave es pésima y afecta el resultado integral – o las subtramas se van de lado.



El resultado final es difícil: por un lado, esta es la cinta más arriesgada de Almodóvar, la más lúgubre y seria. Pero al mismo tiempo, se resiste a abandonar su zona de comfort – donde se anquilosó desde que hiciera la dupla monumental de Todo sobre mi madre y Hable con ella –, por lo que no acaba de dar el salto. Y es una pena, porque tenía una gran plataforma (la extraordinaria fabulita gótico-postmoderna sobre una venganza bizantina de Jacquot) y la deja desdibujada, por ir en pos de algo que ya tenía. Almodóvar ciertamente está madurando y le quedan muchas historias interesantes qué contar. La cosa es que se lo permita a sí mismo y se despoje de la peineta de una buena vez, para contar lo que tiene que contar. Sin poses.

La piel que habito
Con Antonio Banderas, Elena Anaya, Jan Cornet, Blanca Suárez, Roberto Álamo y Marisa Paredes.
Dirige: Pedro Almodóvar
España/Francia 2011


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8 oct 2011

Arbol de la vida, El / The Tree of Life, de Terrence Malick

El mundo en imágenes

Miguel Cane

Para hablar del que es el quinto largometraje en cuarenta años de carrera de Terrence Malick, hay que advertir algo al espectador: no espere nada de él. No trate de entenderlo. Sólo déjese llevar.






Esto es dicho únicamente para evitar el disgusto de gente que, atraída por el reparto, no se diga engañada al entrar en la sala, sólo para abandonarla con airados gritos de “¡pero qué es esto!” o “¿Cómo pudo Brad Pitt hacer esto?” -- sepan desde ahora que esta cinta no es una película de Brad Pitt. Que no es, pese a tener elementos de ello, una saga familiar o un melodrama. Que no hay secuencias de vertiginosa acción o sofisticadas escenas de sexo; esto es para que no se clame estafa ni mentira. Es como presentarse ante una obra de arte como el tríptico de El Jardín de las Delicias, de El Bosco, o el Guernica, de Picasso. Se trata de algo impresionante, que afecta los sentidos y las emociones en una reacción básica, es decir, habrá quien la ame y quien la odie, pero – como sucede habitualmente con el trabajo de Malick – no habrá muchos espectadores que se declaren indiferentes.



A partir de una serie de imágenes abstractas que podrían significar el nacimiento de la galaxia, nos asomamos a momentos fragmentados en la vida de una familia, los O'Brien, que viven en Texas. Al principio los encontramos en algún momento a fines de los 60, cuando la madre (Jessica Chastain, que mantiene un aire renacentista todo el tiempo) recibe un telegrama que la informa de algo trágico; su marido, un viajante (Brad Pitt, adecuadamente desglamorizado y muy sincero) se entera por teléfono. Después comprenderemos que esta noticia era la muerte de su segundo hijo, ostensiblemente en la guerra de Vietnam.



En paralelo observamos escenas de la vida en el periodo Cretácico, y el amanecer deprimido de Jack O'Brien (Sean Penn, que peca de intenso, quizá para imprimir dramatismo casi mímico en compensación a sus escasos diálogos) que junto a su compañera (una fugaz aparición de la hermosa – y hasta ahora semiretirada – Joanna Going) encara la monotonía de su vida en la gran ciudad y la nostalgia por su niñez, que es expuesta vía flashbacks, narrándonos cómo su padre (Pitt) trataba de conectar con sus hijos, mientras la madre fungía como colega y hada protectora.



Casi onírica, la película no sigue los entresijos de una trama convencional y pasa de cualquier noción del ritmo; la hermosa cinefotografía de Emmanuel Lubezki se presta como una paleta sutil de claroscuros y colores para mostrar el mundo imaginado obsesivamente por el cineasta. Experiencia mística, sueño, revelación, usted decide.



Siguiendo la pauta de Bergman en El Séptimo Sello y más claramente en su famoso “anti-filme” Persona, Malick muestra su trabajo más personal, más intimista, pese a su impactante y monumental talla. No existe una manera – ni hace falta – de explicar esta cinta. Puede ser indigesta, puede ser conmovedora, puede ser aborrecible, o inolvidable. Cada espectador tendrá que decidir. Lo cierto es que se trata de un trabajo único, de relevancia. Si ésta resiste el paso del tiempo, será otra historia.

El árbol de la vida/The Tree of Life
Con Brad Pitt, Sean Penn, Jessica Chastain y Joanna Going.
Dirige: Terrence Malick
Estados Unidos/Francia 2011


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Gótico de California: American Horror Story (TV)

Los creadores de Nip/Tuck y Glee regresan con una serie de TV polémica, extraña y escalofriante, que no dejará a ningún espectador indiferente.

Miguel Cane



Sol californiano, mansiones sombrías, seres extraños que cambian de forma a voluntad, extrañas pinturas obscenas, criaturas de desconocido origen, violencia secreta, sexo anormal... todo esto y más son los elementos que conforman la nueva serie dramática de TV creada por Ryan Murphy – el mismo responsable de series como Popular, Nip/Tuck y la exitosísima Glee – que tras su estreno en Estados Unidos ha suscitado controversia y ya tiene fecha de estreno en América Latina (7 de Noviembre).



Murphy, extravagante y en algunos aspectos, visionario, ha demostrado que de su mente pueden salir cosas muy sui géneris (véanse las seis temporadas de Nip/Tuck, que amalgamaba lo mismo elementos del melodrama médico que la telenovela más sórdida, con personajes amorales y procedimientos quirúrgicos estrafalarios, con notable éxito), por lo que las expectativas de este proyecto, desde su anuncio en la primavera pasada, eran muy altas.




Tal y como se ve en el programa piloto, transmitido el 5 de octubre en la cadena FX y anunciado para estrenarse en Brasil, México y Argentina a partir del 7 de noviembre como compañía de la segunda temporada de The Walking Dead, American Horror Story retrata la historia del matrimonio conformado por Ben y Vivien Harmon (Dylan McDermott, de The Practice y Connie Britton, la ganadora de un Emmy por Friday Night Lights) quienes se mudan de Boston a un barrio acomodado en la zona de Beverly Hills, con su rebelde hija de trece años, Violet (Taissa Farmiga), en un intento desesperado por dejar atrás ciertos sucesos sombríos del pasado reciente, que se revelan gradualmente: una infidelidad, un traumático aborto, crisis emocionales. Su nueva residencia es una mansión restaurada que, como es natural, oculta secretos oscuros, al igual que su enigmática pero muy elegante vecina de al lado, Constance (la dos veces ganadora del Oscar Jessica Lange), el ama de llaves que “viene” con la casa, Moira O’Hara (encarnada alternativamente por Frances Conroy, la madre de los hermanitos Fischer en Six Feet Under y Alexandra Breckenridge, de Life Unexpected), y Larry, un ex inquilino de la casa, cuya apariencia es impactante y que tiene algo inquietante qué contar sobre el pasado de la casa (Denis O’Hare, que recordarán de True Blood). Para el capítulo dos, se contará con la participación de Zachary Quinto (que causó furor como el villanazo de Heroes, y como el nuevo Mr. Spock en la saga Star Trek) como el dueño anterior de la casa, que es, naturalmente, un alma en pena.



Con la idea de que es posible lanzar series de TV alrededor del mundo dándoles un tratamiento de película taquillera, 20th Century Fox Television ha apostado por American Horror Story como el próximo éxito global que los televidentes y plataformas de TV de pago esperaban. A lo largo del verano, en Internet comenzaron a circular una serie de videos virales que ostensiblemente representan “pistas” sobre la serie, aunque en realidad no muestran ni fragmentos de la idea, del argumento o de los personajes. Con apenas 10 segundos de escenas, alcanza para mostrar el tono escalofriante y la atmósfera gótica que tendrá la serie: una mano toca el cello sobre el vientre de una mujer, con un arco que podría ser una navaja; hay una muñeca antigua; una imagen negra, similar a una sombra que cobra vida; gritos, miradas... elementos intrigantes que logran captar la atención lo suficiente como para hacer que el espectador se acerque.



La serie ha sido presentada como un thriller psico sexual ("adictiva, terrorífica, sexy", dice la publicidad), y aunque el género del misterio y el terror sobrenatural no es ajeno a la pequeña pantalla – en 1966 debutó la telenovela vespertina Dark Shadows, que aún hoy tiene seguimiento de culto y está siendo convertida en filme por Johnny Depp y Tim Burton--, y en 1990 David Lynch elevó la soap opera a niveles escalofriantes de perturbación con la memorable Twin Peaks. Otras series como Los Expedientes Secretos X, Fringe y la bastante malita Supernatural se han acercado bastante a lo que es muy dificil lograr: atmósfera – The Walking Dead es distinto por su característica post-apocalíptica -- ¿Podrá American Horror Story convertirse en un nuevo gran fenómeno?

La respuesta parece elusiva; el piloto ofrece muchas posibilidades e incorpora muchos elementos a la trama, que pueden servir para atrapar al espectador... pero también podrían abrumarlo, o distraerlo.



Partiendo de un “prólogo” ambientado en 1978, Murphy – que escribe el guión con Brad Falchuk, co-creador de Glee y dirige --, nos mete en la historia con un par de gemelos que entran en la casa, en ese momento abandonada, con el propósito de vandalizarla, sin imaginar la horripilante sorpresa que van a encontrarse en el sótano. Las escenas inquietantes no tardan en sucederse, desde la llegada del ama de llaves de la casa, con su doble vertiente (siempre un placer tener de vuelta a Frances Conroy), hasta la aparición de la misteriosa vecina y su inquietante hija, Adeline, (la cual no para de repetir que todos morirán allí), pasando por el anterior inquilino quemado, Larry.

Como centro de la trama, Ben, el protagonista, parece débil y fácilmente manipulable en comparación con su cónyuge, que, en la interpretación a cargo de Connie Britton se come la pantalla y resulta el personaje más cercano de la serie, con ula inseguridad y los miedos que arrastra tras su aborto y la posterior infidelidad. A lo largo del capítulo la vemos estar al centro de situaciones extrañas, incluyendo una posible violación a cargo de un ente sobrenatural (ecos de El Bebé de Rosemary, que se suman a alusiones y referencias muy obvias a El Resplandor, Horror en Amityville, Carrie y otras más), lo cuál por supuesto, es tela suficiente para cortar toda la temporada. La trama de Violet, la hija también promete también cosas interesantes, ya que tiene todas las trazas de estar todavía más outsider de lo habitual, más aún después de su manera tan eficaz de lidiar con la bully de la escuela. Además no tiene una relación muy sana con su padre, no así con la madre, siendo ambas el único bastión de realidad en la casa. Por otra parte, la que se roba cada una de sus escenas, es Jessica Lange, quien está regia en ésta, su primera serie de TV, como una belleza sureña con varios siniestros secretos; las mejores líneas de diálogo del piloto las intercambia con Britton y con Conroy, incluyendo la críptica línea “no me hagas que te mate de nuevo”, algo que intima cosas interesantes por venir.



El piloto cumple su misión: pica la curiosidad, y si bien es muy posible que el formato miniserie podría beneficiarle más, al fin y al cabo el misterio (sea cual sea la explicación de lo que en esa casa sucede) no puede estirarse como un chicle aunque vaya relacionándose con los miedos de los protagonistas (ya lo vimos con Lost, The Killing y con Twin Peaks. Sea como fuere, la serie plantea un relato subversivo y de horror moderno, en una propuesta de 13 episodios de una hora, que, si salen como lo planean sus creadores, podría ser una de las grandes sorpresas de la temporada 2011-2012.

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2 oct 2011

José y Pilar, de Miguel Gonçalves Mendes

Historia de un amor

Miguel Cane



La película documental José y Pilar, de Miguel Gonçalves Mendes, producida por Pedro Almodóvar, se abre y se cierra con la misma imagen. Comienza con la voz inconfundible del premio Nobel portugués y hay una frase que permanece en la memoria: “(…) Como comunidad, la especie humana es un desastre”. Sin embargo, y pese a lo lapidaria de la frase, se entona sin amargura. Eso es algo que brilla por su ausencia en el largometraje de 128 minutos – que se pasan con gran agilidad, dejándonos con ganas de que se alargue, aunque sea un poco más --, que muestra una mirada íntima a la vida cotidiana de José de Sousa Saramago (1922-2010), y su esposa, la periodista española Pilar del Rio, nacida en 1950, con la que se casó en 1987 y que se ocupó, desde que se conocieron, de ser la traductora al español de su obra, de acompañarlo a todo lugar, ser su compañera, su complemento en todo sentido.



El filme retrata fielmente los últimos 4 años de vida de Saramago y nos traslada desde su hogar en Lanzarote – donde se establecieron en 1993 -- a diversas locaciones alrededor del globo, mostrándonos cómo se desenvolvía, lo mismo en multiudinarias firmas de libros que en la tranquilidad de un hogar sólido. El paisaje de Lanzarote se convierte en uno de los protagonistas y en este marco, asistimos al proceso creativo de su penúltimo libro El viaje del elefante (el último que escribió fue Caín) y este atisbo nos permite conocer de cerca el peculiar sentido del humor, irónico y mordaz del autor, quien, consciente de que le quedaba poco tiempo de vida, se permitía reflexionar sobre la muerte, sobre la vida y sobre su amor por Pilar que como él afirma en la cinta: “(…) Tardó tanto en llegar”. Su diálogo con la cámara es agudo y fluido, siempre ingenioso. Naturalmente, el foco de sus afectos y el personaje más invocado es la misma Pilar, a quien al final de cada evento, en el que el Saramago irradia carisma, pide que lo saque de allí. Ella, directa, generosa, inteligente y resuelta, conforma con él una mancuerna perfecta.



Gonçalves los sigue sin ser intrusivo: escucha, observa y nos hace partícipes del trabajo del autor, de las conversaciones que sostiene con su mujer, de la vida misma. Pero lo hace sin que se sienta ni posado, ni aburrido: su técnica es sencilla. Los capta y deja correr la cinta, a veces interviene, se interesa, nos guía por algún sendero, pero siempre todo vuelve a estos dos personajes cuya historia de amor trasciende al medio y nos toca de una manera muy emotiva. Por supuesto, conocer de antemano el desenlace de la historia, hace que el sabor de ésta sea agridulce y que sea inevitable la ominosa sensación de magia y pérdida, aunque en ningún momento se deja ir por los terrenos de la sensiblería chafa. Estos son seres humanos, captados por una lente que los presenta sin pretensiones, de manera entrañable y el documental funciona de un modo preciso, sin cortapisas ni medias verdades. Saramago deja su huella con la palabra y con sus gestos y hacia el final, el espectador no puede evitar compartir la tristeza de Pilar y admirar su entereza mientras enfrenta el camino de su vida, ahora sola. La cinta portuguesa es una experiencia vivencial y a cada espectador lo afectará de diferente manera, aunque una cosa es cierta: nadie que la vea quedará indiferente ante ella.

José y Pilar
Con José Saramago y Pilar del Río
Dirige: Miguel Gonçalves Mendes
Portugal - España 2011


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Christina Ricci toma vuelo

Tras una notable carrera en cine, esta joven luminaria vuelve sus ojos a la pequeña pantalla, protagonizando una de las series más anticipadas del año.

Miguel Cane



Comenzó su carrera siendo una niñita y es una sorpresa que haya sobrevivido tantos años en ella, considerando que casi todos sus contemporáneos se fueron quedando (algunos frustrados, otros no) en el camino. Pero Christina Ricci (Santa Monica, 1980) ha logrado mantenerse a flote, alternando roles protagónicos con actuaciones especiales y de carácter en numerosos filmes desde su debut, al lado de Cher y Winona Ryder en Mi madre es una sirena. Así, hizo la transición de niña – fue una memorable Merlina Addams en las dos cintas sobre los personajes que dirigió Barry Sonnenfeld, en 1991 y 1993 – a adolescente (a las órdenes de Ang Lee en la impactante The Ice Storm) y a roles de adulta en una plétora de filmes independientes y de estudio, incluyendo trabajo con cineastas como Tim Burton y el mismisimo Woody Allen.

Ally MacBeal y Grey's Anatomy --, como una de las protagonistas de la esperada serie Pan Am, un melodrama ambientado a principios de los años 60, y ostensiblemente inspirado en la hoy extinta compañía aérea estadounidense que en su época representaba lujo y glamour de los vuelos trasatlánticos: en 1963, los pilotos eran como estrellas de rock y las azafatas, las mujeres más envidiadas. Considerada una mezcla de Mad Men, Hotel y con elementos de espionaje, la serie congregó a doce millones de espectadores frente al televisor en el primer día de su reciente estreno en EEUU y se perfila como uno de los grandes éxitos de la presente temporada.



Protagonizar una serie de televisión es un compromiso muy grande para un actor, exige mucho tiempo, más que un rodaje. ¿Qué te convenció de aceptar el ofrecimiento?
Cuando estuve en Grey's, pensé que me gustaría intentarlo. Llevaba algo de tiempo buscando el proyecto idóneo para protagonizar una serie. Por eso, cuando apareció Pan Am, me gustó mucho el concepto, los personajes y, sobre todo, que recreara los años sesenta. Es una época que ejerce una particular fascinación para mí.

El concepto de la serie ha despertado el interés de público y crítica internacionales, ¿qué tal el rodaje?
Todos los miembros del elenco nos llevamos muy bien. Estamos muy unidos y Thomas Schlamme, el director, que antes trabajó en The West Wing, es un gran director, te da mucha confianza. Cuando formas parte de una serie tan intensa, con tantas horas de trabajo, no hay tiempo de esconderte o descansar. La atmósfera es única y, para mi sorpresa, me he hecho muy amiga de mis compañeras. Aquí no hay conflictos de ego, todas estamos en el mismo barco. O, en este caso, en el mismo avión (risas).



Siempre has sido gran aficionada a la ropa vintage. El vestuario... ¿es un sueño hecho realidad?
¡Pero desde luego! Es más, Pan Am es el trabajo perfecto. No solo porque me fascine la historia y el equipo de trabajo, sino por todo lo que representa ese periodo. Siempre me han gustado mucho los sesenta; empezando por el vestuario y terminando con la forma de hablar y de moverse de las protagonistas. ¡Algunas prendas con las que aparezco en pantalla son mías! ¡Y muchas se las copio a mi personaje! Nuestra diseñadora de vestuario, Anne Crabtree y yo estamos en perfecta sintonía, sabemos muy bien qué es lo que más le conviene a Maggie, y no solo a Maggie, mi personaje, si no también a otros, como Laura y Kate, las otras sobrecargos (Margot Robbie y Kelli Garner), así que estamos muy compenetradas, leyendo revistas de la época, copiando patrones, visitando todas las tiendas de ropa vintage que encontramos... ¡la verdad es que es muy divertido!

Doy por sentado que, como a tu personaje, te gusta viajar.
Me encanta volar. Desde muy pequeña me he subido perfectamente a los aviones y jamás he tenido una mala experiencia. Creo que soy una de las pocas personas que le gusta subirse a un avión y volar por horas. Además, cuando trabajo, me apasiona el poder viajar para rodar en locaciones en otro lugar... esa fue una de las razones para tomar este papel: Maggie viaja mucho y hemos rodado en algunas locaciones fuera de Estados Unidos, aunque no puedo revelar cuáles, porque comprometería la trama.

¿Qué es lo que puedes adelantarnos de Maggie, tu personaje?
Pues que Maggie es una chica diferente al resto de las chicas de su tiempo. Es muy independiente, ha tenido que luchar muy duro para llegar donde está, y no lo ha tenido fácil, porque no es “bonita” como las otras. Su trabajo implica estar lejos de su familia. Por ese motivo protege a quienes la rodean y no permite que nadie le arrebate su lugar. Es muy valiente.

¿Dirías que te pareces en algo a Maggie?
Sin duda alguna. Yo también tiendo a ser guerrera, peleo por todo aquello en lo que creo y eso es algo que me ha creado una reputación de ser difícil. Pero no es que sea difícil, solo digo lo que pienso y hago lo que creo que es correcto. Soy alguien que protege a sus amigos, a su familia. Si alguien está siendo injustamente tratado soy la primera en defenderlo.

Algunos medios norteamericanos han calificado a Pan Am de ser como Mad Men. ¿Qué opinas?
Pienso que lo único similar es la época en que se desarrolla, pero de ahí en fuera, son cosas muy distintas. Mad Men es una de mis series favoritas y es un halago que nos comparen con ellos, pero en nuestra serie las protagonistas son mujeres y las tramas giran en torno a otros aspectos de la sociedad; en esa serie, las historias que se cuentan son desde el punto de vista masculino, desde su experiencia. La nuestra muestra un grupo de mujeres que esta tomando el control de sus vidas, no son las típicas mujeres de la época. Me gusta eso: es el tiempo previo a la revolución sexual y al feminismo. Creo que resultará muy interesante, sobre todo para los públicos de cadena que no están acostumbrados a este tipo de historia.

Sin embargo, pese a tu compromiso con la serie, no piensas abandonar el cine.
Oh, no. Tengo contrato firmado por esta temporada y si se renueva la serie, se renovará. Es la mejor manera de hacerlo. Terminaremos de rodar la serie en invierno y tendré un periodo libre, que pienso aprovechar para hacer algo de cine. No sé aún qué será, pero seguro que seguiré haciendo cine, creo que los dos medios se pueden compaginar perfectamente y el público estará encantado con lo que tenemos que ofrecerle con esta serie.



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