23 mar 2009

Nunca te dejaré / The Ballad of Jack and Rose, de Rebecca Miller

Miguel Cane

IFC Films' The Ballad of Jack and Rose




Rebecca Miller, la directora de Nunca te dejaré (horrendo título en español, donde más adecuada hubiera sido una traducción literal: La Balada de Jack y Rose) es la hija del desaparecido dramaturgo Arthur Miller, uno de los grandes de la literatura contemporánea y en su caso, lo que se hereda no se hurta: ha escrito y dirigido tres cintas de cierto prestigio – aunque de nulo atractivo comercial, naturalmente- y esto le ha permitido mostrar una percepción distinta de historias que nos parecerían ordinarias; un toque muy humano (y femenino) que se hizo patente en su filme anterior Personal Velocity, tres anécdotas en la vida de tres mujeres distintas.

Y si bien en esta ocasión el personaje principal es un hombre (interpretado por Daniel Day-Lewis, que es no sólo uno de los mejores actores de tiempos recientes, se trata también de su señor esposo), ese mismo punto de vista femenino está presente en la trama y cómo se plasma en la pantalla.

La historia, ambientada en 1986, gira en torno a la relación tan peculiar que existe entre Jack Slavin (Day-Lewis) y su hija de dieciséis años, Rose (la joven actriz de origen brasileño Camilla Belle), con quien habita en una isla en la costa este de Estados Unidos, en lo que queda de una comuna que se fundó en 1967 y que se fue desbandando.
Ambos viven de la herencia de Jack, que además ha mantenido a Rose aislada del resto del mundo, educándola él mismo. Esto ha resultado en que Rose viva exclusivamente para su padre y que éste sea el centro de su universo, volviendo la presencia de cualquier otro en su mundo algo intolerable.



Camilla Belle in IFC Films' The Ballad of Jack and Rose





Cuando Jack, que está gravemente enfermo, invita a manera de experimento a que su amasia, Kathleen (la espléndida Catherine Keener, de Quiero ser John Malkovich y Virgen a los 40) y los dos hijos adolescentes de ella, Thaddeus (Paul Dano) y Rodney (Ryan McDonald), a vivir con ellos en la isla, la vida de Rose cambia drásticamente y se trastorna de manera irreparable.

El que Miller, autora también del guión, se enfoque en la estrecha (y sí, malsana) relación entre padre e hija, mantiene la atención del espectador fija en la pantalla, aún si también invita todo el tiempo a seguir los procesos emocionales de ambos personajes mientras se van acercando a la confrontación climática de la trama.




Jack es un personaje controlador, exigente, manipulador y obsesivo, que ha conseguido alejar de él a toda la comuna y que estimula la animadversión con su vecino, un constructor llamado Marty (interpretado por Beau Bridges). Su idea de ser el dios que rige la vida de Rose tiene un resultado devastador para la chica, cuya sensibilidad está abierta al mundo de un modo drástico, cuando llegan nuevos habitantes a su diminuta esfera.




Las emociones más naturales como los celos, el afecto y el deseo, se manifiestan en la chica y hacia el desenlace, veremos que Rose nunca podrá volver a ser la misma. Realizada con gusto y con mano firme por la autora, esta cinta sobrepasa los clichés sentimentaloides que su título pudiera implicar y muestra un universo complicado y turbulento en el que estos dos personajes se aman, se odian y sobreviven a los embates de uno y otro.

De destacar es también el trabajo de la directora de fotografía Ellen Kuras (la misma responsable de las imágenes tan peculiares de Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos), que transforma la isla (situada en Canadá y no en Estados Unidos), en un paraíso maldito, lleno de color, luces y sombras, que contribuyen a establecer una conexión con el perturbado universo interno de Rose. Esta es una cinta para adultos, realizada por adultos, que precisamente tiene como objetivo recordarnos (y lo consigue de manera magistral) el difícil camino que hay que recorrer para llegar a serlo.



Nunca te dejaré / The Ballad of Jack and Rose
Con: Daniel Day-Lewis, Camilla Belle, Catherine Keener y Beau Bridges
Guión y dirección: Rebecca Miller
Música: Michael Rotahyn
Estados Unidos/Canadá, 2005




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