25 mar 2009

Monsieur Hire, de Patrice Leconte (02), por Miguel Cane

Miguel Cane




En la muestra internacional de cine de 1989, en el hoy desaparecido Cine Latino de Paseo de la Reforma, vi varias películas que recuerdo con cariño: Sexo, mentiras y video (Steven Soderbergh), Sociedad de los poetas muertos (Peter Weir), Remando al viento (Gonzalo Suárez), Las aventuras del Barón Munchausen (Terry Gilliam), Jesús de Montreal (Denys Arcand), Historias de Nueva York (Scorsese/Coppola/Allen), La otra mujer (Woody Allen) y la que hoy me ocupa: Monsieur Hire, de Patrice Leconte.

No recuerdo mucho de aquél primer visionado, porque la película llegó a mí en un particular momento de crisis, al que por mucho tiempo no quise, ni pude, volver. No tuve la empatía suficiente para poder acercarme a los personajes ni a la trama ni a la manera de contar la historia que tiene Leconte. Supongo que esto fue por estar en una situación muy semejante a la del personaje que encarna Michel Blanc (similar aunque también muy distinta).




Años después vine a descubrir que esta peliculita -- que lo es, con su duración de apenas una hora veinte- es la favorita de mucha gente, especialmente de mi amigo David, que tanto la quiere, que al crear su propio blog basó su nombre en ella. Su devoción por esta cinta no raya, sin embargo, en el culto. Es más la apreciación que se hace de algo que nos habla de nuestra propia vida, un guiño compartido con el director que no tiene manera de saber que nos ha hablado, que nos ha tocado.

Blanc, que es más conocido en su país natal como comediante, interpreta a un sastre solitario --esta es la clave de la cinta, todos sus personajes en cierto modo lo son- que se ve implicado en el asesinato de una chica de veintidós años, llamada Pierrette Bourgeois. La chica fue arrojada en un llano y de hecho, lo primero que vemos es su cuerpo inerte, la expresión casi angelical en su rostro de muerta.

Poco después descubrimos que Hire, a quien odian sus vecinos, está obsesionado románticamente con Alice (una radiante y muy joven Sandrine Bonnaire, musa de Leconte en otros filmes), que habita un estudio en el mismo antiguo bloque de apartamentos en que vive, en un suburbio de París. La observa desde lejos y no se le acerca. Continúa con sus rutinas, sólo observándola, mientras ella se involucra más y más con un joven patán y truhán llamado Emile (que es completamente lo opuesto de Hire: es apuesto y carismático, aunque realmente peligroso). Eventualmente, Alice se percata de la existencia de Hire y se relaciona con él.

De ahí deviene el nudo de la película -- a su vez basada en El romance de Monsieur Hire de Georges Simenon- y no les contaré más.

De lo que sí puedo hablarles, es de lo que me habló la película.

Lo que nos está narrando Leconte, es que los solitarios pueden ser gente maravillosa o terrible, muchas veces al mismo tiempo, y que, por amor -- o por aquello que cada uno de nosotros interpreta como tal- somos capaces de cualquier cosa: del sacrificio más sublime o de la traición más espantosa. Alice e Hire representan dos aspectos del mismo espejo. Sus soledades se complementan, pero pueden ser trampas mortales para ambos.




Un tercer elemento lo juega el Inspector de policía, igualmente solitario y obsesionado, que busca resolver el asesinato de la chica. Será él quien represente la espada de Damocles, la victoria pírrica. No siempre podemos tener lo que queremos, como reza el dogma de los Rolling Stones y esta película lo demuestra perfectamente.

Esta es una película hermosamente realizada, dolorosa y cautivante. Uno entra en ella como en una banda mecánica: no puedes escaparte del recorrido. Una vez que empieza, no puedes volver y una vez vista, no podrás olvidarla.

Hay muchísimos detalles sueltos de Monsieur Hire que funcionan como huellas imborrables. Imágenes: Alice en la ventana, el funeral del ratoncito blanco, la historia de la anciana que alimentaba las palomas, los tomates que ruedan por la escalera; la pelea de box y lo que Alice y su nuevo amigo hacen ahí; la expresión final en los rostros de Hire y del Inspector.

La música de Michael Nyman es sutil y obsesiva también. Parte del atuendo que recubre cuidadosamente cada parte de la cinta. Ahora comprendo mucho mejor por qué David la ama tanto y no puede olvidarla. Es un fragmento de cinema que nos habla.

Y lo hace claramente, con muy pocas palabras.




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